Con el barro hasta las rodillas, por Santiago Segurola

Según un patrón de conducta típico, el fútbol ha reaccionado más tarde que la sociedad civil ante un tema donde su enorme visibilidad actúa como un tambor de resonancia planetaria. El caso Rubiales, o la última edición de los muchos casos que ha protagonizado el presidente de la Federación desde su llegada al sillón, ha desbordado todos los diques de la decencia, pero tiene la virtud de destapar las miserias del personaje, las disfunciones de un modelo de organización, el disgusto que produce el salto instantáneo de los cómplices a las trincheras críticas y el desánimo que genera el oportunismo melifluo, consagrado en esta ocasión por Barça y Real Madrid, que se han puesto de perfil en un tema que exigía una respuesta contundente e inequívoca de su parte al mayor escándalo de la historia del fútbol español, sometido al escrutinio mundial.

El fútbol no se ha enterado, ni ha querido enterarse, de lo que era un clamor fuera de su ámbito hermético. Camina con el pie izquierdo hasta que el tropiezo es inevitable. Tardó en aceptar el profesionalismo, se refugió durante décadas en las leyes esclavistas, rechazó la libre circulación de futbolistas hasta el último aliento del siglo XX y discriminó a las mujeres con una ferocidad humillante. En Inglaterra no se pudo jugar en los campos adscritos a la federación hasta 1970. En Brasil, el fútbol femenino fue ilegal hasta 1979. La Federación Española no aceptó su existencia hasta 1980.

Barça y Madrid se han puesto de perfil en un asunto que requería una respuesta contundente por su parte

Si algo distingue al fútbol es su resistencia a comprender la realidad social de su tiempo y su cínica capacidad para sacar provecho de todo aquello a lo que se ha opuesto. Nos guste o no, el fútbol actual es fruto del rendimiento que han aportado la profesionalización de las jugadoras, la derogación del cautiverio en los contratos, la libre circulación de las futbolistas y el enorme impulso que ha cobrado el fútbol femenino, cuyo primer Mundial se disputó en condiciones de semiclandestinidad en 1991. No se despega, sin embargo, del mundo machista que lo gobierna, de los Rubiales que lo atraviesan por todos lados, férreos custodios de un modelo que ha exaltado desde el principio de los tiempos a líderes tan denigrantes como el expresidente de la Federación Española.

Rubiales se negó a dimitir en una bufonada asamblearia, con todos sus secuaces alrededor, primero apoyando y luego vitoreando a un inepto enloquecido y maleducado, sin escrúpulos en mezclar a sus hijas y darles lecciones de dignidad en un asunto que transgrede las normas morales y morales. comportamiento por todos lados. Rechazó la idea grandilocuente que Rubiales tiene de sí mismo frente a la mezquindad y vulgaridad de sus acciones. Quedaron horrorizados por las insinuaciones que atribuyó al comportamiento de Jenni Hermoso. Le molestó su insistencia en declararse víctima de un asesinato social. Ultrajó su simplón maniqueísmo y su incapacidad para asumir las obligaciones éticas que corresponden al poder de su cargo. En definitiva, utilizó la misma pegajosidad escrotal que utilizó en el palco de Sydney para saludar a Jorge Vilda, otro de ellos, tras la victoria de la selección en la final del Mundial.

El presidente de la Real Federación Española de Fútbol, ​​Luis Rubiales (C), reacciona al final del partido final de fútbol de la Copa Mundial Femenina de Australia y Nueva Zelanda 2023 entre España e Inglaterra en el Estadio Australia de Sydney el 20 de agosto de 2023. La Federación Española de Fútbol (RFEF) ) el 26 de agosto de 2023 amenazó con emprender acciones legales por la decisión de la jugadora mundialista femenina Jenni Hermoso.

luis rubiales

FRANCK FIFE/AFP

De pie, sus secuaces aplaudieron fervientemente, mientras Rubiales negociaba salarios y cargos con sus secuaces. Un día después, la realidad los arrancó de su delirio. La FIFA, presidida por Gianni Infantino, un dirigente de primer nivel que estuvo con Rubiales el día de la sesión, se distingue por la avaricia y el cinismo, pero odia la incomodidad. Le importa mucho menos la moralidad que el pragmatismo. Ha fulminado a Rubiales, pero el fútbol español sigue hundido en el barro hasta las rodillas.


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