
Cuando hablamos de fútbol inmediatamente nos viene a la mente una pelota, los jugadores y el equipo de nuestra elección, ya sea local, internacional o nuestra selección. Sin embargo, el deporte que mueve al mundo entero va mucho más allá de ser solo un juego, solo un deporte, una pelota, un puñado de futbolistas y un juez que legaliza los partidos. El fútbol organizado implica miles de millones de dólares por el trabajo de miles de personas, siendo el negocio de unos pocos y un marco político como en los episodios más emocionantes de la serie «House of Cards». El mundial de fútbol que se está disputando en Qatar es el ejemplo inequívoco de ello.
Una nación que, a modo de ejemplo, cuando se celebró el Mundial de Fútbol de México en 1970, era todavía un puñado de habitantes en situación de pobreza, viviendo bajo el protectorado británico, en una zona árida del golfo Pérsico y, por supuesto, no tenía ningún interés en este deporte. No fue sino hasta un año después de la Copa del Mundo en la que la selección brasileña se coronó de la mano de Pelé, cuando Qatar cambió su destino, ya que en su territorio se encontraron vastos yacimientos de gas natural que la convertían en una nación rica y fuerte competidora de sus paises vecinos Hoy el emirato de Qatar cuenta con casi 3 millones de habitantes, con vocación económica dedicada al gas, petróleo, turismo e inversiones multimillonarias en todo el mundo.
Siendo ya una nación rica, como suele decirse de «los nuevos ricos», comenzó a copiar los gustos y las acciones, primero de sus vecinos geográficos y luego de otras naciones del mundo. Comenzaron con la creación de su liga de fútbol y, sobre todo, comenzaron a hacer negocios en el campo de fútbol a nivel mundial, patrocinando equipos internacionales con su industria aérea Qatar Airways, posteriormente comprando el equipo Paris Saint-Germain para hacer de este una constelación de estrellas. en todo el mundo, Ronaldinho, Beckham, Zlatan, Neymar, Mbappé, Messi.
Su plan estaba bien diseñado, en paralelo ya tenían negociaciones construidas para albergar el evento deportivo más grande del mundo. Cuando comenzaron a cabildear en 2010, la mesa estaba puesta para que llovieran los votos, hasta que Joseph Blatter anunció el veredicto, la primera vez que la Copa Mundial de fútbol se jugaría en el Medio Oriente, en el invierno occidental, en medio del año de fútbol en todo el mundo, en un país que poco sabe o le gusta el fútbol, en una nación gobernada por un Emir que poco sabe de derechos humanos y mucho menos de libertades, es decir, una sede que va en contra de todo lo que la FIFA dice defender.
Diego Maradona dijo en su despedida “la pelota no mancha”, sin embargo hoy la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA está, a todas luces, manchada por la corrupción, homofobia, precariedad laboral y cero medidas de seguridad para los trabajadores de la construcción de los estadios, la ausencia de los derechos de la mujer. El máximo organismo del fútbol, la FIFA, decide callar los desmanes qataríes a cambio de unas (muchas) monedas, veremos si esos millones que un balón hace ganar a la dirigencia de la FIFA son suficientes para sanear este suceso y el fútbol habitualmente. .
POR ADRIANA SARUR
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CAMARADA