La realidad invisible de las nenas en América latina

Disfrutar de la infancia o terminar la escuela siguen siendo problemas irrealizables para millones de niñas en América Latina. Muchos de ellos, tanto de las ciudades como de las zonas rurales, deben asumir prematuramente el rol adulto en su propio hogar o marcharse a otro hogar como trabajadoras del hogar, una realidad «tan evidente como invisible» en la región.

“Ser empleada doméstica de niña es muy duro. Estaba con la escoba en la mano y lloraba, lavaba los platos y lloraba. Lloraba todo el tiempo porque extrañaba a mi pueblo, a mi familia, a mis hermanas”, dice Reinalda. Chaverra, originaria de Tutunendo, en el departamento del Chocó, el más empobrecido de Colombia, recuerda que a los 12 años su madre la mandó a otra ciudad para cuidar a los hijos de un familiar.

El caso de Reinalda es uno de tantos en América Latina, donde, según ONU MujeresEl trabajo doméstico es una de las dimensiones menos reconocidas de la contribución de las mujeres al desarrollo y supervivencia de los hogares, la economía y la sociedad.

Una niña salvadoreña carga un contenedor de agua en las afueras de San Salvador.  Foto: EFE

Una niña salvadoreña carga un contenedor de agua en las afueras de San Salvador. Foto: EFE

Trabajo infantil en todo el mundo

Las estimaciones de 2020 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sugieren que algunos 160 millones de menores en todo el mundo -entre ellos 63 millones de niñas- realizan trabajo infantil, de los cuales 7,1 millones están a cargo del trabajo doméstico.

En América Latina trabajan 8,2 millones de menores entre 5 y 17 años y, aunque se sabe que las niñas y adolescentes son las que realizan una mayor proporción de las tareas del hogar y de cuidado, remuneradas o no, Las figuras brillan por su ausencia.

“Es un tema tan obvio como invisible en la región: sabemos que existe, pero no sabemos la realidad, no sabemos qué pasa, cómo funciona en los países”, dice María Kathia Romero Cano, experto de la Secretaría Técnica de la Iniciativa Regional América Latina y el Caribe Libre de Trabajo Infantil, explicando que las naciones de la región carecen de estadísticas o están desactualizados.

«La vida me robó las oportunidades»

Desde los 9 años, antes de ser llevada a trabajar a una casa lejos de su hogar, Reinalda cuidó de sus 4 hermanos y las labores del hogar en su natal Tutunendo, un caserío del occidente colombiano enmarcado por una abundante selva y ríos cristalinos.

160 millones de menores en todo el mundo, incluidas 63 millones de niñas, realizan trabajo infantil. Foto: EFE

“Lo que más recuerdo de esa etapa es que la vida me negó, me quitó, me robó la oportunidad de estudiar. Ese era mi objetivo, lo que anhelaba era estar ahí, aprendiendo como los demás niños, con sus uniformes muy lindos, pero mi mamá me decía que si estudiaba quién cuidaría a mis hermanitos”, recuerda.

Comparte esta experiencia con Marciana Santander, una paraguaya que desde los 7 años quedó al cuidado de sus hermanos mientras su madre iba a trabajar y quien poco a poco fue asumiendo cada vez más tareas en el terreno familiar, ubicado en La Colmena, al sureste de Asunción.

“Cuando tenía 11 años, ya estaba trabajando en nuestra chacra (finca) y en la de otra persona para ganar un poco de dinero para ayudar porque Ya éramos 12 hermanos. Apenas pude estudiar, ni pude terminar la primaria”, dice Santander, actual secretaria general del Sindicato de Trabajadoras del Servicio Doméstico de Paraguay.

Investigadores y organizaciones como ONU Mujeres han concluido que esta sobrecarga de trabajo doméstico y asignación de tareas de cuidado a familiares u otras personas comienza en la primera infancia y aumenta cuando las niñas llegan a la adolescencia.

El cuidado de familiares u otras personas comienza en la primera infancia. Foto: Reuters

Cifras de la ONU confirman, por ejemplo, que niñas entre 5 y 9 años dedican un 30% más de su tiempo a ayudar en las tareas del hogar que los niños de su misma edad, porcentaje que sube al 50% cuando tienen entre 10 y 14 años.

