A casi dos meses del ascenso de Dina Boluarte a la presidencia de Perú, lo único que parece claro en un país que ha visto morir a casi 60 personas en protestas en ese lapso, es que la mayoría quiere elecciones este año y que, para lograrlo, el camino es la renuncia del presidente.
«Mi dimisión no está en juego», advirtió Boluarte, eso sí, sistemáticamente. El presidente, cuyo las tasas de desaprobación superan el 70%, Ha sido enfática en que no cederá ante «las presiones de una minoría de radicales y violencia» que «no tienen agenda social», en alusión a las protestas que exigen su dimisión desde que asumió el cargo.
cal era un campo de batalla este sábado, como en los días consecutivos anteriores. Pero esta vez, los enfrentamientos no se limitaron a las inmediaciones del Congreso, sino que se extendieron a varios puntos de la ciudad, en medio de denuncias por presuntos abusos por parte de los agentes.
También hubo enfrentamientos en otras partes del país, aunque los de la capital parecen ir eclipsándolos poco a poco. Lima, que en los primeros días seguía a distancia los hechos concentrados en el sur del país, es ahora la meca de la resistencia.
elecciones anticipadas
“Hay personas que se sienten humilladas sistemáticamente y hay otras que no entienden que imponer sus condiciones nos dificultará construir escenarios de acuerdo y paz”, advirtió el prestigioso constitucionalista Eloy Espinosa Saldaña.
Este miércoles se cumplirán dos meses de la convulsa caída del presidente Pedro Castillo, quien enfrentaba un tercer intento de juicio político por parte del Congreso y trató de evitarlo con un autogolpe el 7 de diciembre.
Acosado por un Parlamento en manos de la oposición de derecha, Castillo, un exdirigente del sindicato de docentes que asumió el poder en julio de 2021, quería adelantarse y cerrar el Parlamento. Pero el intento no contaba con apoyo institucional ni respaldo militar.
Con Castillo destituido, le tocaba a Boluarte sucederlo en la vicepresidencia, a pesar de que exministros dicen que ella le prometió reiteradamente al presidente renunciar si lo destituía el Congreso, manejado por la derecha.
Boluarte, expareja de Castillo en el partido marxista-leninista Perú Libre, no solo no renunció, sino que, tras juramentarse como presidente, anunció su intención de quedarse hasta 2026, cuando debería terminar este período presidencial.
Ya para entonces, un clamor nacional, reflejado en las encuestas, exigió el adelanto de las elecciones como fórmula para deshacerse de un Ejecutivo y un Legislativo muy resistidos y cuyos enfrentamientos habían empantanado al país.
Por eso, el anuncio de Boluarte, que por cierto implicaba continuidad hasta el final del propio Congreso, desató la ira popular que a las pocas horas ya dejó muertos, sobre todo en ese sur andino quechua y aymara, eternamente pospuesto.
La mandataria dio marcha atrás y anunció elecciones anticipadas, pero necesitó la colaboración de un Congreso que al final, a regañadientes, apenas accedió a adelantar los comicios a abril de 2024, fecha que para el pueblo, sin embargo, parece sonar bastante lejana. .
Como la protesta no cesaba, Boluarte instó al Congreso a celebrar elecciones en 2023. Un primer proyecto, del partido Fuerza Popular (FP) fujimorista, no prosperó, porque la izquierda pidió incluir un referéndum sobre una Asamblea Constituyente y el resto de la derecha consideró que FP estaba tratando de aprovechar su capacidad para montar campañas rápidas.
Entonces surgió la opción de que las elecciones anticipadas fueran “complementarias”, es decir, que el presidente y los congresistas electos no estuvieran por cinco años, como siempre, sino por algo más de dos, para volver a la “normalidad” en 2026. Ese proyecto tampoco sucedió.
No a la Asamblea Constituyente
Tampoco prosperó la propuesta de la izquierda de sumar la consulta sobre un referéndum para una Asamblea Constituyente, algo que se daba por hecho con la correlación de fuerzas.
Finalmente, la Comisión de Constitución envió al archivo un proyecto del Ejecutivo para celebrar las elecciones en octubre. El gobierno, de hecho, presentó el proyecto con la clara advertencia de que su rechazo no implicaría la renuncia del presidente, como se rumoreaba en su momento.
Esa posible renuncia cambiaría el panorama: Por Constitución, cuando asume un vicepresidente, puede permanecer hasta el término original del mandato. Pero si ese nuevo presidente se va por cualquier motivo, la jefatura de Estado pasará al presidente del Congreso, quien está obligado a convocar elecciones lo antes posible.
En términos prácticos, si Boluarte dimitiera, sería reemplazada por el presidente del Congreso, José Williams, un general retirado del Ejército del partido de derecha Avanza País, pero con mandato expreso de convocar elecciones en unos seis meses.
La agenda de protestas comenzó con cinco puntos: la renuncia de Boluarte, el cierre del Congreso, elecciones inmediatas, la convocatoria a una Asamblea Constituyente y la liberación de Castillo, detenido desde el 7 de diciembre por presunta rebelión.
Ahora, en vez de cerrar el Congreso, la mayoría propone que continúe hasta que sea reemplazado por el surgido de las elecciones anticipadas, mientras la Constituyente se ha quedado como bandera únicamente de la izquierda y la figura de Castillo ha perdido relieve.
Pero el grito más fuerte es el que pide la dimisión de Boluarte: “No puede seguir aferrado al poder”, dijo el parlamentario de centroderecha José Luna Gálvez. “Que renuncie y que sea lo más pronto posible”, dijo a medios locales un manifestante del departamento de Puno.
Mientras tanto, según el Defensor del Puebloya son 47 los civiles muertos en enfrentamientos con las Fuerzas Armadas, la mayoría por balas y otro tipo de proyectiles. Un policía fue incinerado vivo dentro de su patrulla y otras 11 personas perdieron la vida por hechos colaterales.
En más de 100 puntos del país ha habido cierres de rutas y en algunas zonas hay desabastecimiento. La polarización aumenta en un mar de especulaciones, mientras crece el volumen de denuncias por los desmanes atribuidos a la Policía.
La llegada por primera vez a la presidencia de Perú de una mujer fue vista con optimismo por algunos, pero solo por unas horas.
Dos meses después, Boluarte acumula índices de rechazo popular peores que sus predecesores, mientras la clase política sigue sin encontrar la fórmula para salir de la crisis.
Fuente: Télam
antes de Cristo