El diplomático más influyente del último medio siglo

Pocos esperaban que una de las figuras más icónicas y controvertidas de la Guerra Fría regresara al frente de la política mundial casi 40 años después de dejar el cargo oficial.

Pero que esto suceda tiene al menos dos causas: una es la mediocridad de la dirigencia actual; otra, la acción del piadoso barniz del tiempo, que todo lo atenúa, hasta los bordes de un pasado lleno de espinas. Esos claroscuros no impidieron, sin embargo, que Henry Kissinger se convirtiera en el diplomático más influyente del último medio siglo.

Nacido en Bavaria en Alemania en 1923, inició su carrera pública en la Academia de Nueva York y en Harvard, desde donde pasó sin parar a la Casa Blanca. Fue Secretario de Estado bajo las presidencias de Richard Nixon y Gerald Ford (1969-1977) y se desempeñó como Asesor de Seguridad Nacional durante el mandato inicial del primero.

Quienes odian a Kissinger recuerdan sus intentos de sellar la paz en la guerra de Vietnam y sus vínculos con varias dictaduras en América Latina. En el primer caso, los archivos desclasificados revelaron su participación en bombardeos en Laos y Camboya para cortar los suministros al ejército norvietnamita respaldado por Moscú. Sorprendentemente, después de los Acuerdos de Paz de París de 1973, Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz, aunque el alto el fuego no duró.

En sus vínculos con nuestra región, nuevamente los cables diplomáticos secretos lo dejan en mal lugar. Como cuando en uno de esos mensajes encriptados Kissinger le comentó en 1973 al jefe de la CIA, Richard Helms, que Estados Unidos «no dejará que Chile se desperdicie». El golpe contra el socialista Salvador Allende se produjo un poco más tarde.

Con Donald Trump, a quien no respeta. AFP

O como cuando, un mes después de la caída de Isabel Perón, le confió al canciller argentino César Guzzetti que «quería que (los militares) triunfaran, cuanto antes mejor», restando importancia a las denuncias de desaparecidos y torturas. Debido a su papel político en esos años de sangre, varios grupos incluso han promovido inverosímiles acciones criminales en su contra.

Quienes lo aprecian, sin embargo, argumentan que estas intervenciones no deben ocultar que su principal logro es haber visto antes lo que pocos se atrevían a imaginar: la puesta en escena de un acercamiento inicialmente secreto a la China de Mao -una herejía en su momento- para distanciarla. de la antigua URSS y consolidar la posición de Washington en el eje Asia-Pacífico. El viaje histórico de Nixon y su encuentro con Mao en 1972 pusieron fin a 23 años de aislamiento diplomático y hostilidad mutua y allanaron el camino de lo que, bajo Deng Xiaoping, sería la conversión al peculiar modelo capitalista del Pekín actual.

Su tesis doctoral, titulada «Paz, legitimidad y equilibrio», resume el conjunto de premisas que guiaron su diplomacia. “Un líder”, dijo alguna vez, “no debe preocuparse por si algo es posible o no. Debe preguntarse si es necesario”. Bajo esa frase se respira el pensamiento realista que caracterizó su estrategia y que contrasta con la estrechez -La mentalidad y la baja densidad intelectual de muchas propuestas de hoy.

Su idea postulaba la necesidad de instaurar un orden global basado en el equilibrio de poderes y la confluencia de los intereses nacionales con dos condiciones: estadistas visionarios convencidos de la primacía de la razón de Estado -como su admirado Richelieu- y la presencia de países garantes comprometidos con seguridad mundial.

Su última participación en el debate público fue sobre Ucrania. Desafiante, pisó varios callos cuando reprochó a EE.UU. haber alejado a Rusia de Europa y acercarla a China. Su idea consistía en empujar a Ucrania. Le dispararon y no le importó. Los 100 años es un buen escudo.

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