LA HABANA. – La Carretera Nacional divide en dos sentidos al municipio Los Arabos, en la provincia de Matanzas. A la izquierda, un pueblo de poco más de 23.000 habitantes, calles resquebrajadas y carretas tiradas por caballos que en su fatigoso trote dejan la porquería en la vía principal.
A la derecha, un puñado de aldeas aisladas con chozas de madera y techos de paja rodeadas de pequeñas plantaciones de alimentos y unas pocas vacas flacas pastando bajo la mirada de sus dueños. Si no son vigilados, son linchados por carniceros clandestinos.
A 160 kilómetros al este de La Habana, en pleno siglo XXI, el de las nuevas tecnologías, el 5G y la inteligencia artificial, Pedro, de 56 años, un tipo generoso como casi todos los campesinos de la Cuba profunda, sigue labrando la tierra con un equipo de bueyes y cocinar con leña. Vive con su esposa y dos de sus hijos en una bajareque con piso de cemento pulido.
camino a la hambruna
Las pertenencias de Pedro y su familia son escasas. Un televisor anacrónico de tubos catódicos, una heladera Haier y una olla arrocera “de esas que regaló el gobierno en 2007 durante la ‘Revolución Energética’”, aclara y comienza a desplumar un pollo. Además de una plantación de yuca y otra de plátano, tiene varios árboles de mango, aguacate y naranja agria. En una pocilga, cinco cerdos criollos de pelaje negro brillante.
Dos vacas y un toro duermen en un cobertizo en la parte de atrás, anexo a la casa. “Tengo que mantenerlos cerca para que no los roben. Es una lucha diaria para que los ladrones no sacrifiquen los animales y destruyan la cosecha. Con la leche del ganado elabora quesos que luego sus hijos venden en la Carretera Nacional.
El déficit de combustible le impide alquilar un tractor para arar la parcela. “Estamos igual o peor que en el ‘Período Especial’. El litro de aceite para poner en marcha la turbina me lo venden a la izquierda a 200 (pesos cubanos). Y no siempre lo encuentras. El gobierno habla de soberanía alimentaria, pero no proporciona fertilizantes ni combustibles, y vende implementos agrícolas y tractores a cambio de divisas. Si no cambian de método, vamos rumbo a la hambruna”, pronostica Pedro.
Hace tres años, su esposa comenzó a cocinar con leña en un campo abierto. “Tenemos una estufa de queroseno, pero conseguirla es difícil. La leña suele ser de aroma seco o de marabú, la mejor y más sana. No levanta humo y la comida sabe bien. Si algo sobra por estos lares es el marabú”.
A unos 200 kilómetros de la estancia de Pedro, en el habanero Reparto Sevillano, Julia, de 81 años, ama de casa, ahorra gas licuado hasta en el más mínimo detalle. “En marzo y abril lo pasamos mal. Tuvimos que cocinar y hervir agua con un horno eléctrico. En mayo nos dieron una balita (pequeño depósito) de gas para quince días. Ya nos deberían haber dado otro, pero el gas licuado no ha llegado al punto de venta”, expresa y agrega:
“Seis personas viven en mi casa, incluido un niño pequeño. Casi todo el gas lo gastamos en hervir el agua que bebemos y preparar la comida. A lo sumo dura nueve o diez días. En el mercado negro, una bala de gas cuesta entre 1.000 y 1.200 pesos cubanos (unos 5 dólares en el mercado informal). Más lo que te cobra el mensajero por traerlo. No hay bolsillo que aguante. Antes de la crisis económica de Díaz-Canel, el gas duraba menos, porque se ablandaban los frijoles, se asaba un trozo de cerdo o se hacía una panetela. Pero ahora no hay nada que cocinar”.
sin combustible
El 17 de abril, Vicente de la O Levy, ministro de Energía y Minas, dijo que uno de los productos con baja disponibilidad de reserva en el país es el combustible doméstico. “A algunas provincias les queda un día de reserva, otras dos. Pero en la región oriental, por ejemplo, ya se acabó el combustible de los tanques CUPET de nuestras bases”, afirmó.
