Con la mínima, el Madrid marcó tres goles en Girona y se puso en ventaja. Ascendió a una posición que conoce de adentro hacia afuera. Son 85 años de vida en el campeonato de España y un reguero de títulos. El Girona ha iniciado su cuarta temporada en Primera División y durante tres días se ha permitido el placer de disfrutar de estar en lo más alto de la clasificación liguera. Dos caminos y una diferencia abismal de presupuestos los separan, pero el fútbol se ha construido con ese material. Es un modelo que se está acabando. Se disputó en Montilivi un partido que, lamentablemente, despedía olor a otra época. Incluso la patada criminal de Nacho a Portu parecía fuera de lugar y fuera de tiempo.
Todo indica que en poco tiempo, dos o tres años, el fútbol europeo se dividirá en tres divisiones, de mayor a menor, y comenzará la operación para derribar el actual sistema, donde los méritos cuentan. El Girona es el ejemplo perfecto, un club que ha hecho el trabajo con criterio y un equipo que no se resigna al papel de subordinado. Juega con ambición y buen gusto, sin especular ni encerrarte. No hay duda de sus méritos, pero su posición en el consejo geoeconómico del fútbol no le favorece. ¿Dónde estará el Girona cuando la Liga de Campeones sea sustituida por un sistema de competición que convertirá a las ligas nacionales en un triste sustituto de lo que eran?
Con la mínima, el Madrid anotó tres goles y ascendió a una posición que conoce
Mientras la dinámica del fútbol corre a favor de los grandes clubes, con el Real Madrid a la cabeza del sistema de castas, forjado por la avaricia de los negocios, Girona representa la importancia del mérito. Si esa función empieza a no tener valor, algo anda muy mal. Los intereses del fútbol se mueven en esa dirección y el Girona poco o nada podrá hacer para remediarlo, salvo disfrutar de este magnífico periodo.
El Madrid ha ganado mil partidos de este tipo. Las gana antes de lo que se merece porque tiene mejores jugadores que su rival y no se deja piedra a la hora de aprovechar las concesiones que recibe.
Daley Blind, que no jugó un buen partido, persigue a Bellingham.
Marcó en su primer disparo. Volvió a marcar en el segundo. Así de sencillo, con efecto demoledor para el Girona, que arrolló al Madrid con un sensacional partido en el primer cuarto de hora de partido, un torrente de fútbol que se saldó con el disparo de Tsygankov al palo y el error de Yangel Herrera en un cabezazo que Sonó como un gol por todos lados.
La respuesta a la exquisita actuación del Girona se concretó en un gol que puso de manifiesto las carencias de Daley Blind, que fue lento y pesado a la hora de bloquear el pase de Bellingham a Joselu. Un gran pase si se quiere, pero favorecido por la falta de respuesta del veterano central holandés, el eslabón más débil del Girona. Joselu, que no es Vinícius, pasó a Ciego sin el menor problema, como si no existiera. Fue un gol tan impactante que el Girona no se recuperó. De nada le sirvió su festival en los primeros minutos. El Madrid, sacando agua como pudo, entró en un panorama conocido: con ventaja ante un rival estupefacto. Aunque pelearon y frecuentaron la zona de Arrizabalaga, el Girona no salió del susto. Recibió el segundo cuando pensaba en el primero, de nuevo con Blind como protagonista del error. Su pasividad en el salto de Tchouaméni fue letal: un simple cabezazo, sin oposición, directo a la red. Blind es algo ilustre en el fútbol, por carrera y por herencia paterna, pero nunca ha sido una bala. En el crepúsculo, sus defectos son demasiado visibles. El Girona las pagó y las aprovechó el Real Madrid, que sabe latín cuando ofrece oportunidades en bandeja. De su juego apenas dejó huella.