Marlon es solo uno de los cien recicladores que clasifican los desechos en una colina en las afueras de la ciudad.
Este domingo, los hondureños acudirán a las urnas para elegir un nuevo presidente. Las principales opciones son Nasry Asfura (partido gobernante, derecha), representante del Partido Nacional, que gobierna desde 2010. Y Xiomara Castro (izquierda), de una coalición liderada por su partido, Libre.
«Tienes derecho a votar, porque eres ciudadano. Pero ningún partido me ha ayudado. Todo lo que tengo en mi casa me cuesta», agrega este padre de cuatro hijos.
En cuanto sale el sol entre los cerros que rodean la capital de Honduras, comienzan a llegar los camiones recolectores, uno tras otro, para dejar sus desechos en este basurero conocido como el «crematorio».
Merodeando cerca, cientos de buitres, llamados buitres en Centroamérica y México, parecen competir con la gente por el botín al pie de los camiones.
Los recicladores tienen permiso de las autoridades municipales para ingresar. Algunos trabajan solos, otros se organizan en pequeñas cooperativas para vender lo que rescatan.
El olor de los líquidos de la basura impregna la ropa y la nariz. Aquí, si entró el covid-19, nadie se dio cuenta.
Tripas de animales envuelven botellas de plástico que los recicladores guardan sin asco, con las manos limpias y sin máscaras ni implementos de protección.
Los perros, vacas y caballos de los recicladores se alimentan en el lugar, en armonía con los buitres.
«He criado a mis hijos aquí (…) Tengo cuatro hijos que trabajan aquí», explica Magdalena Cerritos, de 72 años.
«Como no hay trabajo (…) entonces nos dedicamos a trabajar aquí».
Principalmente a causa de la pandemia, el desempleo en Honduras pasó de 5,7% en 2019 a 10,9% en 2020, lo que se traduce en 400.000 personas perdiendo su empleo, según un estudio de la Universidad Nacional a principios de año.
Magdalena, que recicla basura en el «crematorio» desde hace 40 años, se inclinará por Asfura, conocido como «Papi a la Orden».
«Soy nacionalista, y voy por ‘Papi’ (…) creo que ‘Papi’ puede hacerlo [bien]», dice la mujer, mientras busca hábilmente latas y plásticos, entre la inmundicia.
«Lo que recolectamos aquí son botellas de plástico, cartón, botellas verdes, papel», dice Marco Antonio Cruz, de 69 años, otro reciclador.
«Lo que nos dan no es mayor [por la venta]Incluso para darnos un plato de comida, él nos da «, dice.
Para aliviar a los hogares pobres, el gobierno ha emitido el «Bono Bicentenario por una Vida Mejor» desde octubre, con 7.000 lempiras (290 dólares) para cada familia.
La gente hizo cola en los bancos para cobrarlo, mientras sectores críticos creen que la medida busca, más bien, atraer apoyo para el candidato de gobierno.
«Hay que ver los efectos de la danza del dinero que ha estado sonando», dice el analista y profesor de la Universidad Nacional, Eugenio Sosa.
Sin embargo, Asfura «no puede activar a los nacionalistas, porque no quieren continuidad», añade.
Marlon, que lleva 40 años en el vertedero, no ve dónde se puede mejorar su situación.
Y no planea dejar el basurero pronto.
Aún necesita recaudar dinero para su esposa, que está en el hospital y necesita alrededor de 7.000 lempiras (290 dólares) para su atención.