En nuestro país, la explosión demográfica y el desarrollo de sus diversas actividades productivas han hecho que no se consideren los límites potenciales de sus recursos hídricos, tanto de origen superficial como subterráneo. Por lo tanto, el uso de estos se ha hecho sin tener en cuenta una gestión eficiente.
Sumado a esto, tanto la población como la industria han comenzado a ejercer una mayor presión sobre las reservas hídricas del país, a tal punto que los volúmenes demandados son mayores a los ofertados.
Esta situación no solo ha ocasionado problemas de escasez de agua superficial en varias regiones del país, sino que también ha generado una mayor competencia por el recurso, no solo dentro de una cuenca entre los distintos usuarios y dentro de un mismo sector económico, sino también entre entidades federativas y por último, pero no menos importante, con los Estados Unidos.
En este sentido, la baja disponibilidad de agua superficial ha obligado a la población a extraer agua subterránea sin una planificación previa de este recurso. Problema que ha ocasionado la sobreexplotación de diversos acuíferos al punto de representar una amenaza para el desarrollo de las regiones que de él dependen.
En el territorio, cerca del 40% del total del agua destinada al uso humano se extrae directamente de acuíferos. Sin embargo, según datos de CONAGUA, para 2020 de los 653 acuíferos nacionales, 275 ya no estaban disponibles.
En cuanto a la distribución de agua, se considera que si bien a nivel nacional existe una cobertura de agua potable de 94.98%, cerca del 10% de la población mexicana no tiene acceso a agua potable, es decir entre 12.5 y 15 millones de habitantes . Y entre los que sí tienen acceso, casi el 30% de estos no tienen la cantidad ni la calidad suficiente.
Para aprovechar este recurso, México cuenta con un sistema de obras hidráulicas para almacenamiento de 125,000 millones de m3. Sin embargo, las técnicas de manejo de líquidos son en gran parte obsoletas; ya que la infraestructura hidráulica presenta un alto grado de deterioro.
En consecuencia, parece que la solución óptima radica en la promoción de instrumentos a través de un sistema de planificación que busque la sustentabilidad y sustentabilidad del sistema hídrico en toda la cadena de valor del ciclo del agua, a través de la implementación de infraestructura. verde o azul. Este consiste en una red interconectada de paisajes diseñados que incluyen cuerpos de agua y espacios verdes abiertos.
En tales circunstancias, se evidencia la oportunidad y apropiación de las autoridades de nuestro país, en coordinación con el sector privado y social, para priorizar el diseño e implementación de políticas públicas innovadoras que sienten las bases para el desarrollo de infraestructura sostenible que provoque la generación de eficiencias en el sector hídrico, que beneficien al medio ambiente y al desarrollo de las generaciones futuras.
POR EMILIO SUÁREZ LICONA
CONSULTOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
@EMILIOSL
CAMARADA
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