La resistencia visual de Francisco Mata Rosas

La fotografía ha dejado de ser un medio especializado para convertirse en una herramienta de uso común, por lo que es una extraña aventura desenterrar y modernizar los vestigios de un lenguaje condenado a la inmediatez. Generar el momento adecuado para transgredir esos límites es un acto revolucionario que lleva los discursos visuales a otro nivel.

Este movimiento es liderado por creadores que generan un culto a la identidad, en esta batalla está el docente, investigador y fotógrafo Francisco Mata Rosas63 años, quien recorrió más de tres mil kilómetros para construir una narrativa que detalla la línea fronteriza, concepto del imaginario popular en el que indagó durante diez años y que plasma en el fotolibro La línea, apuntes desde la frontera norte.

Las personas y paisajes que se dibujan en la publicación son una muestra de la hibridación de la cultura, donde “vivir en la línea es símbolo de identidad y locura desbordante para mostrar de dónde somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos”. , como detalla Mata, quien afirma que la línea no es solo la figura de un muro físico que divide a las naciones, sino la idea de llegar a la meta, utilizando la acción de cruzar al “otro lado” como símbolo de pertenencia; Quienes logran cruzar llevan consigo un nacionalismo que se agudiza incluso en la interacción con los estados fronterizos mexicanos, pero que se destaca mucho más cuando logran llegar a Estados Unidos, pues “defender el origen suele ser el primer límite que buscamos transgredir en el extranjero».

Una imagen cotidiana en la frontera. (Créditos: Cortesía Francisco Mata)

El autor invita a entender que “este establecimiento de fronteras nos permite identificar ideologías y concepciones del mundo, y aunque es una tragedia cuando hay restricciones para cruzar libremente, es esta prohibición la que actúa como un imán para las personas que no no quiere quedarse en México y quiere llegar a Estados Unidos, ahí es cuando la frontera se vuelve un mal necesario, una motivación, algo que hay que cruzar con otro objetivo”.

Esa narración aparece a lo largo del viaje sobre el papel: un cielo azul te engaña con su pasividad al cruzar “la línea”. Se comprende entonces la indagación y la atracción del autor por saberlo todo: “De dónde empiezan y acaban el primer y tercer mundo, español, inglés, de dónde salen las armas, el dinero, la droga y los migrantes”, así damos respuesta a estas preguntas, en cada imagen, de forma violentamente amorosa, donde el sueño americano es el mismo de ayer y de hoy: “Una ilusión”.

Mata demuestra que es un buen oyente de las ciudades, no solo de la frontera sino también de aquellas que construyen memoria a partir del reciclaje cultural: “Como capas sumadas y superpuestas unas sobre otras, los habitantes de la gran ciudad mexicana generan resiliencia. basada en la supervivencia ante eventos caóticos, recoge y acumula objetos, experiencias, historias y por lo tanto un lenguaje visual que se mezcla completamente con todo”. Reciclar la memoria es la forma chilanga de resistir el borrado histórico, el blanqueo de barrios y la delincuencia; los chilangos “existen porque resisten”, de la misma manera que Tepito, el barrio rudo, defiende a su gente y en ocasiones también los ofrece como sacrificio de asfalto y plomo, como ofrenda desde tiempos prehispánicos.

La expresión la tomó Mata durante una de las tantas protestas de mujeres en la Ciudad de México, quien señaló la violencia que viven todos los días y que enfrentan resistiendo. Inmediatamente le cobró sentido y lo adaptó a su fotolibro Existo porque resisto, una expresión saturada de arquitectura, retratos y paisajes con objetos cotidianos, donde algunos fragmentos solo existen en la memoria de quienes lo vivieron, como el verde. coches que funcionaban como taxis. , y muchos otros que continúan en la vida cotidiana de la capital, como los tianguis y sus lienzos de colores.

El creador hizo una versión de su propia historia con esta estampa. Mata existe porque ha resistido los cambios de naturaleza y los cambios de grado en la fotografía: de las transformaciones químicas a las formas de consumir la imagen, porque ahí está la verdadera transformación del medio; Es en este camino que muchos fotógrafos talentosos se quedaron por rechazar nuevos formatos de salida para comunicar; pero lejos de ser una comparación dañina, se convirtió en una esperanza para quienes hoy esperan documentar los fragmentos de realidad que se les presentan. Un libro ya es una joya antropológica, pero un fotolibro también es un insumo tangible que aporta a la memoria colectiva, Mata lo entiende y lo ejemplifica con cada edición, no en vano las galerías se saturan en lo que respecta a las charlas dirigidas por el fotógrafo: el público se apresura a comprar uno o varios ejemplares, que ya se pueden conseguir en la Galería Patricia Conde y en las librerías de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Independientemente de generaciones, el fotógrafo ya es un referente en la comunidad visual, sin dudarlo “Francisco Mata existe y sigue resistiendo”.

CAMARADA

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