El Gobierno francés superó con comodidad las dos mociones de censura interpuestas por la oposición para frenar el plan del primer ministro, Édouard Philippe, de aprobar la reforma de las pensiones sin someterla a un interminable proceso de discusión y voto en la Asamblea Nacional. Pasada la medianoche, y tras no lograr ninguna de las mociones los votos suficientes, la normativa fue adoptada en primera lectura. Aun así, tanto los acalorados debates como los renovados llamamientos a protestar en la calle pusieron de relieve, una vez más, el profundo malestar que provoca una de las reformas clave del presidente Emmanuel Macron, cuyos supuestos beneficios no parecen convencer a la oposición, sindicatos y muchos ciudadanos.
Al presentar la primera de las dos mociones, el líder del grupo parlamentario de Los Republicanos (LR), Damien Abad, denunció la “precipitación y brutalidad del método usado” para imponer la reforma tras el “fracaso repetido” de los intentos de concertación del Gobierno. También André Chassaigne, presidente del grupo Izquierda Demócrata y Republicana, al defender la moción presentada por los partidos de izquierda afirmó que la reforma de pensiones es la “crónica de un fiasco anunciado, con un rechazo masivo de ciudadanos y unos sindicados menospreciados”.
Para subrayar el rechazo parlamentario, los sindicatos habían llamado a salir a la calle una vez más, pero las cifras de manifestantes —apenas 20.000 en París, la más concurrida, según los propios organizadores— quedaron muy lejos de los cientos de miles que habían logrado convocar al comienzo de las movilizaciones, en diciembre. Philippe, frustrado por la lentitud con que avanzaba el debate anunció el sábado la aplicación del artículo 49.3 de la Constitución, lo que permitió cerrar el debate parlamentario de un proyecto de ley y proceder a su aprobación inmediata sin someterlo a votación. La única manera de frenarlo es presentando una moción como las fracasadas este martes.

Durante el debate de las mociones, Philippe defendió el uso del 49.3 como una medida “un poco excepcional” pero necesaria para lograr una “ley indispensable” que constituye, insistió, un “avance social del que habría que felicitarse”. Además, aseguró que esto «no supone en ningún caso el fin del debate parlamentario» sino que «es el fin de una etapa, pero el debate va a proseguir».
A pesar de sus palabras y del fracaso de las mociones, estas abren una grieta más en un proceso político que también está suponiendo un desgaste para el partido de Macron, a cuyos miembros el primer ministro tuvieron que instar estos días a “permanecer unidos”, según la Agencia France Presse. Varios desoyeron las consignas y abandonaron la formación. Los últimos son los diputados Hubert Julien-Laferrière y Delphine Bagarry, que anunciaron su marcha el lunes, disgustados con el uso del artículo 49.3 que “confiere al ejecutivo un control que excluye de facto a los parlamentarios y a los ciudadanos de toda discusión o mejora” del proyecto, dijo esta última.
Su marcha no amenazó la mayoría parlamentaria oficialista, que sigue sumando 298 diputados (más los 46 de su socio MoDem). Pero aunque Philippe haya logrado ahora acortar mucho los tiempos, el camino de la reforma no terminó. Todavía tiene que pasar al Senado, donde los conservadores tienen la mayoría y donde además no se puede aplicar el 49.3, antes de volver a la Asamblea Nacional para su votación definitiva.