31 mayo, 2023

Si eres un amante de las series policiacas, o si sigues de cerca el proceso de Genaro García Luna (o el de Donald Trump), sabrás que la justicia estadounidense es muy particular, por decirlo de alguna manera.

Si bien estamos familiarizados con la terminología y los conceptos generales, lo cierto es que, en realidad, las cosas son muy diferentes, tanto en el ámbito judicial como en el policial, que es donde los Estados (o al menos los sistemas políticos) en general, realmente muestran lo que estan hechos de.

El concepto (no la serie de televisión) de ley y orden vive un poco de su fama, que no siempre se corresponde con la realidad: un modelo basado en una serie de principios teóricos que no siempre encuentran apoyo en el mundo fáctico y en la práctica. Y para quien lo dude, botones de muestra sobran, lo mismo para abusos policiales que para errores procesales en la parte judicial.

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El escándalo más reciente es el de Tire Nichols, un hombre de 29 años, que murió a consecuencia de la paliza que le propinaron cinco policías tras detenerlo por un incidente de tráfico.

No es de extrañar que un hombre muera a manos de la policía estadounidense: casi 1.200 personas murieron de esa manera solo el año pasado.

Tampoco es demasiado sorprendente saber que Nichols era negro, porque un número desproporcionado de víctimas de la violencia o brutalidad policial en los Estados Unidos son afroamericanos, hispanos o nativos americanos.

Llama la atención, sin embargo, que los policías implicados en la muerte de Nichols hayan sido rápidamente denunciados y procesados, que la propia policía de Memphis haya hecho públicos los —escalofriantes— vídeos de la golpiza: Menos del 2 por ciento de los policías implicados en la muerte de un detenido han tenido que enfrentar cargos por ellos.

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Y probablemente lo más llamativo es que los cinco policías que provocaron la muerte de Nichols son, como él, negros, lo que obliga a preguntarse si los niveles de racismo en la violencia policial ya trascienden la etnia de los propios agentes y se tiene. convertirse en un fenómeno institucionalizado y estructural.

Sea como fuere, los números son implacables: los departamentos de policía de los Estados Unidos actúan con casi total impunidad, sin siquiera llevar registros confiables, y literalmente matan a los detenidos a la menor (o incluso sin) provocación.

Ese es el sistema que algunos anhelan para sí mismos. Esto es relevante para nosotros porque, además de que muchos de nuestros compatriotas son víctimas de un modelo de seguridad pública notoriamente injusto frente a la crisis de seguridad y justicia, estamos necesitados de alternativas, y el modelo más cercano es el uno que muchos voltean a ver. Evidentemente, en este caso, no es oro todo lo que reluce.

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POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@gabrielguerrac

CAMARADA

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