Alcaraz-Tsitsipás: crónica de un atropello

Los espectadores todavía se asoman por los vomitorios de Philippe Chatrier.

Se han tomado un Chardonnay y unos canapés, una merienda rápida en Roland Garros tras las emociones de Djokovic-Kachánov (el serbio ha necesitado cuatro sets para noquear al ruso), y acceden rápidamente a la grada para el turno de noche, y en ese Brevemente , Stéfanos Tsitsipás (24) ha endosado tres aces a Carlos Alcaraz (20) y, de una vez, ha marcado el primer juego.

¿Qué hace Alcaraz?

Responde con fuerza.

Tres minutos después se ha concedido su saque.

Y luego le rompe el servicio a Tsitsipás. Y a partir de ahí, el juego no es un juego, sino un ultraje.

En un santiamén, en apenas 2h12m, Alcaraz sofoca la rebeldía de la escultura griega, un tenista que roza la excelencia pero se queda corto, acumula tantos tiros al poste.

La excelencia la pone Alcaraz, el adolescente que finalmente, a altas horas de la noche en París, se encuentra con Novak Djokovic en la semifinal del viernes, según tantas finales esperadas.

-Tengo muchas ganas de jugar a ese juego, es posiblemente uno de los rivales más duros que existen, ¿no? -dice Alcaraz tras su triunfo.

(…)

Alcaraz pone arte y oficio en cada uno de sus puntos, un festival de derechas, tiros al suelo y pases que el primer set da en apenas media hora y aturde a Tsitsipás, todo eso le sobra, y apura la cronista, obligado a elaborar un relato sobre la fuga, un Comida rápidaa Desplazarse o una miniserie, todos esos formatos que tanto apasionan a nuestros jóvenes.

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Alcaraz, el volcán líder del circuito mundial, es ‘nueva escuela’: rapidito lo quiere todo

Quickie lo quiere todo, y así es como los cachorros aplastan a los miembros de la pandilla. Próxima generaciónla generación perdida que ha servido de relleno al bocadillo entre los tres grandes y los más jóvenes, gente como Alcaraz o Rune: si Djokovic ha devorado a Kachánov, Tsitsipás empieza a temblar de cara al murciano.

El asunto es doloroso, una afrenta a Tsitsipás, que ya vivió algo así no hace mucho (en abril, en la final del Trofeo Godó) y no sabe recomponerse.

Esto es un paseo por Alcaraz y una fiesta para el público.

París lamenta la ausencia de Nadal, la leyenda que descansa en Manacor, convaleciente de su operación de iliopsoas, pero celebra la explosión de Alcaraz, la maravilla que maltrata a Tsitsipás como ha maltratado antes a Musetti o Shapovalov, notables tenistas cuya presencia empequeñece ante la murciano.

Tsitsipás es el quinto tenista del mundo, y ha sido finalista aquí mismo, en París, en 2021 (perdió ante Djokovic).

Y lo intenta.

El griego bufa, saca a la T y luego muy angulado, y Alcaraz llega a todo, parece un velocista encapsulado en una cancha de tenis.

Tsitsipás dice que jugar en tierra batida es como pintar en un lienzo, pero ahora está desesperado, y por eso manda una volea a la grada cuando el balón llegaba fluido, en medio de la cancha y con todo el espacio del mundo. , y luego se enfrenta con su caja, porque aún queda mucho partido (está 3-1 abajo en el segundo set) y sin embargo ya se ve fuera de Roland Garros.

“Maldita sea”, parece decirse, mientras maldice su mala suerte, la desgracia de haber coincidido en tiempo con Nadal y Djokovic y, ahora también, con Alcaraz.

-¿Cómo lo haces? Marion Bartoli le pregunta más tarde.

-La clave es creer en uno mismo -responde Alcaraz, que ha estandarizado la respuesta.

La desgracia de Tsitsipás enfada al parisino, que se pone de su lado: ha pagado mucho por este turno de noche, un partido que vuela hacia un vertiginoso desenlace.

–Habrá sido un partido muy corto, pero el espectáculo es fantástico –dice un compañero en el palco de prensa.

A esa hora, la noche aún no se ha cerrado sobre París.

París celebra cada punto del Griego, que la noche no se rompe.

Allez, Stefanos –grita alguien.

Tsitsipás se entretiene. No sale nada. Cabreado, se despide del segundo set: lo hace con doble falta tras conceder una amonestación.

Alcaraz va a lo suyo. Llevamos 1h05m y el segundo set ya está anotado: diez de los últimos once partidos han sido ganados y no van a soltar a su presa (en un santiamén suman otros tres).

Decepcionado, Tsitsipás solo quiere que la arcilla se lo trague. Finalmente gana un juego y pide aplausos. Él levanta los brazos.

París aplaude al vencido, que sólo ofrece resistencia en la recta final, cuando salva cinco puntos de partido, dos de ellos en el tie break del tercer set.

Sonrojado, al salir, pasa junto a la escultura que Jordi Díez esculpió para Rafael Nadal.


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Sergio Heredia


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