


Cristina Kirchner demostró con su reaparición pública que ha decidido ignorar la campaña electoral o, en otras palabras, no responsabilizarse del resultado presidencial de Unión por la Patria porque Sus intereses van por caminos paralelos.
Con un discurso en tercera persona para referirse a la crisis económica, política y social que atraviesa el país en la gestión de un gobierno del que ella es vicepresidenta, su presentación de este sábado filtró dos señales frías y calculadas para un peronista. Líder que, como tal, siempre habla desde el punto de vista gestual. Ni siquiera nombró al candidato de su espacio y a su ministro de Economía, Sergio Massa; Tampoco atacó a Javier Milei. Hay muchas razones políticas. El libertario no sólo profesa la derecha que tanto dice odiar al kirchnerismo -está a la derecha de Mauricio Macri-, sino que también le ganó cientos de miles de votos al peronismo seduciendo a buena parte de las clases bajas y de los jóvenes.
¿Cómo debe interpretarse que la líder del espacio apenas acompaña a su candidato y, cuando lo hace, ni siquiera lo nombra? ¿O que el principal competidor, que es de derecha y odia a la izquierda y al Estado, y cuyo compañero de fórmula hace un acto contra los Montoneros y el ERP y está vinculado a los sectores militares, ni siquiera lo critica?
Cristina revela su meticuloso compromiso: Que las elecciones las gane Mileiy que la derrota de Massa y su acérrima opositora Patricia Bullrich de Juntos por el Cambio le permite al cristianismo aguantar un triangulo de poder con la gobernación de la provincia de Buenos Aires y una fuerte presencia en la Legislatura bonaerense y el Congreso nacional. Y si luego, un posible gobierno de Milei profundiza la crisis e implosiona, la política barajará y volverá a ceder, y el kirchnerismo no tiene malas cartas. Quizás no sea casualidad que la excusa para volver a hablar públicamente de Cristina haya sido un libro de conversaciones entre Torcuato Di Tella y Néstor Kirchner, titulado “Después del colapso”.
En algún momento, Cristina y Macri Concentran la mirada crítica en sus propios espacios, porque Ninguno de los dos hace todo lo que está en sus manos. para que Massa o Bullrich ganen las elecciones.
Una victoria de Massa o Bullrich al final del camino alteraría los planes de Cristina. Como sucedió en 2015 cuando decidió refugiarse en la provincia, dejando a Macri una bomba de tiempo económica que estalló y lo obligó a abandonar anticipadamente su mandato, pero perdió la provincia con María Eugenia Vidal, Macri duró cuatro años, y hasta ganó. en las elecciones de mitad de período.
A menos de un mes de las elecciones, hay tres datos que entusiasmaron a Bullrich en las últimas horas. La primera es que “Patricia ya logra retener por completo el voto de Juntos por el Cambio, los 28 puntos de ella y Horacio, y ahora hay que ir por el de Milei”aseguran.
La otra es la alineación y predisposición de todos los gobernadores electos, que por primera vez son muchos: Claudio Poggi (San Luis), Marcelo Orrego (San Juan), Maxi Pullaro (Santa Fe), Ignacio Torres (Chubut), Leandro Zdero. (Chaco), Carlos Sadir (Jujuy), Gustavo Valdés (Corrientes) y ahora Alfredo Cornejo (Mendoza); a quienes podrían sumarse con altas posibilidades Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Jorge Macri (Ciudad). Nadie garantiza que la estructura de estas diez provincias se replique en más votaciones, pero también es cierto que en las PASO muchas de ellas evitaron la votación militar porque era una interna en la que no tenían nada en juego y ahora algo de apoyo. debería atraer a Bullrich.
El tercer dato, quizás el más importante, es la convicción en su equipo de que El fenómeno Milei no es una ola.. “Seguramente aumentará los votos respecto a las PASO, pero no creemos que gane en primera vuelta y que tenga techo”, subrayan. Interpretan que Milei frenó su ascenso, Massa llegó a su techo, y Bullrich, en cambio, viene creciendo desde hace dos semanas. Obviamente la pregunta es si lo alcanzará en la pelea con el Ministro de Economía para entrar a la segunda vuelta con Milei.
Lejos de especulaciones electorales, el enfado de la sociedad sigue siendo motivo de análisis porque se desconoce su alcance. Un estudio reciente del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano arroja datos predecibles y alarmantes. El 62% cree que es necesaria una renovación profunda de la clase política argentina. Lo preocupante es que El 56% prefiere un líder que imponga sus ideas con mano dura antes que tomar decisiones ajustándose a los controles de las instituciones democráticas. Para decirlo más precisamente, el 43% apoya que un líder resuelva los problemas aunque no sea democrático, frente al 41% que opta por que sea siempre democrático. El sistema, desafiado como nunca antes.