9 junio, 2023

Uno de los aspectos más innovadores del proyecto de constitución en Chile es su carácter ecológico, la protección de la naturaleza y el uso sustentable de los recursos naturales.

De ser aprobada en el plebiscito del 4 de septiembre, la nueva Constitución reemplazará a la actual Carta Magna, promulgada en 1980 durante la dictadura.

En Chile es tema de un acalorado debate, y las últimas encuestas dan ventaja al rechazo. A nivel internacional, en tanto, se suma a la «Constitución Ecológica» el apoyo de académicos, activistas ambientales y organizaciones, por ser «un avance sustancial para el país, y un progreso regional y mundial».

“Este texto ha llamado la atención, sobre todo, de los expertos en estos temas, porque lo hicimos con una visión muy completa de cómo un país debe avanzar en la protección de la naturaleza, considerando todas las implicaciones de la crisis climática”, destaca. la bióloga y ex constituyente Cristina Dorador.

“La crisis climática y ecológica es uno de los mayores problemas que enfrenta la humanidad en este momento. Es de vital importancia contar con una constitución que lo reconozca y que nos permita abordar esta crisis por canales institucionales”, dice la politóloga Pamela Poo, directora de políticas públicas e incidencia en Fundación Ecosur.

Los expertos consultados por coinciden en que el tema ecológico no está solo en un par de artículos, sino que impregna todo el texto constitucional. “Es un organismo robusto con miras a la preservación de la naturaleza para las generaciones futuras, que incorpora los derechos ambientales, los temas de derecho ambiental, la responsabilidad intergeneracional y los derechos de la naturaleza”, dice Dorador.

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La naturaleza como sujeto de derecho

Si bien la Constitución chilena de 1980 garantiza el «derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación» y «es deber del Estado velar por que este derecho no se vea afectado y proteger la preservación de la naturaleza», la nueva propuesta asume la urgencia de actuación frente a la crisis climática y va más allá en reconocimiento, protección y acción.

El modelo extractivista en el que Chile basa su economía “tiene efectos ambientales, sociales y de salud en las personas”, dice Dorador. Hay una fuerte dependencia de la exportación de materias primas: “En el norte está la minería, en la zona central la agroindustria, en el sur la industria forestal y la salmonicultura. Eso nos debe preocupar, porque la naturaleza es finita y con la crisis climática estos desafíos productivos van a cambiar, es urgente no solo preservar la naturaleza para las generaciones futuras, sino también generar alternativas económicas que sean sustentables”.

“Junto al abordaje de la crisis, la nueva Constitución establece elementos de adaptación, como los bienes comunes y la protección de los glaciares y humedales, entre otros ecosistemas. Básicamente, es darse cuenta de que si no los cuidamos, los vamos a peligro para la población”, dice Poo, y destaca que “además, considera los derechos de la naturaleza, la interdependencia con ella y el derecho humano al agua, entre otros elementos”.

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“La naturaleza es reconocida como sujeto de derecho con un valor más allá del comercial, más bien es moralmente valiosa, tiene derecho a existir, a persistir, a ser restaurada y reparada”, dice Dorador. “Este reconocimiento, que para muchas personas es intuitivo, para la ciencia es algo probado. Sin embargo, aún persisten posiciones antropocéntricas en las que el ser humano es amo y señor de la naturaleza y puede dañarla, sin considerar que al hacerlo nos dañamos a nosotros mismos. y las generaciones futuras”, agrega la investigadora de la Universidad de Antofagasta.

Según explica, los derechos de la naturaleza no son algo nuevo. Es un estatus legal reconocido en al menos 29 países en diferentes niveles, tanto legales como constitucionales o jurisprudenciales. Al darle rango constitucional e incorporar los derechos ambientales y organismos como la Defensoría del Pueblo, se propone un camino para “operativizar este derecho. No será sólo un enunciado romántico”, subraya.

En busca de una mayor sostenibilidad y equidad

“Esta es una constitución del siglo XXI, de vanguardia, que puede iluminar al resto del mundo sobre cómo enfrentar la crisis institucionalmente, al permitir generar políticas públicas, planes y programas”, dice Pamela Poo.

Por otro lado, añade el politólogo, “limitará este crecimiento desmedido en torno al extractivismo. Nuestra economía debería estar virando hacia actividades que se centren en la adaptación, como la agroecología y la restauración ecológica, tema que marca la nueva Constitución”.

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En este sentido, la nueva Constitución chilena promueve una mayor descentralización y desconcentración económica, la autonomía de las regiones para la creación de empresas estatales, el apoyo a los emprendimientos basados ​​en la innovación y las economías circulares, con el fin de diversificar la economía y superar la fuerte dependencia, no solo de exportaciones , pero también importador, en un país de baja industrialización.

A nivel social, debería conducir a una mayor equidad, argumentan. “Al poner el énfasis en la acción climática justa, nunca más deben existir zonas de sacrificio o lugares con alta concentración industrial, donde se benefician grupos que no son del lugar, mientras se precariza el territorio”, dice Dorador.

Ante las críticas de que una mayor protección de la naturaleza podría desalentar la inversión, Dorador sostiene que, por el contrario, “Chile sigue siendo un país muy atractivo para la inversión. Este marco constitucional brindará estabilidad y certidumbre en el contexto ambiental a la población, y también inversionistas, y debe reducir los conflictos ambientales que, a la larga, hacen que las empresas no puedan funcionar. Nos estamos poniendo al día con los estándares internacionales para la protección de la salud y el medio ambiente».

(ordenador personal)

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