Hoy -y especialmente en América Latina— hay un desencanto con las democracias liberales. Y es que, a pesar de que han elevado el bienestar de los individuos, no han sido capaces de eliminar la desigualdad social.
El liberalismo y la democracia no han logrado generar sociedades igualitarias y distribuir equitativamente el ingreso.
La crisis sanitaria y la recesión han alimentado una nueva ola de incertidumbre. En un escenario de inestabilidad global, al posponer la implementación de medidas para frenar la corrupción, se exacerba la degradación de los sistemas y se fortalecen los regímenes autoritarios.
El Índice de Percepción de la Corrupción clasifica a 180 países según el nivel de percepción de corrupción en el sector público, en una escala de cero (muy corrupto) a cien (menos corrupto). La puntuación media general se mantiene en 43 puntos.
Los devaneos de las nuevas generaciones con cócteles molotov, que incluyen rasgos de populismo autocrático, wokismo y algunos movimientos feministas, los han llevado a adoptar posiciones iliberales y antidemocráticas. Al mismo tiempo, continúa un proceso de degradación de los derechos humanos y de las instituciones democráticas del país.
El gobierno de López Obrador aprovechó ese descontento para llegar a la Presidencia con un nuevo partido. Su discurso ha estado marcado por la lucha contra la corrupción, pero sus resultados son prácticamente nulos.
Por tercer año consecutivo, México se estancó en 31 puntos, por debajo del promedio mundial y África subsahariana. ellos nos superan Kenia, Nigeria y Zambia en África y El Salvador, Panamá y Perú en América Latina.
La encuesta más reciente de Latinobarómetro también muestra que los mexicanos tienen una propensión sui generis a los regímenes autocráticos con liderazgo unipersonal. Nuestros sueños incluyen al tlatoani que viene a solucionar nuestros problemas. Nos miente, pero también nos da esperanza.
Lamentablemente, el apoyo a la democracia se ha desplomado; de manera pronunciada en las clases medias urbanas, donde los individuos no necesariamente se identifican con ningún partido político.
En México, el apoyo a la democracia ha caído del 63 por ciento en 2002, en el clímax de la larga noche neoliberal, al 43 por ciento.
en 2020. Solo el 33 por ciento está satisfecho con este sistema de gobierno.
Veintidós por ciento de los mexicanos cree que un régimen autoritario puede ser preferible a uno democrático, y solo 55 por ciento se opone a un régimen militar bajo cualquier circunstancia.
La oposición no puede renunciar a la defensa de las instituciones liberales. La estridencia morenista se va a agudizar en lo que resta del sexenio.
La oposición deberá volver a la defensa de la institucionalidad democrática, a la protección del pluralismo ya la promoción de las libertades.
POR ALEJANDRO ECHEGARAY
COLABORADOR
@aechegaray1
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