Todos los miércoles por la tarde el escenario es el mismo en la esquina de las calles Matta y Portugal, en el corazón de Santiago: «¡No más pasta base! ¡No más asaltos!».
Los vecinos, con banderas negras y megáfonosse están organizando por su cuenta mientras intentan lanzar un grito de auxilio a las autoridades ante el avance del crimen organizado y el narcotráfico que recientemente ha penetrado con fuerza en Chile y ha desató la violencia como nunca antes en tu barrio y en otras zonas del país.
Los participantes de la protesta dijeron a la agencia EFE que el deterioro ha sido «persistente» y que, tras el punto álgido de la pandemia, estalló la inseguridad y por ello se vieron obligados a organizarse.
«De un momento a otro nos dimos cuenta de que no había presencia policial ni órganos de control, por eso decidimos unirnos y superar nuestras barreras -incluso políticas- para que el Estado responda», dijo a Efe el líder barrial Leonardo Núñez.
La parte positiva es que la falta de seguridad y protección ha incrementado la necesidad de reencontrarse en esta zona de Santiago, donde las organizaciones comunitarias habían perdido fuerza y participación, dicen los mismos vecinos.
Para Sylvia Contreras, integrante de una red de mujeres cuidadoras del barrio, el trabajo de las organizaciones sociales es fundamental para garantizar la seguridad, más allá de aumentar la presencia policial.
Unidos ante la inseguridad
En ese espacio conviven posiciones políticas diametralmente opuestas, conversan personas de extrema derecha con otras militantes de izquierda y, a diferencia de los partidos en el Congreso, en el barrio sí logran consensos sobre el problema común.
Entienden, por ejemplo, que seguridad “no sólo significa más policía, sino también políticas sociales”.
El barrio ha protagonizado informes policiales durante los últimos dos meses. El 15 de marzo, un cuerpo con un disparo en la espalda fue encontrado en medio de la calle, en la esquina donde los vecinos comenzaron a manifestarse.
Unos días después, un comerciante recibió un disparo en la cabeza en un asalto violento. A principios de abril, un agente de Carabineros murió tras un disparo frontal en un operativo.
“Nos sentimos como un laboratorio de las bandas de narcos que llegaron al barrio y se dieron cuenta de la fragilidad institucional que tenemos. Estamos en un nivel de decadencia que nos alarma”, lamenta Leonardo Núñez.
casas tomadas
Estas dinámicas de violencia se replican en muchos otros sectores de la Región Metropolitana y, en particular, en la comuna de Santiago, donde un catastro de las autoridades estima que 85 casas han sido tomadas con fines delictivosalgunos desde 2017, confirmaron a EFE fuentes municipales.
«En las últimas dos semanas hemos logrado recuperar tres inmuebles vinculados al narcotráfico y fuentes delictivas que, además, tenían un arrendamiento irregular en condiciones de hacinamiento, con el riesgo potencial que esto implica», dijo a Efe la alcaldesa de Santiago. el comunista Irací Hassler.
El funcionario agregó que la Municipalidad capitalina, que la semana pasada emprendió la plan de seguro de santiago Para reforzar la seguridad en el centro histórico, «trabaja en conjunto» con los vecinos de Matta Sur para «recolectar y canalizar» denuncias sobre inmuebles ocupados por el crimen organizado, el narcotráfico y la delincuencia.
El impacto de la violencia en la vida cotidiana de los vecinos es tal que, en un mes, se suspendieron las clases en dos zonas por los riesgos de los funerales de los narcotraficantes, que multiplican su poder al ocupar los espacios públicos.
mas asesinatos
La cara más cruda se refleja en los datos sobre el aumento de delitos violentos y homicidios: según la Subsecretaría de Prevención del Delito, en 2022 la tasa de homicidios fue de 4,7 por cada 100.000 habitantes, muy inferior al promedio de América Latina, pero ¿qué significa? un aumento del 34,3% respecto al año anterior.
Para la investigadora del Centro de Estudios de Conflictos y Cohesión Social, Alejandra Luneke, estudiosa de las dinámicas territoriales del narcotráfico en zonas periféricas, la elección del «pericentro» de Santiago «no es casual».
“Hay una lógica sobre el papel que juegan esos territorios (donde se asienta el narcotraficante) en el mercado de la droga”, dijo el especialista.
Ante el aumento de los delitos violentos, el Estado chileno ha impulsado leyes contra el secuestro, portación de armas, extorsión, sicariato y control migratorio, una especie de legislación “reactiva, caliente” que Lukene considera arriesgada.
“Toda la política ‘antidrogas’ que se ha lanzado ahora asume que no hay corrupción en la institucionalidad. No hay mecanismos para dar cuenta de esto en las instituciones judiciales y policiales, se está girando un cheque en blanco”, concluyó.
Fuente: EFE
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