Seamos honestos por una vez frente al mito, el aniversario de la expropiación petrolera (de la industria; no del oro negro llamado petróleo), a nadie le importa. Tal vez la burocracia Petróleos Mexicanos (Pemex) o su sindicato.
También a los adoradores de Tata, Lázaro Cárdenas del Ríocuyo nieto del mismo nombre, por cierto, acaba de ser sacado de la nómina presidencial y consolado con un minúsculo puesto en la intrascendente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)organismo muy similar al Concacaf en el fútbol (una asamblea del subdesarrollo incurable), muy lejos de los presagios de quienes la soñaron convertida en corcholata.
Coincidentemente, un día antes de la gran concentración convocada por el Presidente bajo el pretexto de la expropiación, el titular del Ejecutivo se deshace del último vínculo con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a quien apenas el pasado mes de febrero dejó quieto de un solo manotazo matutino. Ahora toca a su nieto.
Hoy se ve claramente el alcance de esa frase sobre diferencias políticas y enemistades.
En dos meses los últimos vestigios del cardenismo llegaron a la estancia de Palenque, que no evita utilizar, con clarividente oportunidad, la imagen nacionalista de los michoacanos y su memoria de redención soberana, para responder a los intervinientes norteamericanos y convertir la bandera patria en un envoltorio de la Cuarta Transformación y la Revolución de la Concienciagracias a la incesante persuasión cada mañana, en la expropiación de conciencias y la recurrente toma del Zócalo (el patio de mi casa, es privado…) para mantener aceitada y en movimiento la maquinaria de esa apisonadora electoral que se llama Morena.
La concentración, a la que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha convocado a todos los ciudadanos, a todos los habitantes y si es posible hasta a los extraterrestres, se ordenó como respuesta evidente a las marchas cívicas de quienes se oponen al resquebrajamiento del IInstituto Nacional Electoral (INE)pero a espaldas de las coyunturas internacionales y con la ayuda involuntaria de los Estados Unidos, (el caso Genaro García Luna y iniciativas de intervención), el Presidente ha logrado las tres bandas de la carambola.
Utiliza las propuestas de dos o tres congresistas y los titulares de algunos diarios gringos (el Chicago Tribune, por ejemplo) como peligros para la soberanía, que se dispone a defender, y llama a Fentanilo general para entregar la custodia de la plaza.
El entorno es más que favorable.
Nadie en el país, ni siquiera los opositores más abiertos, pueden reivindicar su patriotismo, aunque no sea más que una grosería patriotera. La bandera se defiende.
Y tampoco nadie puede criticar la celebración de la proeza petrolera.
Nadie, excepto las finanzas de Pemex, pero eso también es otra cosa.
POR RAFAEL CARDONA
COLABORADOR
MAÍZ