A propósito del INE y la educación cívica en México

Durante estos días de noviembre, el país atraviesa nuevamente una zona de turbulencia política y social que encontró, en la coyuntura de la discusión de reformas constitucionales en materia electoral, un ambiente propicio para desatar múltiples opiniones sobre los límites y parámetros de nuestro la convivencia democrática y la importancia de las instituciones.

A la fecha en que escribo este artículo, considero que no corresponde a un servidor realizar un análisis del contexto político, implicaciones legales o reacciones que esta iniciativa suscitó en importantes sectores y voces de la sociedad. Ya hay mucha información circulando al respecto. Vale la pena leer, escuchar y analizar detenidamente los hechos y formarse un criterio propio.

En mi caso, simplemente prefiero aprovechar esta coyuntura porque me parece que, en el fondo, tiene todo que ver con reflexionar sobre una de las funciones, no del todo visibles, que también cumplen los órganos electorales en las democracias modernas en cuanto a su El cuestionamiento actual en México.

Me refiero a la función de impulsar planes y programas para el desarrollo de la cultura cívica de la población como uno de los ejes complementarios al ejercicio de la llamada democracia electoral. En efecto, más allá de ser los encargados de organizar y calificar los procesos electorales, un aporte relevante que también compete a estos órganos tiene que ver con el diseño de estrategias sociales para consolidar la educación cívica no solo del electorado sino de todos los sectores. de la población.

Si bien esta tarea parece ambiciosa y no podría imaginarse sin el brazo complementario de los sistemas educativos, los órganos electorales de las democracias de América Latina -y en buena parte de la órbita global- han venido colocando como una de sus principales preocupaciones asegurar que la población, incluyendo por supuesto a los niños, niñas y adolescentes, conocen desde un sentido práctico la pertinencia de las instituciones, los principios que rigen la participación democrática y la razón de ser de los poderes públicos.

Las estrategias de promoción de la educación cívica que impulsan estas organizaciones están encaminadas a sembrar en la sociedad un involucramiento cada vez más activo en las decisiones públicas que les afectan, así como saber y saber exigir parámetros de rendición de cuentas a los partidos políticos y gobernantes.

En el caso de México, el Instituto Nacional Electoral diseñó la Estrategia Nacional de Cultura Cívica 2017-2023 (ENCCIVICA) que, si bien no es la primera en su tipo y se acompaña de otros ejercicios igualmente relevantes como la Consulta Nacional por la Niñez y la Adolescencia Juventud, su propósito es desarrollar acciones para construir una ciudadanía informada y propiciar espacios para la discusión de los asuntos públicos.

Según sus propias definiciones, ENCCIVICA busca cambiar las actitudes de los ciudadanos sobre la forma en que se concibe “lo público”. Me llama positivamente la atención que esta estrategia nacional se sustente en unos principios que a mi juicio representan verdaderas excepciones a la regla dentro de la árida gama de instrumentos normativos y redacciones institucionales que se suelen producir desde el nivel gubernamental; cuya lectura muchas veces resulta en tecnicismos fríos o alejados del lenguaje ciudadano.

Digo esto primero, porque la estrategia basa sus objetivos y acciones en el principio de la Verdad respecto al carácter objetivo e imparcial que debe regir el conocimiento de los asuntos públicos por parte de la población, especialmente los relacionados con el contenido real de los derechos humanos. y una perspectiva ampliada del derecho a la información.

En segundo lugar, porque se enfatiza reiteradamente el principio del Diálogo, cuyo enfoque dentro de la mencionada ENCCIVICA busca potenciar los espacios en el territorio nacional -en especial los de la familia, la escuela y la comunidad- para generar debates de calidad y conversación constante. crítica a la pertinencia de los valores democráticos que el país necesita preservar y consolidar a nivel individual y colectivo, más allá de lo que se enseña formalmente en las aulas como parte de los planes y programas de estudio.

En este sentido, y sin adentrarnos más en el contenido y estructura de dicho documento, me parece que la ENCCIVICA debería representar un pretexto más para reflexionar sobre el papel básico que corresponde a órganos electorales como el INE, en la tarea de construyendo ciudadanía. , que por cierto no se logra a través de reformas o decretos.

Me quedo pensando que ambos principios a los que hoy me refiero representan elementos que nos invitan a una reflexión menos coyuntural y más de largo plazo en medio de la polarizada realidad que nos atraviesa.

Si sabemos leer bien la crisis, el protagonismo de los partidos políticos y de los poderes públicos no debe recaer –como siempre ocurre– en el protagonismo de los partidos políticos. La clave, en mi opinión, sigue siendo la base social desde la que niñas, niños y jóvenes representan ese público estratégico al que deben dirigirse todas las miradas y objetivos posibles.

¿No necesitamos un verdadero diálogo ya la vez más verdad en el diálogo democrático? ¿Dónde está la voz de los niños, niñas y adolescentes en medio de esta efervescencia social? ¿Con qué eficacia se cultiva su participación informada en asuntos de interés nacional? ¿Se les está explicando con criterios objetivos lo que pasa en el país? ¿Qué sabes sobre el comportamiento actual de las instituciones que nos gobiernan? ¿Cuál sería su opinión sobre la marcha que tuvo lugar el pasado domingo?

Estas preguntas que parecen lanzadas al aire, las formulo con la intención de cuestionarnos nuevamente quién debe ser el actor fundamental en la transformación de la educación y la cultura ciudadana en México. No cabe duda que para ello se requieren sólidas estrategias, principios e instituciones, pero en mi opinión estas condiciones constituyen el medio, el fin son los 38 millones de niñas, niños y adolescentes que hoy viven en nuestro país.

POR ABRAHAM MADERO MÁRQUEZ
ABOGADO. ESTUDIANTE DE DOCTORADO EN DERECHO POR LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA. DIRECTORA EJECUTIVA DEL INSTITUTO TEMPRANO DE THINK TANK MEXICANO
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CAMARADA

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