El concierto | El Heraldo de México

El silencio es parte de la música, un espacio de soledad, un vacío que te obliga a comprender que hay sonidos que llenan el alma. Desde que puedes recordar hablas un idioma diferente, un idioma donde en lugar de letras hay notas. Todos esperan pacientemente a que comience el espectáculo, todos menos tú. A lo lejos, sentado en un sillón, un hombre te mira de reojo y sonríe al verte, como si pudiera leer la ansiedad que corre por tus venas. Las luces se encienden, el susurro cesa, los violines comienzan a tocar, los clarinetes conquistan tus oídos, los timbales mueven tus emociones y el violonchelo te pone la piel de gallina, justamente por eso estás aprendiendo a tocarlo; también tomas clases de piano y las partituras son cada vez más complicadas. Sientes una necesidad primaria de estar en el escenario, porque amas la música; mientras a unos les gustan las matemáticas y otros se pierden en los libros de historia o en la tabla periódica, tú solo piensas en la música. Ya hablaste con tus padres y no estás dispuesto a seguir perdiendo el tiempo de siete a dos, esta noche te llenarás de valor y propondrás una idea que puede parecer una locura, como la Novena Sinfonía, pero en realidad tiene perfecto sentido. Les dirás que quieres hacer bachillerato abierto y terminarlo lo más rápido posible, lo terminarás en un año y así tendrás tiempo para dedicarte a lo único que realmente te importa: lo de Mozart, Tchaikovsky. o Arturo Márquez dicen. En Inglaterra encontraste el ritmo que quieres seguir y ahora escuchas el mundo de una manera diferente. Nunca habías pensado lo mucho que disfrutas con la marimba, que de inmediato te transporta a lugares increíbles de México, como Chiapas. Ahora estás en Nueva York, después de tus clases de piano, acomodas las sillas y las partituras en los atriles, eres la mano amiga ensayo tras ensayo, por no decir la chinchilla; en tu mente tomas notas mentales de lo que harías si esa fuera tu orquesta. De repente, el director te pasa la batuta, te pregunta si quieres dirigir la orquesta y ahí, en medio de los instrumentos hablando entre ellos, te das cuenta de que naciste para eso, que no importa si Eres el mejor o el peor. , pero eso es lo que te hace feliz, nada más, nada menos. Estás frente a 140 mil personas en Ciudad Juárez, bueno, más como espalda con espalda, y todavía no lo puedes creer, parece que a los mexicanos sí les gusta la música clásica después de todo, no puedes contener lo que sientes, tú Quieres soltar todo lo que llevas dentro, la música se te va de las manos, volteas a ver a tu amigo que toca la viola y las lágrimas caen.

En un abrir y cerrar de oídos, el silencio llenó el mundo de tristeza, la máscara ha tapado tu sonrisa, pero el espectáculo debe continuar, tu maestra te dijo que tenías que ser fuerte, Alondra, para romper el silencio, para crear música. . ¿Y si formáramos la Orquesta Imposible? Un grupo de almas que toca sola, pero acompañada, a la velocidad y ritmo del Danzón No. 2. ¿No somos cuerdas, maderas, metales, percusión, instrumentos hechos de cabezas y corazones? Finalmente volteas a ver a tu audiencia y el silencio se ha convertido en aplausos.

CAMARADA

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