
La Feria del Libro de Guadalajara, la FIL, No es, por supuesto, conservador. Tampoco es neoliberal, PAN o PRI. Afortunadamente, sí, ella tampoco es un acero. Es un poco de todo eso, lo que quizás lo convierte en un espacio abiertamente liberal, en el sentido de que admite todas las voces y, como hay que hacerlo, las hace discutir, al menos a veces.
Por eso, por ese talante liberal; porque todos caben; porque lo peor que puede pasar es que Peña Nieto haga un oso y ese oso sea recordado para siempre; porque no hay violencia o, de hecho, abucheos excesivos, es porque es y será siempre inadmisible para una persona como nuestro presidente, que el otro día se refirió a eso como un «foro del conservadurismo», después de que abuchearon Patricia Armendáriz por defenderlo.
Los moneros de La Jornada han pasado por la FIL para matarnos con huevas, carmen aristegui cuando aun era amada por la chairiza, claro, y con exito, Paco TaiboFabrizio Mejía y tres que cuatro o quince funcionarios del cuartoísmo, que han compartido espacio con Vargas Llosa, Pérez Reverte, Krauze o Aguilar Camíntal como antes pasaron por Pitol, Monsiváis o Fuentes. La razón es que no hay feria más importante que una convocatoria, y me refiero a México y el lugar que quieran.
La FIL es una feria de negocios, y una feria importante en ese sentido. Pero, en mucha mayor medida, es una feria ciudadana, al margen de grillas y luchas de poder. Es una feria donde se habla con libertad, como todos sabemos, en la que, para no ir más lejos, este año está programado Lorenzo Meyer, al que vimos varias veces por ahí, cuando era elemental pero no francamente bochornoso, y se homenajeaba a Elena. Poniatowska. Es una feria que vende libros al público y ofrece presentaciones abiertas para quienes lleguen temprano a escucharlos.
Una feria multitudinaria y festiva, que, eso sí, te expone como escritor o presentador al libre ejercicio de la interpelación crítica. Este año, una vez más, tras el impasse de la pandemia y otro año, el año pasado, con comprensibles restricciones de aforo, la FIL fue un éxito por la cantidad de gente que pasó por allí y los muy buenos autores y sobre todo autoras que la visitaron. . Irene Vallejo y Rosa Montero, por ejemplo.
Por todo lo anterior, es normal que a la FIL no le gusten las marchas del presidente de la mayor gloria y el acaparamiento del micrófono. Porque el presidente, en realidad, sabe que presentarse ahí, con el torso desnudo, para intercambiar ideas, requiere valentía. Vaya: porque sabe que una de las pocas personas en el país que no pudo presentarse en la FIL es él, el del monólogo. Último comentario para hacer arder la comentariocracia sharpa: lo pagó caro, como dijo, pero Enrique Peña Nieto sí se atrevió a presentarse.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
MAÍZ