Google Google

No es Dios, pero se parece mucho a él. Al menos es omnipresente. Apareció en el PC de la oficina y del hogar a finales de 1998, pero también lo llevamos en el bolsillo todo el tiempo, en esos ordenadores de menos de 200 gramos que llamamos teléfonos móviles, durante unos años.

Y todo el tiempo también está en todas partes. En el autobús, en el tren, en la cocina, en el restaurante, en el dormitorio e incluso en el baño. Google es siempre. Y más que el Sol, porque es en las noches de insomnio donde más destaca.

Google cambió el mundo. Para los estudiantes (desde la escuela primaria hasta la universidad), brinda respuestas en segundos. Y son los mismos, y en ocasiones incluso más precisos que los que se descubrieron previamente en la biblioteca después de un viaje en tren, autobús o bicicleta.

También nos informa en busca de novedades y es el mejor aliado del viajero que en una pandemia no puede viajar, cuando quiere recordar dónde estaba exactamente ese encantador edificio; abre Google, dos clics y listo.

Pero al mismo tiempo, Google es el peor enemigo de las charlas de café con amigos. Siempre que alguien en la mesa intenta recitar la formación exacta de los All Boys del 83, en cuanto se queda atascado con un apellido en el mediocampo, otro interrumpe («Stop me Google»). Y adiós a la magia de estas mesitas de noche argentinas, donde la velocidad de respuesta es mejor que los insondables tiempos del recuerdo.

Larry Page y Sergey Brin son los creadores del motor de búsqueda de Internet que ha reorganizado la vida de todos, al menos en Occidente. Inicialmente se llamó BlackRub. Entonces, Google, ¿qué se refiere al término matemático «gúgol» acuñado por el estadounidense Edward Kasner. Gúgol es el número 10 elevado a la centésima potencia. O también es 1 seguido de cien 0. Sin embargo, pensaron que era contra el número de búsquedas que mostraba el motor de Google. Se quedaron cortos.

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