La diplomacia intenta enfriar la polémica por las palabras del presidente contra Estados Unidos y su acercamiento a Rusia.
Al cumplir cien días de gobierno, la coalición del Partido de los Trabajadores evalúa un balance de lo realizado. Para Lula da Silva la política exterior era una prioridad sacar a Brasil del aislamiento y punto central de su diferenciación con Bolsonaro. Así lo expresó en su campaña y lo manifestó con su presencia en la Conferencia de Cambio Climático COP 27 en Egipto, donde fue una superestrella.
Durante la campaña expresó que la polarización en Brasil no fue negativa pero sí mucho mejor que en países monopartidistas como Cuba o China. También habló de la corresponsabilidad de Ucrania y Rusia al inicio de la guerra, sin tener en cuenta la invasión territorial lanzada por Putin. Luego corrigió el rumbo.
Una vez que asumió la presidencia, nombró canciller a Mauro Vieyra y asesor especial internacional a Celso Amorín, dos diplomáticos aguerridos y de larga trayectoria.
La expectativa del viaje a China era muy importante por la relación comercial y su trascendencia política. Lo más llamativo es que, estando en China en visita de Estado bilateral, habló en medios públicos sobre la guerra hacer que Estados Unidos y Europa rindan cuentas. Un tema difícil y delicado porque China apoya a Rusia.
Toda mediación de un grupo de paz a crear requiere cierta neutralidad en los pronunciamientos. Las declaraciones de Lula aumentan la presión sobre EE.UU. y Europa como proveedores de Ucrania en el conflicto.
Desde Abu Dabi insistió en que EEUU no debe fomentar la guerra y empezar a hablar de paz. Las respuestas que llegaron también fueron duras y precisas, tanto de los portavoces del gobierno de Joe Biden como del exembajador en Brasil Tom Shannon.
Los padres fundadores del derecho internacional Francisco de Vitoria (1546), Suárez (1617) y Hugo Grocio (1645) se preocuparon por fijar reglas y límites a los enfrentamientos armados, que muchas veces se iniciaban en aquellos tiempos remotos a través del ejercicio de la palabra. .
La prudencia política dice que hablar públicamente de terceros países mientras se visita otra nación no es conveniente. Menos aún si son dos países que están en guerra.
paños fríos
La mayoría de los brasileños, según la encuestadora Quaest, piensa que el presidente debe enfocarse en los problemas de su país (59%) y en resolver el conflicto (35%).
Dadas las repercusiones de las declaraciones de Lula tanto en Estados Unidos como en Europa, Diplomacia brasileña decidió realizar control de daños preciso poniendo paños fríos a las diferentes manifestaciones.
No fue fácil porque a su regreso de China estaba prevista la visita del canciller ruso para recorrer la región, visitando Brasil, Venezuela, Cuba y Nicaragua. En su despedida, Sergei Lavrov dijo que ambos países tienen una visión común del conflicto.
Amorim también afirmó que Brasil no está obligado a seguir todas las opiniones de EE.UU. El excanciller contactó a Jake Sullivan, jefe del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, para discutir la situación. Entregó un largo reportaje a Folha de São Paulo donde abundó sobre la oposición a crear nuevamente una guerra fría en estos tiempos, reconociendo la actitud de EE.UU. en las recientes elecciones brasileñas.
En Brasil también hay opiniones minoritarias que apoyan la idea de “desoccidentalizar” la política exterior y tomar un camino que atraviese los continentes para unirse con China y Rusia. El presidente viaja a Portugal y España. Verá qué mensaje tiene para Europa o si reitera lo dicho en China. Otra cita pendiente es el reemplazo de Unasur en el contexto regional.
En la búsqueda del protagonismo, Lula se lo ha dado a sí mismo ya su liderazgo. No era necesario crear un clima de declaraciones públicas y respuestas que no ayudan a entender. La independencia de criterio y los derechos soberanos son valores que Brasil ejerce como nación libre. Hacia dónde se dirige la política exterior de Brasil, el futuro lo dirá. Los acontecimientos recientes añaden más confusión que certeza.
*El autor fue embajador argentino en Brasil, España y la OEA