30 mayo, 2023

El Giro se jugará por segundos y la rosa ya es cuestión de dos. Los Tres Picos de Lavaredo, puerto mítico, durísimo, escarpado, de más de 2.300 metros de altura, no cambió la idiosincrasia de los favoritos. Pocos ataques, poco riesgo, poca épica y mucha igualdad. Ni Thomas, ni Roglic ni Almeida son escaladores puros. No son ciclistas de cambio de ritmo, no son de los que levantan el ventilador del sofá, no son voladores ligeros. De lo contrario. Así que prefieren firmar un empate por una jornada más y jugárselo todo en la penúltima jornada, en la contrarreloj de Monte Lussari de este sábado. Estiraron la emoción al límite, intentando nublar la mente del rival y así bloquear sus piernas.

Pero antes, los tres favoritos se quedaron en dos. El trío se separa, se reduce. Está en la parte final de la gran etapa dolomítica, con cinco subidas. Dentro de los dos últimos km, Primoz Roglic lanza el esperado ataque de su parte. Como en la ladera de I Capuccini o Monte Coi, busca una aventura controlada, una ofensiva cerebral, perfectamente calculada. Ni lejos ni cerca, pensando en cortar pero no en ganar. Y como el día anterior, no puede alejarse del líder. Geraint Thomas, con el maillot rosa, responde, mil maravillas. Como durante todo el Giro, ha sido el más regular, sin errores y sin lucirse, roca sin grietas.

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La camiseta rosa no ataca sino que se defiende

Geraint Thomas responde brillantemente. Como durante todo el Giro, ha sido el más regular, sin errores y sin lucirse, rock sin grietas

Sin embargo, como en la víspera, falla João Almeida. El portugués se atraganta en la pared final. Y esta vez no tiene a Vine para seguirlo y debe perseguirlo solo. Hasta quedar es matemático, casi simétrico. Perdió 21 segundos en Val di Zoldo y perdió otros 20 segundos en Tre Cime di Lavaredo. Pérdidas equilibradas y proporcionales. No ha reventado pero está a un minuto de la rosa, una distancia exagerada para él dentro de la igualdad que ha presidido el Giro desde que se marchó Evenepoel, contagiado.

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Ni Thomas, de 37 años, ni Roglic, que cumplirá 34 en octubre, son Merckx, ciclista total, corredor voraz, campeón feroz, ni pretenden serlo. No actúan, ni imponen. Ellos son lo que son. Son veteranos que manejan los segundos como el oro. No como el belga, que en 1968, con 22 años, un joven hambriento de leyenda y éxito, en el mismo puerto fue capaz de recuperar 9 minutos a la escapada y sacarle seis a Gimondi, para sellar su primer Giro, su primer gran.

Para la contrarreloj

Roglic se adelanta a su plan y cambia de moto en Cortina d’Ampezzo. Con su montura especial para trepar, se acerca en 26 segundos

El galés, que lleva ocho días de rosa, con el paréntesis de Armirail, ya ha ganado un Tour así, con el tren Ineos, antes Sky, al mando. El esloveno de las tres Vueltas, perdió un Tour estando once días con el maillot amarillo en una contrarreloj similar, en La Planche de Belles Filles en 2020. Pero en 2018, el año de Thomas, también se perdió el tercer puesto del podio en la contrarreloj del penúltimo día.

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En Cortina d’Ampezzo, Roglic adelanta lo que tiene pensado para la contrarreloj de este sábado en Monte Lussari. El esloveno se detiene en la acera y espera su coche, que le baja una bicicleta especial para subir Tre Croci y Tre Cime di Lavaredo. El nuevo montaje es un frente de una sola placa y se ha instalado una rueda dentada de 40 dientes en la parte trasera. Es su arma para las grandes rampas que le esperan. Y seguro que gracias a este desarrollo también le quita tres segundos a Thomas en la meta y no son cuatro más porque Cort Nielsen, escapado como Buitrago, el vencedor colombiano, lucha hasta el final. Para ellos dos, Thomas y Roglic, separados por 26s, todos perdidos en Monte Bondone en su mal dialos segundos son de oro.


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