El pulso de las calles

“Como el proceso de censura parlamentaria no ha funcionado, es hora de pasar a la censura popular”. Jean-Luc Mélenchon

Las manifestaciones sociales son una herramienta utilizada desde la antigua Grecia. Este es un estallido legítimo que salió de las entrañas de las calles para reclamar algunas de las decisiones de las autoridades de turno, ya sean sindicales o, en su conjunto, de toda la ciudadanía. En la capital de nuestro país estamos muy acostumbrados a esta herramienta democrática, hay marchas por todo, o casi todo (lo mismo pasa en las ciudades, a nivel internacional, que contienen los Poderes), a veces tienen éxito y las demandas de los manifestantes se cumplen.

Apartando la lupa de nuestra latitud, mexicana y latinoamericana, donde algunas de las marchas para algunos han perdido tanta legitimidad social, volvamos a ver qué está pasando ahora mismo en Israel que, gracias a las multitudinarias protestas en las ciudades más importantes del país y tras paralizar puertos marítimos y aéreos, han conseguido que Benjamin Netanyahu posponga su polémica reforma judicial. Asimismo, en Alemania se ha producido una huelga masiva que ha paralizado todo el transporte en el país teutón después de que el sindicato del transporte haya pedido a su Gobierno un aumento de su percepción salarial para hacer frente a la inflación.

Ahora, en el país que le dio al mundo la bandera de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad y la cuna de la República, las calles han sido el foro democrático ideal durante tres semanas consecutivas. Los franceses han tomado por asalto las avenidas y plazas públicas para exigir al presidente Emmanuel Macron que retire su propuesta de subir la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. Propuesta que hizo reaccionar a los principales sindicatos, pero también a la sociedad. Hemos observado a líderes sindicales tomar el megáfono, así como a jóvenes, adultos y jubilados, mujeres y niños para exigir lo que llaman “una cuestión de libertad”.

Para Macron no es extraño tener esta masividad en las calles por una protesta, recordemos el movimiento de los Chalecos Amarillos por la subida del precio de los combustibles o en 2019 cuando intentó reformar el sistema de pensiones para homogeneizarlo y “pónganle orden”, manifestaciones que solo pudieron disipar la llegada de la pandemia. En esa oportunidad, el presidente solo intentó fusionar 42 programas de pensiones, pero no aumentar la edad de los trabajadores. Es decir, la reforma actual es mucho más controvertida, ya que no es solo una cuestión administrativa, va directamente en contra de la ideología francesa y por ello su respuesta ha sido férrea y lo seguirá siendo hasta que se deseche la propuesta del gobierno. .

La oposición ya está planeando medidas contra la reforma de Macron, como impugnaciones a través de la Constitución o mociones de censura, sin embargo, aún no hay una resolución que cambie la opinión del «presidente de los ricos», como lo han llamado. mencionado en los últimos días. Ante esto, el líder de la izquierda, Melenchon, ha mencionado que lo que no pase en el parlamento pasará en las calles, en alusión a que el presidente debería escuchar el clamor popular y echar para atrás una reforma (necesaria pero no urgente) que, gracias a la calle, no pasará.

POR ADRIANA SARUR

COLABORADOR

ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM / @ASARUR

CAMARADA

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