Dependiendo del país, entre las tareas más comunes asignadas a las niñas se encuentran cocinar o limpiar la casa, ir a buscar agua o leña, lavar la ropa y cuidar a otros niños.

«Vivimos en una cultura que reproduce esos patrones de género que se les asigna a las mujeres y niñas desde su nacimiento: un rol particular en la familia y en la sociedad y ese es el rol de cuidado”, explica Denise Stuckenbruck, Asesora Regional de Género de UNICEF para América Latina y el Caribe.

“Se espera que las niñas se queden en casa para cuidar a sus hermanitos, para cuidar la casa, para hacer las tareas del hogar, sobre todo si la madre tiene que salir a trabajar”.

Esto, advierte Stuckenbruck, tiene un impacto profundo cuando las niñas ven Reducción del acceso a la recreación, el juego y la educación.

Promesas incumplidas

Para Marcelina Bautista, fundadora del Centro Nacional de Formación Profesional y Liderazgo de las Trabajadoras del Hogar de México (Caceh), uno de los efectos más complejos es que el ciclo de la pobreza se perpetúa.

«Estas muchachas no tienen la oportunidad de seguir estudiandosi terminan la primaria, lo que significa que será muy difícil acceder a otro tipo de trabajo con ese nivel de escolaridad”, dice Bautista, quien proviene de una familia campesina.

A los 14 años se vio obligada a dejar a su familia y dejar sus estudios para irse como empleada doméstica a la Ciudad de México.

El fenómeno es muy común en América Latina, donde las niñas de las zonas empobrecidas son llevadas con familias extrañas trabajar en el ámbito doméstico, con la promesa de un techo, comida y, sobre todo, mantener sus estudios.

“Aquí en Paraguay hay mucho ‘criada’ que viene del interior a estudiar y trabajar, pero esa no es la realidad. Cuando entras a la casa de otra persona, no puedes estudiar y si es con un familiar tienes que cuidar a otros niños o limpiar la casa y luego nos vamos para allá”, dice Marciana Santander.

Se refiere así al criadazgo, una práctica criticada en la que miles de niñas paraguayas son enviadas por sus familias a hogares lejanos y extraños para realizar tareas que van desde limpiar la casa hasta cuidar bebés, a cambio de comida y educación.

Pero en realidad, los menores no asisten regularmente a la escuela y están expuestos a riesgos en el interior, como sobreexplotación, maltrato y abuso.

“Por eso, cuando somos jóvenes y luego cuando crecemos, no podemos tener acceso a un buen trabajo por falta de estudio”, lamenta Marciana, al recordar que comenzó a trabajar de adolescente en una casa lejos de ella. familia y, como ella sólo hablaba el idioma guaraní, la formación básica le costó mucho más.

Soluciones

Según estadísticas citadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en Brasil, México y Perú el trabajo infantil es más frecuente en números absolutos; mientras que en porcentaje de la población entre niños de 5 a 17 años, Bolivia (26,4

Expertos advierten sobre la complejidad del problema del trabajo infantil en América Latina, especialmente de las niñas, dada la multiplicidad de factores que intervienen, pero consideran que existen algunas acciones prioritarias para combatirlo.

ONU Mujeres ha instado, con carácter de urgencia, a diseñar políticas de oferta de servicios, protección social e infraestructura básica, que promuevan la distribución del trabajo de cuidados y doméstico entre hombres y mujeres y que permitan la creación de más y mejores puestos de trabajo en el ámbito asistencial, así como el enfoque de género para reducir el trabajo infantil de las niñas.

Dirigentes de trabajadoras del hogar de la región, como Reinalda, Marciana y Marcelina, piden diseñar mecanismos para promover el empleo digno.

“La verdad es que el trabajo es para los adultos y el derecho de una niña es seguir estudiando para que no se frustren sus oportunidades. Por eso, el Estado debe generar atención a las mujeres, que tienen un trabajo bien remunerado, para que sus hijas tienen la opción de seguir estudiando», dice la activista mexicana Marcelina Bautista.

En lo que todos coinciden es en la urgencia de llenar los vacíos de información para poder evaluar con mayor precisión las decisiones a tomar y evitar que la situación de las niñas trabajadoras del hogar siga siendo invisibilizada.

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