así se vive en el país que puede ser escenario de la próxima guerra mundial

El shopping del emblemático edificio Taipei 101, una mole de hierro y vidrio de 506 metros con 106 pisos donde algunas de las marcas más exclusivas del mundo tiene sus tiendas, explota de gente. Cientos de taiwaneses entran y salen cargados de bolsas. Hay niños que se sacan fotos con un enorme koala rosa, chicas que caminan de la mano con un bubble tea (té de perlas de tapioca) en la otra, dos chicos que se besan, y un nene con una remera verde que dice Messi y tiene el 10 en la espalda que descansa en un banquito con su mamá.

​Afuera el calor es sofocante.

Es otoño pero en esta isla tropical de Asia, repleta de vegetación selvática y montañas, ubicada en el trópico de cáncer, altura México, parece verano. Un centenar de jóvenes gritan emocionadas frente a una boyband de K-Pop que baila en una tienda de Revlon. El termómetro del edificio de Panasonic, en el distrito Xinji, marca 33 grados y a pesar de eso, todos -absolutamente todos- usan uno o dos barbijos.

Taiwan

Es octubre de 2022 y en gran parte del planeta la pandemia de coronavirus y las medidas para combatirla ya son historia, pero no en Taiwán. Acá viven como en marzo de 2020. 

Todos los peatones usan barbijo. Los ciclistas también. La gente que maneja motos tiene tapabocas debajo de sus cascos. Los que hacen deporte también. Hasta los que manejan sus autos y van solos con las ventanas cerradas y el aire acondicionado a todo lo que da lo usan.

En cada puerta hay un dispenser de alcohol en gel con un plus: cuando uno coloca su mano para recibir la descarga de sanitizante, la máquina también arroja la temperatura corporal. Lo cotidiano está atravesado por el Covid.

Pero otro tema atraviesa aún más profundamente la vida de las más de 23 millones de personas que habitan este suelo: China.

El gigante asiático reclama la isla de Taiwán como propia y bloquea cualquier intento del país de sumarse a organismos internacionales como las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud. Despliega una diplomacia agresiva para que pocos países de mundo tengan embajadas taiwanesas en su territorio.

No importa la escala del evento: el lobby del gigante comunista dice presente ya sea en un concurso de belleza para impedir que una Miss Taiwán desfile en un evento, en un congreso de Interpol o una reunión internacional de enfermeras.

Ahora, tras su reelección para un inédito tercer mandato, que lo eleva a la categoría de una suerte de rey con pretensiones vitalicias, el presidente chino Xi Jinping lanzó una amenaza directa contra los taiwaneses. Dijo que «jamás renunciará al uso de la fuerza» para conseguir la reunificación de Taiwán y criticó la «interferencia» de «fuerzas externas» en la isla.

«Resolver la cuestión de Taiwán es un asunto del pueblo chino y debe ser resuelto únicamente por el pueblo chino. Intentaremos buscar la perspectiva de una reunificación pacífica con la máxima sinceridad y los mayores esfuerzos», definió, categórico, en el discurso inaugural del Congreso del Partido Comunista Chino.

Las palabras de Xi no sorprendieron a nadie en Taiwán. Las esperaban. Los habitantes y los gobernantes de la isla lo dicen sin vueltas: creen que serán invadidos por China en los próximos años. Y se están preparando para resistir.

Así se lo confió a Clarín y a un grupo de periodistas internacionales que visitó la isla el ministro de Asuntos Exteriores, Joseph Wu: “La amenaza para Taiwán es real, la sentimos y sabemos que es urgente y por eso nos preparamos para que el peor día llegue”, advirtió.

«Taiwán no es China», un cartel en una manifestación durante la visita de Nancy Pelosi. Foto Reuters.

En el mientras tanto, Taiwán se arma, se entrena, busca reforzar sus vínculos comerciales y militares con Estados Unidos, invierte tiempo y dinero para mantenerse como el principal productor de microchips (semiconductores) de todo el mundo, y libra una batalla silenciosa por ser reconocida internacionalmente como un país independiente, un reclamo que hasta ahora solo 14 países del mundo han escuchado.

