de las masivas protestas a una nueva Constitución

Lo que hace tres años parecía una inofensiva protesta de escolares en Chile contra un alza en el boleto del metro terminó convirtiéndose en un cuestionamiento nacional en el modelo de sociedad.

Chile vive en una espiral de adrenalina política desde octubre de 2019: en tiempo récord ha vivido una revuelta por más derechos socialesun plebiscito sobre la Constitución vigente, las elecciones presidenciales más polarizadas en 30 años y la redacción de una nueva Carta Magna.

La última parada es el referéndum del próximo domingo, en el que decidirán 15,1 millones de chilenos si aprueban la propuesta elaborada por una convención con paridad de género —primer cuerpo de su tipo en el mundo— o si mantienen el texto actual, heredado de la dictadura y de carácter neoliberal.

«Durante los 30 años posteriores a la dictadura hubo mucha estabilidad, pero todo se desvaneció. Este período convulso ha empujado a la gente a pensar en el tipo de sociedad en la que quiere vivir», dijo a Efe Kenneth Bunker, director de la encuestadora. Tres quintos.

Decenas de personas asisten al cierre de la campaña por el "lo apruebo" en Valparaíso (Chile).  Foto EFE

Decenas de personas asisten al cierre de la campaña por el «Aprobatorio» en Valparaíso (Chile). Foto EFE

Para Juan Pablo Araya, de la Universidad Estatal de O’Higgins, la incautación «no surge por generación espontánea» y se explica por “un sistema muy elitista que no ha sabido responder a las demandas sociales”.

«En los primeros mandatos de Bachelet y Piñera, las protestas estudiantiles fueron muy importantes. De hecho, parte del actual gobierno, incluido el presidente Gabriel Boric, forjó su carrera en las calles», dijo a Efe.

Plaza Italia, el epicentro

Frontera simbólica entre los barrios ricos y pobres de Santiago, la rotonda conocida como Plaza Italia pasará a la historia como el epicentro de los disturbios que dejó treinta muertos y acusaciones contra la policía por violaciones a los derechos humanos.

Tres años después, los vestigios de aquellos meses están presentes por doquier: edificios abandonados, escaparates blindados con aluminio y paredes llenas de grafitis.

«El brote generó una situación de desorden público que no se ha restablecido. Hemos continuado con una especie de brote de baja intensidad», dijo a Efe Claudia Heiss, de la Universidad de Chile.

Una marcha contra la nueva Constitución en Santiago. Foto AFP

Pedro Velasco (47) trabaja en una cafetería cercana que estuvo cerrada durante meses por las protestas y la pandemia, y tiene claro que no aprobará la nueva Constitución.

«Solo quiero que salgamos de esto Y volvamos a lo que éramos. No estuvimos tan mal», dijo a Efe.

Valentina Barriga, una universitaria de 23 años que desde 2019 sale a la rotonda todos los viernes para seguir reclamando una educación gratuita, piensa diferente: «Estamos a un paso de lograr un país mejor», subrayó a Efe.

En noviembre de 2019, tras una noche de absoluto desorden, las fuerzas políticas llegaron a un acuerdo —en el que el propio Boric tuvo un papel relevante cuando fue diputado opositor al Gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022)— para convocar a un plebiscito sobre la Constitución.

Más del 78% de los chilenos se inclinaron por cambiar el texto actual y decidió en octubre de 2021 que el organismo encargado de redactar el nuevo sería una convención de 155 miembros elegidos solo para ese trabajo.

Heiss explicó que el malestar constitucional se arrastra desde 1990, «cuando se inauguró la transición con la Constitución de Pinochet», que generó «un sentimiento de democracia incompleta» y que «la gente asociaba los problemas con las normas institucionales».

resultado incierto

A pesar del entusiasmo inicial, la convención estaba perdiendo adeptos por fricciones internas y diversos escándalos que salpicaron una lista de constituyentes vinculados al brote.

Las últimas encuestas revelaron que prevalecería, con más de 10 puntos de diferencia, la opción de rechazar el nuevo texto, que declara a Chile un estado social de derecho y consagra derechos fundamentales.

Los expertos señalan, sin embargo, que el resultado es muy abierto porque esta vez el voto es obligatorio y hay más del 50% del electorado que no vota desde 2012, cuando el sufragio pasó a ser voluntario.

Para Bunker, el proceso «jugó en contra de la ambición de la convención de querer regular demasiados aspectos«.

«El 5 de septiembre puede ser incluso más importante que el 4 de septiembre porque el proceso continuará», agregó.

El carácter plurinacional del Estado, la justicia o la eliminación del Senado son algunos de los temas incluidos en el texto que más polémica generan, aunque existe un acuerdo entre las fuerzas de izquierda para modificarlo en caso de que gane el «Apruebo».

“Cualquier proyecto constitucional va a dejar en la gente un sentimiento de amargura porque detrás hay disputas ideológicas sobre las distintas visiones de la sociedad o la forma en que se distribuye el poderRaúl Burgos, de la Universidad Católica de Valparaíso, dijo a Efe.

Lo importante, agregó, «es que dicha disputa se ajuste a una regla esencial en democracia: saber ganar y saber perder».

Agencia EFE

PB

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