Un año después de la emergencia sanitaria y del inicio de las medidas restrictivas, comienzan a surgir especulaciones sobre el futuro pos-codicia. ¿Qué nos espera cuando termine la pandemia?
Sociedades que triunfaron neutralizar la propagación masiva del virus como Nueva Zelanda y Australia o quienes rápidamente implementaron un proceso de vacunación para sus ciudadanos, como Israel, aparecen como espejos optimistas. Estadios de rugby llenos de aficionados sin máscara, como en Oceanía, o destinos turísticos emblemáticos como Jerusalén ensayando su apertura a los visitantes, se convierten en retratos de lo que, en teoría, sería posible anticipar cuando la pandemia haya terminado.
La combinación de eventos con multitudes, movilidad ilimitada y reactivación económica parecen indicar un regreso a la vieja normalidad. ¿Estás esperando que volvamos al pasado? ¿O veremos perpetuar los cambios experimentados durante la pandemia, afectando cómo y cuánto trabajamos, nos educamos, nos divertimos, comemos y socializamos?
Estas son las preguntas que animan el libro Estilos de vida sostenibles después de Covid, lanzado recientemente por el sello Routledge de Taylor & Francis. Este estudio, publicado en coautoría por un grupo de expertos en desarrollo sostenible, analiza las tendencias a largo plazo desencadenadas por las políticas para combatir el Covid-19 en términos de comportamiento social, aborda la tensión entre el retorno a la pre-codicia habitual versus la aparición de una «nueva normalidad» y contornos cuatro escenarios de cómo viviremos el futuro.
La elaboración de escenarios poscrisis reintroduce el sentido del orden, anticipándose a trayectorias y repertorios y reduciendo la ansiedad de líderes, organizaciones y ciudadanos por lo que está por venir. Los escenarios son historias sobre cómo será el futuro, narrativas especulativas sobre cómo las personas vivirán sus vidas, luego del impacto de lo codiciado.
En la medida en que el consumo y la sociabilidad fueron las dimensiones que cambiaron más radicalmente en volumen, formato e incluso en sus objetivos, constituyen la base para generar escenarios.
Un consumo fuertemente restringido sugiere dos posibles respuestas de los individuos: abrazar un comportamiento vengativo que busca compensar los sentimientos y vivencias de consumo reprimido y gratificación retrasada o, por el contrario, valorar la vida heredada más frugal, autosuficiente y menos materialista. de la cuadra.
Privilegio de quienes no perdieron ingresos con la pandemia, la primera reacción supone la vuelta al consumo conspicuo y la acumulación de bienes – el “viejo normal” -. Para muchos gobiernos es la apuesta para superar la crisis, fomentando las compras – el conocido “business as usual” -. Un futuro que emociona a muchos en el corto plazo, pero choca con la próxima agenda de mitigación del cambio climático, que requiere reducir y desmaterializar nuestro consumo y revertir los niveles de producción de residuos y extracción de recursos naturales.
Las relaciones sociales también se marcaron de manera dramática, volviéndose más valiosas y deseadas.
Dos respuestas son posibles: inmersión en encuentros sociales cara a cara buscando revertir la experiencia de privación afectiva y pertenencia social o, por el contrario, acostumbrarse a la conexión remota donde los beneficios de la privacidad, la seguridad y la comodidad superan el costo. de la soledad. El segundo ilustra el “Internalización de la virtualidad”. Seguir cualquiera de las situaciones dependerá menos de la clase social y más de los recortes generacionales.
Al cruzar estas cuatro posibles respuestas, surgen los cuatro escenarios. Aquellos que reaccionen con consumo vengativo e inmersión social, formarán la base del el «viejo normal».
Se regirán por incentivos o mediaciones materiales en sus relaciones afectivas y lúdicas, valorando el estatus y la conveniencia, asociando el bienestar con el consumo tangible de servicios y productos. Este subgrupo está a favor del trabajo y la educación en líneas convencionales y se opone filosóficamente a las nuevas cuarentenas.
Quienes combinen pautas de consumo vengativo y virtualidad internalizada constituirán los «materialistas virtuales». Serán partidarios del control social, dependientes de las compras y entregas online, ajenos al bienestar anclado en la salud física y nutricional, reacios a salir de casa para trabajar, aprender o divertirse. Se caracterizarán por ser ávidos consumidores de noticias e Internet y con poco equilibrio entre la vida familiar y profesional.
El tercer escenario surge de la confluencia de quienes aspiran a la inmersión social, pero enfrentan el consumo de la frugalidad posmaterial. Estamos los «simplificadores gregarios», que se resisten tanto al teletrabajo como a la educación online, asocian el entretenimiento y el bienestar con el contacto con la naturaleza, la vida familiar y las formas de interacción e integración offline, rechazan el estatus y buscan la autorrealización intelectual, sensorial o social participando en iniciativas voluntarias y favoreciendo lo local comercio. Adoptan mecanismos de consumo colaborativo y economía circular, minimizando su huella ambiental.
El último escenario consiste en los «rebeldes en línea», quienes asimilaron la vida social mediada por computadoras o aplicaciones, pero con una postura frugal en su rol de consumidores. Políticamente activos en las redes, entienden el ámbito online en términos de resistencia y cooperación entre pares, sus distracciones, así como su formación y trabajo se realizan de forma remota a través de Internet.
Estos cuatro escenarios ejemplifican los diferentes perfiles que emergen de la pandemia y cómo estarán conectados con las tareas diarias y con la próxima agenda centrada en la preocupación por el cambio climático. Incorporan nuevas funciones y versiones mejoradas de viejas tendencias; para todos ellos, el futuro post-codicioso significa un rompecabezas abierto, plural y desafiante.
El autor de esta columna es un politólogo y director de Análisis de mercado, Brasil.
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