En política exterior, como en otras áreas del quehacer humano, la ley de las consecuencias no deseadas es cruel pero siempre está en vigor.
Así es ahora con la desordenada retirada de Afganistán de la administración Biden. Los problemas inmediatos se muestran gráficamente en las pantallas de televisión de todo el mundo. Pero también habrá una segunda ola de complicaciones, menos obvia pero quizás más duradera, incluida una disminución de los mensajes centrales de Biden sobre un gobierno competente y la superioridad de las democracias sobre las autocracias.
El presidente Biden tiene razón en una cosa: nunca iba a haber una salida ordenada y fácil de Afganistán después de 20 años de enredo allí. Una evacuación más rápida de los estadounidenses y los aliados afganos habría minado la confianza en el gobierno afgano y habría hecho aún más probable su desaparición. Una evacuación más lenta habría dejado a las tropas estadounidenses expuestas a nuevos ataques de los talibanes en el camino y tal vez los hubiera arrastrado a la misma batalla que Estados Unidos estaba tratando de dejar atrás.
También es posible que la imagen mejore con el tiempo. Algún tipo de gobierno de coalición, que reúna a los talibanes con líderes que Estados Unidos ha apoyado a lo largo de los años, podría surgir en Afganistán en las próximas semanas, estabilizando el país y disminuyendo el daño duradero para las conversaciones estadounidenses hacia ese fin, incluidas las que involucran al ex presidente afgano Hamid Karzai y el antiguo director ejecutivo del país, Abdullah Abdullah, está en marcha.
Aún así, el caos hasta ahora ha hecho un daño obvio a la posición global de Estados Unidos. China, Rusia e Irán intentarán hacer incursiones en la región, aprovechando el vacío creado por una retirada estadounidense. China, en particular, tiene sus ojos puestos en una mayor extracción de minerales afganos, así como en establecer otro vínculo en su iniciativa de cinturones y carreteras que rodean la región con sus propias rutas comerciales.
Fuente: WSJ