Hay señales importantes de formas de resistencia del pueblo ante el fracaso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El recurso de gobernar con retórica cotidiana, desenmascarando mentiras, datos falsos o hablando de cosas que nadie puede comprobar, se está acabando rápidamente. Esta resistencia es percibida por el gobierno y hace que el Presidente pase a la ofensiva.
Quiere apoderarse del país para imponer su proyecto nacional y exterminar a quienes se opongan a ese reclamo. Está convencido de que solo él sabe por dónde debe caminar México en el futuro. Sólo su visión, su idea, su verdad es válida para todos los mexicanos.
La radicalización de su proyecto político es la única vía que vislumbra para lograr sus objetivos. Hay, también hay que decirlo, imperativos pragmáticos en su decisión de llevar a México al precipicio de decidir por él o por la democracia. Su gestión de gobierno se desmorona por todos los índices posibles. Hoy en México hay más pobres que cuando llegó al poder. Millones han perdido los servicios médicos disponibles anteriormente.
Los medicamentos son escasos para enfermedades graves y crónicas. La destrucción del patrimonio público ha sido histórica, al vaciar organismos autónomos vitales para el sostenimiento de una república democrática, al mismo tiempo que se intenta reducir la ciencia y la investigación a una tarea de validación de las prácticas autoritarias del régimen. Y la corrupción de propios y extraños ha crecido a la vista de todos, familiares cercanos incluidos.
Además, el consenso nacional e internacional es que, bajo su gobierno, el crimen organizado se ha apoderado de grandes extensiones del territorio nacional. Además, se ha normalizado la intervención de grupos criminales en elecciones municipales, estatales y, ahora, posiblemente nacionales en 2024. Si es así, México está en camino de convertirse en un narcoestado bajo la «guía» y el respaldo de López Obrador.
Este hecho significa que el Ejército Mexicano se convertirá, siendo un instrumento de un estado narco, en una fuerza militar completamente corrompida en su propósito y alejada de su razón de ser constitucional.
Estas poderosas razones mueven al Presidente a realizar planes serios y detallados para mantenerse en el poder, personalmente oa través de un intermediario. No acepta la idea de un juicio histórico y judicial en torno a su fallida gestión como Presidente, pues, en su mitología personal, se considera mayor que Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas juntos.
Ese personaje trae una deformación de personalidad que podría destruirlo, junto con el resto de la República si se lo permitimos. De ahí su enamoramiento por personajes como Putin, Maduro, Ortega y regímenes como el cubano. Su fascinación por el poder ilimitado y el tiempo ilimitado es el motor de su incesante búsqueda por perpetuarse en el poder. Y esta prolongación de su mandato también le sirve, pragmáticamente, para que sus errores, crueldades y corrupciones queden enterrados bajo los escombros del tiempo, como los templos milenarios de Yucatán, que con tanto afán busca destruir con el Tren Maya.
Evidentemente la conclusión a la que llega el Presidente es que su gobierno no resistirá el menor escrutinio al final del sexenio. Él mismo se da cuenta de que la historia lo evaluará con el máximo rigor. Y teme profundamente ese juicio de la historia.
¿Por qué se intensifica la ofensiva del Presidente en este momento? Porque está percibiendo una amplia y creciente resistencia de la sociedad contra su gestión. Hay muchos indicios de disconformidad social con las afirmaciones de López Obrador. Precisamente porque se ha encargado de abrir innumerables frentes de conflicto por doquier.
Los habitantes de amplias zonas de Guerrero se arman para defenderse, convencidos de que el Presidente ya no es su aliado en la lucha contra el crimen organizado, sino que ha puesto a las Fuerzas Armadas en el lado equivocado de la historia. Tanto en Guerrero como en Michoacán existe un estado de guerra civil no reconocida pero activa. Las armas fluyen tan libremente como los limones y los aguacates. Lo que llama la atención es la amplitud de la organización ciudadana en la autodefensa de sus comunidades y regiones. Algo similar sucede en Oaxaca, Chiapas, Zacatecas, Sonora y Chihuahua.