Taiwán -cuyo nombre oficial es República de China (ROC)- solo es reconocido por Belice, Guatemala, Haití, Honduras, Islas Marshall, Nauru, Palaos, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Vaticano, Suazilandia, Tuvalu y Paraguay.

La Argentina no reconoce a Taiwán, que tiene en nuestro país una oficina Comercial y Cultural, a cargo del embajador Miguel Li-jey Tsao, ubicada a pocos metros de la Casa Rosada. La oficina en un cuarto piso es el centro neurálgico de los casi 3 mil taiwaneses que residen en el país, muchos de ellos llegados en la década del 80, huyendo en medio de rumores de una potencial invasión china a la isla. Un fantasma que regresa, una vez más.

Pronóstico de guerra, Ucrania y Nancy Pelosi

Una posta militar en el islote de Shihyu visto desde las defensas ubicadas en las costas de Lieyu cerca de la isla Kinmen en Taiwán, en punto más cercano del país con China. Foto AFP.

La identidad de los taiwaneses está forjada por las tensiones con China desde sus comienzos. Es que el país, como tal, se levantó en la isla en 1949 como el refugio de los nacionalistas del partido Kuomintang, que huyeron de la China continental tras el triunfo de la revolución cultural de Mao Tse-Tung y el partido comunista.

Comandados por Chiang Kai-shek, se instauró una dictadura y la ley marcial. La época se conoció como “el terror blanco”. Había censura y se persiguió a disidentes.

El Kuomintang se presentaba como el legítimo gobierno de la República de China (ROC), en contraposición con la República Popular de China (RDC), y no se resignaba algún día a retomar el control continental tras una hipotética caída del partido comunista que jamás ocurrió.

Tras la muerte del dictador, en 1975, asumió su hijo Chiang Ching-kuo que -presionado por la sociedad taiwanesa que pedía una apertura- inició un proceso de democratización que culminó en la presidencia de Lee Teng-hui, también llamado como el «padre de la democracia» en Taiwán.

En pocas décadas, el país se transformó en un faro democrático y de libertades civiles en toda Asia, y también en la 22° economía del mundo, gracias a la potencia de su industria de electrónica de microchips. Taiwán controla el 92% del mercado de semiconductores de alta complejidad del mundo (de 5 nanómetros) y más del 62% en los chips regulares.

Su nave insignia es la empresa privada TSMC (Taiwán Semiconductor Manufacturing Company). Sus microchips están en un sinnúmero de productos, desde celulares, autos y aviones, hasta complejos misiles y sistemas de defensa. Y se fabrican en decenas de fábricas distribuidas en la isla, pero también en China, Corea del Sur, Japón y otros países en los que el know how taiwanés se traslada.

A lo largo de todos esos años hubo peleas, pero también acercamientos con China. Un dato sirve de ejemplo: más del 42% de las exportaciones taiwanesas tienen a ese país como destino. Y hay más de un millón de taiwaneses que residen en China y trabajan para empresas de su país.

Sin embargo, ese vínculo incómodo pero al mismo tiempo aceptado, conocido en política internacional como el status quo del estrecho de Taiwán, ahora parece haber llegado a un punto de no retorno tras la unción de Xi Jinping para un inédito tercer mandato en el poder.

La guerra acecha, coinciden fuentes gubernamentales, militares, diplomáticas y de organizaciones civiles consultadas por Clarín a lo largo de un viaje de siete días en Taiwán.

Los funcionarios del Instituto Nacional de Defensa son directos. “Siempre está latente un ataque chino, desde la invasión de Rusia a Ucrania estamos más aletas a la posibilidad de una guerra”, reconoce Min-Shin Shen, director del organismo. “No queremos la guerra pero tenemos la amenaza china en la cabeza”, aclara.

Y responsabiliza a la cúpula del Partido Comunista Chino por no apoyar una salida pacífica a las diferencias entre ambos países. “Beijing se niega a hablar”, dice. En China responden que no hay nada que hablar: que Taiwán fue, es y será una provincia suya. 

Los pronósticos de este think tank que depende del gobierno no son auspiciosos: proyectan que en 2027 podría haber una invasión a Taiwán. “Siempre está el fantasma ahí, y con Xi Jinping reelegido, la invasión es posible”.

