Existe una nube oscura de incertidumbre como un manto que cubre a los inquietos república mexicana. Los rumores sobre posibles intentos de retener el poder «a toda costa» por parte del partido oficial se entremezclan con luchas a muerte entre facciones «transformistas» por ganar la candidatura presidencial de su partido. El militarismo avanza sin freno, sin un mínimo de control civil sobre sus operaciones, gastos, proyectos y negocios. Codo a codo con las fuerzas armadas, o en armonía con ellas, el crimen organizado se convierte en el gobierno de facto de amplias zonas del país a sangre, fuego y dinero.
El Presidente está convirtiendo activamente la relación con EE.UU en el nuevo objeto del odio nacional. Siempre ha hecho política promoviendo objetos de odio: primero fue la mafia del poder, luego Calderón y las elecciones de 2006, luego el neoliberalismo, y ahora insta a odiar a Estados Unidos. ¿Porque? Porque el objeto del odio incita al espíritu de sacrificio nacional y al amor al deporte nacional a mirar al otro para no reparar en los errores, limitaciones y carencias propias.
Para odiar a Estados Unidos, el presidente promueve la idea de que debemos creer que el T-MEC amenaza existencialmente a Estados Unidos. PEMEX y CFE e, igualmente, a México. Ante una supuesta amenaza del exterior, el Presidente de la República afirma que salvó a estas empresas de su inevitable desaparición. ¿Qué tiene que ver con los Estados Unidos? No se sabe, pero la insinuación de que AMLO luchó contra una artera agresión desde el exterior es fundamental para inculcar el espíritu nacional para luchar contra un enemigo imaginario.
Es, sugiere también, un combate mortal entre David y Goliat. Esa verdad es vaga e imprecisa, pero ¿qué importa? Lo importante es que el mito se recree en la mente de los seguidores del movimiento y que crean que el líder hizo algo que nadie más hubiera logrado. ¿Qué hizo exactamente? Nadie lo sabe. Lo importante es la idea de heroísmo presidencial. El superhombre de Nietzsche.
Así sobrevive la República: de mentira en mentira, en vagas sugerencias e insinuaciones, en la repetición de mitos heroicos nunca verificados, pero ampliamente difundidos.
El acto en el Zócalo capitalino tuvo el único propósito de inculcar en sus seguidores la convicción de que López Obrador superó a Cárdenas y resiste las pretensiones imperialistas que quieren despojar a México de lo más sagrado de su identidad nacional. La realidad no es muy precisa, pero las emociones son reales. Y, como consecuencia de ese heroísmo ambiguo, el Presidente promueve la idea de que «merece» la continuidad de su proyecto después de 2024. AMLO gobierna evocando emociones, como el miedo en el extranjero (prueba de ello es que nunca viaja fuera del país). ). y el odio a lo diferente.
El discurso de este nuevo ultranacionalismo se basa en elementos de fanatismo junto con la pretensión de marcar la pauta discursiva hacia la carrera presidencial de 2024. La idea va más allá del populismo de Trump y Bolsonaro, porque finalmente tuvieron que aceptar sus respectivas derrotas por la solidez de las instituciones electorales.
Pero el caso mexicano puede ser diferente. La captura del INE por parte de Morena al intentar colocar a sus «cachirules» en la dirección del organismo promete comprometer seriamente los resultados electorales. Pretende coordinar acciones temerarias de los militantes asesores del partido oficialista al frente del INE, junto a un Ministerio del Interior creando activamente condiciones de conflicto para impugnar los resultados electorales en todo el país.
Parece que la intención del gobierno es crear caos y confusión para luego imponerse por medios ilegales y violentos “justificados” por una gran crisis nacional.
Si este plan de caos y confusión se lleva a cabo es porque el gobierno no está seguro de ganar las elecciones limpiamente y sin objeciones. Es más, el gobierno, Morena y López Obrador ven una posibilidad real de perder la Presidencia en 2024, a pesar de lo que digan las encuestas. Es la única explicación para el ataque sistemático, violento e ilegal al INE.
El miedo del Presidente a perder el 2024 no se debe únicamente a razones políticas o ideológicas. La familia presidencial teme ser procesada judicialmente por sus actos de corrupción y los de sus colaboradores realizados durante su gobierno. Como son administradores incompetentes, están dejando tras de sí un rastro de documentación de sus prácticas cleptocráticas. Tienen razón al temer el juicio de la historia sobre su breve y caótico reinado.
Esta imponente caja está preparada desde todos los ángulos. Eso significa que «harán lo que sea» para no perder las elecciones de 2024, incluso con acciones abiertamente ilegales, como la declaración de un Estado de Excepción para anular los resultados electorales, si pierden.
Y para lograr sus objetivos, el Presidente debe contar con la absoluta lealtad del alto mando de las fuerzas armadas. Esto explica por qué ha permitido que los mandos militares se conviertan en una nueva clase burguesa con vastos intereses económicos, institucionales y personales. AMLO sabe que el dinero puede corromper y volverse lábil a los intereses de un político que necesita lealtad y sumisión. En eso AMLO no se equivoca. Empresarios y banqueros se han mostrado dispuestos a someterse a los designios presidenciales.
Todo presidente mexicano tiene que tomar en consideración dos poderes fácticos: el Ejército y los Estados Unidos. No es descabellado pensar que si el Ejército está al servicio de los intereses del Presidente, López Obrador podría sentirse empoderado para enfrentar a Estados Unidos, neutralizando su capacidad de influir en México. Sobre todo porque ese país estará absorto en su proceso electoral.
Ensayó ese nuevo tono de desafío a Estados Unidos en su discurso en el Zócalo. Ha estado poniendo a prueba esas narrativas recientemente, con sus amenazas de desestabilizar las elecciones estadounidenses y de desafiar las reglas básicas del T-MEC, además de impedir la actuación de organismos como la DEA en territorio nacional para que no actúen en contra de sus «abrazos». , sin balas.” Esa distancia que pone con Estados Unidos es para poder resistir presiones si decide imponerse ilegalmente en las elecciones de 2024.
Amenazar con intervenir en las elecciones de Estados Unidos hizo que ese país exigiera respeto a su soberanía. Con este argumento, AMLO le dirá a Estados Unidos que no se entrometa en México cuando desestabiliza las elecciones mexicanas, creando las condiciones para declarar nulo un resultado contrario a sus intereses.
La estrategia de AMLO para controlar y dictar los resultados electorales está en proceso de construcción. Todo es incierto, tenso y altamente volátil. Ese es el clima que sobrevive en todo el país. Es la nube oscura de incertidumbre que envuelve el entorno nacional.
Ricardo Pascoe Pierce
@rpascoep
MAÍZ