A pesar de que Rusia cortó el suministro de gas, los países de la Unión Europea enfrentaron la crisis y domaron la inflación.
La economía europea se mantuvo mejor de lo esperado en el primer año del ataque ruso a Ucrania. El talón de Aquiles del apoyo europeo a Ucrania, el malestar público por los desarrollos económicos, nunca sucedió como esperaba Moscú. La apuesta del Kremlin era que las ayudas europeas a kiev cedieran paso poco a poco a los daños económicos causados por la subida de los precios de la energía y con ella la inflación.
A pesar de la ralentización del último trimestre, la economía europea creció un 3,6% en 2022 cuando en la primavera del año pasado se temía un descenso brusco de la recesión.
El comportamiento mejor al esperado del PIB se debió a varios factores, pero principalmente a que se pudo controlar el precio del gas en los mercados mayoristas y que el empleo, la producción y las inversiones se comportaron mejor de lo esperado.
Europa supo dejar de comprar hidrocarburos rusos en unos meses y, a un precio más elevado, buscar suficientes proveedores alternativos para evitar apagones este invierno o, como se temía, que los alemanes acabaran quemando madera para calentarse.
El bloque redujo el consumo de gas natural a pesar de que la nuclear francesa vivió su peor año en décadas, por lo que hubo que tirar más del consumo de carbón. La Comisión Europea calcula que entre agosto y noviembre de 2022 europeos, hogares e industrias, consumió un 20% menos de gasolina que en el mismo período de los cinco años anteriores. Las temperaturas, algo más suaves, no explican por sí solas este descenso.
El año 2023 se abrió con precios del gas en los mercados mayoristas por debajo de lo marcado en los meses previos a la guerra. Si en agosto el mercado TTF holandés, el de referencia en Europa, alcanzó los 338 euros el MWh, la semana pasada estuvo en 48 euros.
El fracaso de la extorsión rusa
En el centro y norte de Europa la calefacción suele utilizarse en años normales hasta mediados o finales de marzo. A falta de un mes de consumo, las reservas superan el 65%, un nivel superior al habitual para mediados de febrero. La decisión de Putin de no vender más gas a Europa para evitar que ayudara a Ucrania fue un fracaso.
El desempleo fue otra variante que salió sorpresas positivas. Si a principios de año se temía que la energía y la inflación afectaran a la producción, la demanda y finalmente el empleo, la Eurozona cerró 2022 con una tasa de paro del 6,6%, la más baja desde la creación del euro en 2002.
La inflación alcanzó su punto máximo a finales de verano y principios de otoño y desde entonces se ha reducido, aunque cerró 2022 en el 8,5%, cuatro veces el objetivo del Banco Central Europeo.
Los datos sirvieron al BCE para justificar varias subidas de tipos de interés que pueden frenar la inversión y la producción. Tras una década de tipos negativos, pasó del -0,5% al 2,5% como tipo de referencia en pocos meses.
La industria se llevó el peor golpe, especialmente la intensiva en el uso de energía. Su competitividad se redujo en comparación con sus rivales internacionales, especialmente Estados Unidos y China, debido al mayor costo de la energía, las materias primas y la dislocación de las cadenas de suministro.
Al golpe a la industria le siguieron declaraciones, informes y diversos planes para mantener la producción industrial en Europa y garantizar la independencia estratégica europea en suministros esenciales.
La pandemia y la guerra mostraron a las autoridades europeas verdades que ni siquiera habían tenido en cuenta, como que Europa no produjo ni un gramo de paracetamol en 2020 o que la industria militar europea es incapaz de producir munición al ritmo que dispara Ucrania . Y por lo tanto incapaz de abastecer a sus ejércitos en caso de una guerra masiva.
Europa se refugia en esa independencia estratégica sin hablar de proteccionismo (del que acusa a Washington) y en teoría busca sobre todo diversificar proveedores y cadenas de suministro para no repetir la experiencia de dependencia de los hidrocarburos rusos.
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