En Estados Unidos son aún más pesimistas y afirman que la administración de Joe Biden debe estar preparada para que China actúe militarmente en Taiwán antes de 2024.

Así lo dijo Mike Gilday, jefe de operaciones navales de la Marina de EE.UU.: «Cuando hablamos de la ventana de 2027, en mi opinión, debería ser 2022 o potencialmente 2023«, afirmó el militar al diario Financial Times. «No quiero ser alarmista», dijo, ironía mediante, alarmando a todos.

En la misma línea se expresó uno de los funcionarios norteamericanos más poderosos, el secretario de Estado Antony Blinken, quien recientemente manifestó que China está «decidida a buscar la reunificación en una hoja de ruta mucho más rápida”.

Ese panorama se completó con la reciente publicación de un documento del Pentágono que afirma que “el desafío más serio para la seguridad nacional de Estados Unidos es el esfuerzo coercitivo y cada vez más agresivo de la República Popular China para remodelar la región del Indo-Pacífico y el sistema internacional para adaptarlo a sus intereses y preferencias autoritarias”.

Sobre todo, dice el Pentágono, por su “cada vez más provocativa retórica y actividad coercitiva hacia Taiwán”.

¿Qué cambió para que esta pacífica isla tomara de repente tanta relevancia internacional? Una primera respuesta es Ucrania.

Una guerra a gran escala transmitida las 24 horas en pleno 2022 de un socio de China, como Rusia, y un amigo de Xi, como Putin, contra un país vecino, Ucrania, reclamándolo como propio, agitó los peores recuerdos.

Por las calles de Taipei, todavía se ven banderas ucranianas en solidaridad con los ciudadanos de ese país. “Resistamos a China. Libertad ya”, se lee en la vidriera de una librería del distrito de Zhongzheng, decorada con los colores del estandarte azul y amarillo.

Una persona camina frente a banderas a favor de la independencia de Taiwán con los colores de Ucrania en las calles de Taipei, la capital del país. Foto AFP.

“Lo que paso en Ucrania puede pasar en Taiwán”, reconoce a Clarín el canciller taiwanés. “Es difícil para nosotros decir que un país que sufrió una guerra es una inspiración para nosotros, no iría tan lejos, pero si uno ve la voluntad de los ucranianos para defender su libertad son realmente inspiradores para los taiwaneses”, reconoció.

Otro punto que agitó las tensiones tiene nombre y apellido: Nancy Pelosi.

La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes a la isla de Taiwán a principios de agosto disparó la ira China y un impresionante despliegue militar del gigante comunista en el estrecho de Taiwán que puso en alerta a todo el planeta.

No hace falta ir lejos para adentrarse en el repudio chino al suceso, basta con leer una columna de opinión publicada por el embajador de China en la Argentina, Zou Xiaoli, en Clarín. Se titula “El principio de ‘Una Sola China’ es una línea roja indesafiable”.

Allí el diplomático sentencia:

-“EE.UU. incumplió sus promesas, se entrometió brutalmente en los asuntos internos de China, socavó la soberanía, la seguridad y la integridad territorial de China, causó la confrontación entre bloques, dejando constancia del matonaje que impone, lo cual lo convirtió en el mayor destructor de la paz en la actualidad”.

”La trayectoria histórica de la cuestión de Taiwán es muy clara, y el hecho y el statu quo de que ambos lados del estrecho de Taiwán pertenecen a una misma China también son muy claros”.

-”La cuestión de Taiwán se generó por la debilidad e inestabilidad del país en el pasado, pero se resolverá durante el proceso de revitalización de la nación. Cualquier país, fuerza y personalidad, con ilusiones de obstruir la reunificación de China, sabotear el desarrollo y la revigorización del país, manipular la confrontación regional y confundir a su capricho lo correcto y lo erróneo, están condenados a fracasar estrepitosamente”.

Taiwán tiene una oficina dedicada exclusivamente a tratar los asuntos con China. Se llama Mainland Affairs Council (cuya traducción sería Consejo de Asuntos del Continente) y es una agencia administrativa, con rango de ministerio, que depende de Presidencia y articula las tensiones entre la isla y el continente chino.

“La situación no es calma. China insiste con el principio de Una sola China. Si aceptamos eso quiere decir que…

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