La Comisión Europea entregará a finales de junio la primera versión de su propuesta legislativa sobre el euro digital, que el consejo de gobierno del Banco Central Europeo debería aprobar en octubre.
A partir de ese momento, el BCE daría paso a la siguiente fase de desarrollo y pruebas piloto, mientras el trío institucional -Consejo Europeo, Comisión y Parlamento- iniciaba el proceso legal. Justo a tiempo para que, si nada sale mal, se apruebe antes de las elecciones europeas de junio de 2024. Con este calendario, se espera que entre 2026 y 2027 el nuevo instrumento de pago sea accesible en los países de la eurozona.
Entender qué es el proyecto del euro digital requiere primero decir qué no es: NO es una criptomoneda. Dicho esto, ¿qué será? Una representación digital de la moneda fiduciaria europea emitida y respaldada por el BCE. Tendrá, por tanto, la garantía que da al euro físico su valor como moneda. Ha sido concebido con este atributo de credibilidad, en un mundo de creciente digitalización en el que proliferan nuevos (e imaginativos) instrumentos no supervisados ni regulados, algunos de ellos volátiles y muchas veces delictivos. En esta medida, el euro digital se justifica como un antídoto contra bitcoin y sus imitadores, que han absorbido una parte de la oferta monetaria.
La motivación básica, tal y como la define el primer estudio lanzado en 2019, no es otra que la de facilitar la coexistencia entre el dinero del BCE y otros medios de pago existentes o futuros. Sin decirlo expresamente, los diseñadores del euro digital lo conciben como una suerte de “Bizum con alcance europeo [inexistente] pero de carácter público. Lo que sí indican nominalmente es que la mayoría de las transacciones electrónicas expresadas en euros se basan en dos medios de pago, Visa y Mastercard, ambos propiedad de empresas estadounidenses.
Sus diseñadores lo conciben como una especie de Bizum europeo de carácter público
Aquí es donde entra en juego la noción de soberanía. Según Fabio Panetta, miembro del consejo del BCE y portavoz en esta materia, «para salvaguardar la estabilidad financiera es necesario que el dinero del banco central europeo sea el corazón del sistema y que estemos en un posición para ofrecer a los ciudadanos un sistema de pago digital sin riesgos que puedan utilizar de forma gratuita en cualquier lugar de la eurozona”.
La digitalización de la actividad económica ha permitido que diferentes medios de pago privados compitan con el efectivo, pero es deseable la existencia de una alternativa pública que, recíprocamente, compita con ellos. Un rumor recurrente anuncia el declive del efectivo: es cierto que una economía digitalizada genera esta tendencia, pero también es cierto que, en veintiún años de circulación, el dinero del BCE se ha multiplicado por siete hasta representar 1,6 billones de euros. La cifra crece a un ritmo del 10% anual, mientras que el dólar crece al 6,5% y la libra al 5,2%. La muerte anunciada de Cash no parece estar cerca.
Sin embargo, el efectivo está perdiendo peso en las transacciones minoristas. Ha caído del 79% en 2016 al 59% en 2022, según un informe del BCE. Al mismo tiempo, la proporción de personas que prefieren pagar en efectivo se ha reducido del 32% al 22% en esos seis años. La digitalización de la sociedad implica que todos los ciudadanos tengan derecho a pagar digitalmente, pero actualmente no existe un único método de pago digital que sea aceptado en toda la UE.
Un riesgo de la proliferación de instrumentos de pago no supervisados es que podrían precipitar una fragmentación del sistema. El euro digital es la solución, según Panetta, porque «proporcionará a los intermediarios financieros una plataforma para desarrollar y ofrecer servicios innovadores en toda la zona euro».
El euro digital se justifica como antídoto contra bitcoin y sus imitadores, que han absorbido la oferta monetaria
A la hora de desarrollar estos servicios, los bancos y otras entidades podrían presentarlos como propios, de acuerdo con sus respectivos modelos de negocio, pero con un único cimiento, la expresión digital del euro.
Hay un elemento de marca en ello. El euro es la moneda única en 20 países (más otros que, sin ser miembros de la UE, la han adoptado). Como unidad fiduciaria es lo mismo, pero en la práctica la única integración de los mercados minoristas digitales es la que ofrecen dos sociedades offshore, lo que se cataloga como una carencia del modelo de construcción europeo.
