Parece un mantra: construir, destruir, reconstruir, deconstruir y empezar de nuevo.
Durante 500 años, una vez caída la cuauhtémoc, esta ciudad siempre utópica se construye superponiendo una capa sobre otra, un imaginario sobre el anterior, dando forma a este caos, a esta ciudad de ciudades, a este proceso ininterrumpido e inconcluso, a esta tierra prometida. Existo porque resisto podría ser su declaración de principios.
El hacinamiento es de todo tipo, sobre todo visual, somos acumuladores no solo de cosas sino también de historia, tratamos cíclicamente de deshacernos de lo que “ya no sirve” para construir algo nuevo y acabamos añadiendo sólo una capa más. En esta ciudad caben todos y todo, siempre podemos agregar un segundo piso hasta que el próximo terremoto lo derribe, con pintura blanca construimos un carril más en las llamadas autopistas, construimos edificios corporativos en un basurero, el reciclaje no es una actitud de moda aquí, es una necesidad y una tradición, reciclamos culturas, orígenes, destinos, sueños y pesadillas.
La ciudad es demasiado, todos sus números parecen exagerados, sus imágenes, multitudes y multitudes la definen, es vasta, voluptuosa, confusa, indescifrable e indefinible, su enorme energía puede volverse deprimente, la vista y los demás sentidos nunca descansan, ellos escuchan los olores, huelen los sonidos, tocan las imágenes, vivir aquí parece absurdo, pero caminar tiene sentido.
Ciudad de México (año de la pandemia).
CAMARADA
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