Policías locales desbordados, ineficaces o comprados por la delincuencia son la característica común en todos estos lugares. Y la lista de lugares y situaciones similares es muy larga. Todo este fenómeno habla de ciudadanos que se arman para su protección y autodefensa ante la ineptitud o negligencia del Ejército y la Guardia Nacional, y la capitulación de la policía local.
El hecho de que López Obrador prefiriera pactar con el crimen en lugar de enfrentarlo ahora muestra este costo. Los ciudadanos se levantan, armándose, para proteger sus bienes y su vida y saben que tienen que hacerlo porque no cuentan con el apoyo del gobierno federal encabezado por un sueño llamado 4T, que es más de lo mismo. Se sienten traicionados por López Obrador, por mucho dinero que les echen en la cara.
Hay una rebelión ciudadana muy por debajo de la sociedad que no le conviene a López Obrador porque, en el fondo, desprecia a su gobierno y su retórica ciega. Esta rebelión “agraria o más ruralista” está ligada de hecho a la rebelión de las clases medias urbanas contra López Obrador y su 4T. Las marchas por la defensa del INE y la defensa de elecciones libres de manipulación se realizaron en más de 100 ciudades del país y recibieron la solidaridad de miles de mexicanos que viven fuera de México.
El feminismo es parte de ese gran argumento social para cambiar el rumbo que ha marcado la 4T, incluyendo a subconjuntos de la sociedad, como sanitarios, burócratas, docentes, incluso sindicalistas de la electricidad y el petróleo. El propio Ejército muestra fracturas internas producto del servilismo del alto mando, cuyo interés parece estar más centrado en hacer negocios que en detener el crimen organizado.
Estos procesos, entre rurales y urbanos, con orígenes diferentes y aun sabiendo que no necesariamente se reconocen, sin embargo, están destinados a confluir en una poderosa corriente electoral que desplazará a la 4T en 2024. La descomposición social del modelo 4T como una oferta para mejorar el país se confirmó. Pensar que el próximo gobierno dependerá únicamente del apoyo electoral de los beneficiarios de programas sociales es entregar el Estado a los intereses del narcotraficante. La 4T sigue gobernando porque controla el Ejecutivo y parcialmente el Legislativo como resultado de elecciones pasadas, pero cuya legitimidad es cada vez más cuestionada y puesta en duda.
La joya de la corona de López Obrador, en forma de Plan B para destruir el organismo electoral y apoderarse del conteo de votos, se ha estancado en la SCJN y parece estar en condiciones de ser revertida, por rechazo o por sobrepasar los plazos para cambios a la ley electoral. En cualquier caso, la furia presidencial está rebasando los límites de tolerancia de la sociedad. Insulta y ofende a quien se le pone delante. Ataca a los Estados Unidos, a los republicanos, a los demócratas y al gobierno por igual.
Desprecia la Cumbre Iberoamericana por odio, frustración y rechazo. Ya no quiere la mirada internacional sobre su comportamiento, sus planes y sus artimañas. Es un Presidente cada vez más acorralado que asume que la solución a su situación es tomar el poder. Y para eso se está preparando.
La imaginación febril puede idear muchas estrategias de salida, una cada vez más loca que la otra. Pero todo parte de una realidad que la mente dislocada reconoce. En México la sociedad se está organizando de manera desigual, compleja y en función de diferentes coyunturas, pero con una gran coincidencia: el movimiento que llevó a López Obrador a la Presidencia fracasó y debe ser reemplazado por una fuerza capaz de establecer nuevos vasos comunicantes. , con nuevas políticas y una visión de unidad nacional.
Tras la tormenta que se avecina, el resultado arrojará un nuevo pacto social de gobierno, entre amplios sectores de la diversidad social del país, para que México retome su rumbo hacia la normalidad democrática y constitucional. A pesar de la presión para establecer un régimen autoritario, México resiste.
Ricardo Pascoe Pierce
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep
MAÍZ
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