Otro punto clave -y fuente de controversia- es cómo participarán los bancos privados llamados a distribuir el euro digital. Y, de paso, cómo se regularán las comisiones. Técnicamente, el modelo de distribución está definido, lo que no quiere decir que satisfaga a todo el mundo: los bancos y otras entidades intermediarias serán los encargados de captar a los usuarios y facilitar un monedero virtual a quienes cumplan los requisitos (sean o no ciudadanos europeos o empresas). . residentes que tengan cuentas abiertas en un banco europeo) y no sean sospechosos de lavado de dinero, entre otros.
El formato será un monedero digital que se cargará con una cantidad de euros a determinar; Ha sido desarrollado dentro del ecosistema y se pondrá a disposición de los bancos para que lo incorporen a su oferta de apps.
Técnicamente, el modelo de distribución está definido pero los bancos quieren ser compensados
Está previsto un modelo de marca blanca para aquellos que no tienen capacidad ni voluntad de desarrollo, pero cada banco podrá identificar su cartera como propia. Algunos han adelantado sus reticencias sobre el límite que se podría guardar en un monedero: según el proyecto, entre 1.000 y 3.000 euros. No es una discusión baladí, ya que cuantos menos euros mejor para los intermediarios.
¿Cómo se explica? El euro digital será un medio de pago, no una forma de inversión o ahorro. A diferencia de los depósitos, que son un pasivo de cada banco sobre el que puede ofrecer crédito, los euros digitales serán un pasivo del BCE que cada entidad asignará a la cuenta de su cliente. El banco gestionará la solicitud, pero el dinero no aparecerá en tu saldo, por lo que no podrás realizar ninguna transacción con esos euros. El BCE supone que los intermediarios podrían agudizar su inventiva para desarrollar servicios de valor añadido sobre este medio de pago. Teóricamente, porque en este momento los bancos están preocupados por otra cosa: cómo van a ser compensados por su papel de distribuidores.
El BCE ha llevado la elaboración técnica a un punto de detalle que deja las decisiones políticas a las instituciones de la UE. Un elemento que dará mucho que cortar es la privacidad de los datos, cuestión que ha dado lugar a la circulación de bulos sobre supuestas intenciones ocultas en el proyecto europeo. Panetta ha respondido en varias entrevistas que “los intermediarios, obviamente, están obligados a cumplir con la dilatada legislación europea sobre la custodia de los datos de sus clientes; Por su parte, el BCE no recogerá ni almacenará más datos de los estrictamente necesarios para el funcionamiento del sistema”.
pruebas piloto
De ‘Bidencoin’ a ‘e-naira’
A fines de 2022, diez países, además del Banco Central Europeo, tenían proyectos de CBDC (moneda digital del banco central) en marcha y treinta habían completado estudios preliminares de factibilidad, señala un informe del Banco de Pagos Internacionales (BIS). Las tres monedas internacionales de reserva -dólar, euro y yuan- presentan grados de implementación muy diferentes en sus versiones digitales. El caso más avanzado es el e-yuan chino, cuyo proyecto data de 2014 y se estima que su penetración actual equivale al 0,13% del total de divisas. Para las autoridades, la moneda digital es una forma de contrarrestar la popularidad de dos sistemas de pago privados, WeChat y Alipay.
En Estados Unidos, la suposición de un dólar digital, ya de por sí compleja, se ha mezclado con la discusión sobre las criptomonedas, que tiene adeptos y detractores. La desinformación ha jugado un papel: circula una campaña con el sobrenombre de ‘Bidencoin’ para desacreditar una idea que, en todo caso, no depende de la Casa Blanca sino de la Reserva Federal. Para Reino Unido, la propuesta del ‘de-pound’ era supuestamente una oportunidad para reforzar el Brexit, pero el proyecto del Banco de Inglaterra ha sido víctima de la inestabilidad de los gobiernos conservadores. Algo similar está ocurriendo en Suecia, donde un proyecto de corona digital bien elaborado por el Riksbank se ha congelado por desacuerdos dentro de la coalición de gobierno. Un caso destacable es el proyecto de Nigeria, formalmente motivado por objetivos de inclusión social en una sociedad con poca bancarización. Los constantes fallos de la infraestructura han provocado que la ‘e-naira’ sea considerada un fracaso.
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