Desde finales de febrero hasta los primeros días de mayo, la inestabilidad en la entrega de gas licuado ha encendido las alarmas entre los cubanos, que viven en constante vilo y a la espera de una nueva crisis. Más de un millón 800.000 clientes cocinan con gas licuado.
“En Santiago de Cuba solo tenemos garantizado el mes de mayo. En junio veremos si llega un barco de combustible”, dijo un trabajador de la compañía de gas. En La Habana, familias que cocinan con gas de la calle, el 21 de mayo y por más de 24 horas, quedaron sin servicio.
“Eran como las dos de la tarde y yo estaba preparando la comida. Cuando prendo la estufa veo que no hay gas. Estuvimos así hasta el lunes por la tarde. Esta gente (los gobernantes) ha convertido al país en un infierno. Cuando no falta el gas, escasea el azúcar, no hay agua o se va la luz. Vivimos un maldito shock”, se queja Luisa, jubilada.
Según la prensa estatal, el déficit de gas de la calle se debió a un accidente en la planta ubicada en Puerto Escondido, al este de la capital. En lo que va de 2023, el déficit de combustibles en Cuba ha aumentado. Hay provincias que no venden gasolina a conductores particulares.
“Hay que tener un permiso del gobernador o del alcalde de la provincia. Eso representa otra forma de corrupción, porque hay que pagar mucho para sacar el permiso. Además, solo te venden 20 litros a la semana”, resaltó un taxista privado en Villa Clara.
Las empresas estatales han tenido que hacer recortes drásticos en el uso de combustible. ETECSA, por ejemplo, sólo está recibiendo combustible para diez o quince días de trabajo. En la mayoría de las empresas estatales se ha tenido que parar el transporte de trabajadores, excepto en las corporaciones militares e instituciones del partido comunista.
El martes 23, la fila para comprar combustible en la gasolinera ubicada en las calles Infanta y San Rafael era de tres cuadras. “Han intentado paliar las colas con una aplicación de WhatsApp que te avisa el día que debes venir a comprar. Pero como hay tanta corrupción, la gente llega temprano para verificar que están tirando gasolina, porque a veces cuando llegas te dicen que se acabó”, dice un taxista privado.
gasolina e inflacion
El litro de gasolina se vende en el mercado informal entre 500 y 800 pesos, y el aceite entre 200 y 300 pesos. La crisis del combustible ha disparado los precios del transporte dentro de la ciudad y también para viajar a otras provincias.
El tramo de La Víbora al Vedado en taxis colectivos, que costaba 100 pesos, subió a 150 pesos y de noche a 200. Si rentas un taxi a través de una aplicación de WhatsApp, una especie de Uber local, un viaje de ocho kilómetros no bajar de 1.200 pesos.
Esta espiral inflacionaria generada por el déficit de combustibles, por efecto dominó, ha provocado un alza de entre 10 y 40 por ciento en los precios de los alimentos en el mercado informal, donde se ve obligada a ir a parar la gran mayoría de la población.
Ejemplo de un botón. El cartón de huevos subió de 1.500 a 2.000 pesos. La libra de arroz subió de 170 a 200 y 280 pesos si el grano es de mayor calidad. La libra de jamón de pierna que antes costaba 850 pesos ahora tiene un precio de 950. El pescado aumentó de 500 a 650 pesos la libra. La mayor subida se ha producido en el pollo importado de EE.UU. Desde 230 la libra, hasta cerca de 400 pesos. Una caja de pollo que antes costaba alrededor de 7.000 pesos ahora supera los 11.000 pesos.
En el último año y medio el precio de los alimentos en Cuba ha subido casi un 71%. Inciden diversos factores, que van desde la crisis sistémica del modelo económico, político y social implementado por el régimen, hasta el alza de los precios de los alimentos y combustibles en el mercado internacional.
Pedro, el agricultor de Los Arabos, se considera afortunado. “No tenemos ni ropa para ponernos y si pasa un ciclón, el viento se lleva la casa. Pero al menos tenemos comida”, dice. Mientras tanto, su mujer sigue ablandando un pollo con leña de marabú. Y eso en Cuba es un lujo.