En medio de una disminución temporal de la intensidad de la protesta popular, un Perú de luto por la muerte de 27 personas se prepara para cerrar un año lleno de dificultades y dar paso a otro igualmente incierto.
“En términos democráticos no vamos a ver una situación mejor, pero sin duda (la presidenta Dina Boluarte) se puede sostener un tiempo más”, pronosticó la exdiputada de izquierda Indira Huilca, en el canal alternativo La Mula TV.
Pero lo hará, agregó Huilca, “bajo la misma estrategia: con represión y persecución”.
En el Perú de la incertidumbre, la próxima cita en las urnas está prevista para abril de 2024. Es decir, 2023 será un año preelectoral, a pesar de que de las elecciones de 2021 había surgido un Ejecutivo y un Legislativo, que en condiciones normales las condiciones deberían durar hasta 2026.
De cumplirse el cronograma -todavía deben confirmarse en una segunda votación parlamentaria- Perú tendría nuevo presidente y Congreso en julio de 2024, un año y medio que parece un siglo en las circunstancias actuales.
Rechazo de Dina Boluarte
Según una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), el 71% de los habitantes no está de acuerdo con que Boluarte haya asumido la jefatura del Estado en sustitución del destituido Pedro Castillo, del que fue vicepresidenta.
Para la directora del IEP, Patricia Zárate, este rechazo deriva del desprestigio del Congreso, ya que la llegada de Boluarte fue vista como una maniobra para alejar en lo posible el espectro de elecciones anticipadas.
Si el actual presidente se hubiera negado a tomar el mando, el cargo debería haber sido ocupado por el presidente del Congreso, José Williams, quien estaría obligado por ley a convocar elecciones de inmediato.
Todo empeoró cuando Boluarte dijo en un principio que venía para quedarse hasta 2026, en convivencia con el Legislativo cuestionado. Cuando se alejó de esa postura, el país ya estaba en llamas.
La represión empeoró la imagen. Boluarte, elegido vicepresidente en una fórmula de izquierda y de quien se dice identificado con ese pensamiento, comenzó a ser visto por muchos como una expresión de esa derecha que se oponía ferozmente a Castillo.
“Hoy por fin tenemos presidente, pero no es Boluarte, sino Keiko (Fujimori), quien está gobernando, entendiendo a Keiko no como una persona en concreto, sino como todo lo que representa”, interpretó el analista político José Luis Ramos.
Lejos del que fue su partido, el marxista-leninista Perú Libre, hoy crítico con su gestión, Boluarte, según sus opositores, parece más cómoda del lado de las fuerzas de derecha que controlan el Congresoentre los cuales el partido fujimorista Fuerza Popular es mayoritario.
Quienes cuestionan a la mandataria también la acusan de haber entregado buena parte del poder a los militares, a cambio de que estos controlen a través de la movilización a los grupos que piden su salida.
Ese sentimiento creció con la designación al frente del gabinete ministerial del hasta ahora ministro de Defensa, Alberto Otárola, percibido por los analistas como muy cercano a las instituciones castrenses.
“Se ratifica la imagen de un gobierno con una relación colgada del brazo de los militares. Otárola es claramente ese símbolo”, dijo el antropólogo Eduardo Ballón, del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo.
El nuevo presidente del Gobierno reemplazó al designado originalmente por Boluarte, Pedro Angulo, quien se desgastó en una semana por supuestos oscuros hechos de su pasado y la represión.
Para Ballón, la llegada de Otárola al puesto número dos del Ejecutivo es solo una «apertura», ya que se instaló la percepción de que era él quien, desde el Ministerio de Defensa, estaba al mando.
Menos estrés en las calles
Las manifestaciones que estallaron tras la destitución de Castillo y que dejan casi tres decenas de muertos y centenares de heridos y detenidos tienden a disminuir con el paso de los días, pero aún parecen lejos de desaparecer por completo.
Al menos cinco puntos viales siguen bloqueados, aunque las tomas han terminado en unos 180. En departamentos andinos como Apurímac, Ayacucho y Arequipa la movilización es grande y en Cusco se acordó una tregua hasta enero.
En tanto, enviados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) realizan una visita de inspección, mientras el demanda de investigación y sanción contra militares y policías que han caído en exceso.
En todo este contexto, las fuerzas políticas, severamente cuestionadas por la opinión pública, deberán prepararse para elecciones anticipadas que ya son ineludibles.
Sectores de izquierda querían que las elecciones se realizaran en un plazo máximo de cuatro meses, pero los órganos electorales plantearon dudas sobre poder realizarlas y no se llegó a un consenso en esa vía.
Al final, aunque Boluarte quiso programar las elecciones para diciembre de 2023 y los órganos electorales lo creyeron factible, se impuso en el Congreso la idea de 2024, fecha que habrá que confirmar para marzo próximo.
enfrentamientos en el congreso
Pero No será un camino fácil de recorrer porque la derecha y la izquierda tienen peticiones concretas y el Congreso actual no se ha caracterizado por su capacidad de consenso.
Así, para la derecha es importante que se hagan modificaciones como el regreso a la bicameralidad o el fin de la prohibición de que los congresistas puedan ser reelegidos.
Además, los sectores más radicalizados de la derecha exigen cambiar a los integrantes del Jurado Nacional de Elecciones y de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, bajo el argumento revivido sin pruebas de que en 2021 hubo fraude.
La izquierda, por su parte, lucha por un referéndum el día de las elecciones para decidir si cambia la Constitución de 1993, cuestionada por ese sector, pero duramente defendida por el otro partido.
Una vez superados todos estos puntos, comenzará la carrera electoral, todo un mar de dudas, ya que no se perfilan programas, candidatos o posibles alianzastampoco se proyectan postulados de fuerza.
Si el 2021 fue un año caótico para la política peruana, como lo han sido todos desde el 2016, en el 2022 se desencadenaron nuevos hechos que solo permiten vislumbrar que la incertidumbre también se impondrá en el 2023.
Fuente: Télam
C.B.