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El escritor es un ex banquero y autor de ‘A Banquet of Consequences Reloaded’ y ‘Fortune’s Fool’.
Las guerras de divisas, al igual que los conflictos militares, han cambiado. La economía convencional supone que la devaluación afecta el comercio, las ganancias corporativas, los precios y los flujos de capital. Lo hace, pero las relaciones ahora tienen más matices de lo que algunos podrían esperar.
En primer lugar, el impacto de un tipo de cambio más débil sobre la competitividad de las exportaciones podría estar disminuyendo. Desde el Acuerdo Plaza de 1985, las empresas, originalmente dirigidas por fabricantes de automóviles, diversificaron sus cadenas de suministro para ubicar la producción en los mercados finales o cerca de ellos. La amenaza de perturbaciones causadas por condiciones climáticas extremas, pandemias y, más recientemente, presiones geopolíticas ha alentado la llamada “relocalización y apuntalamiento de amigos” de las operaciones. Esto reduce o altera las exposiciones cambiarias.
Los efectos dependen de la exportación, especialmente de la elasticidad de la demanda, los costos relativos de producción, la capacidad disponible, la competencia, los costos de cambio, así como de cuestiones como la calidad, la complejidad tecnológica, las especificaciones, los gastos de transporte y la confiabilidad del suministro. Pero muchos bienes y materias primas se cotizan en dólares, lo que reduce los riesgos cambiarios. Las ventas bajo contratos a largo plazo están parcialmente inmunes a las fluctuaciones del tipo de cambio a corto plazo.
En segundo lugar, la devaluación aumenta los ingresos contables, con las ganancias extranjeras traducidas a una tasa más ventajosa, pero no mejora el flujo de efectivo a menos que la cantidad sea repatriada y convertida. Los exportadores frecuentemente retienen sus ingresos en divisas para cumplir compromisos en la moneda relevante, reduciendo la influencia de los tipos de cambio variables. La ubicación de los propietarios finales de las empresas y el flujo de caja real hacia ellos es crucial.
Algunas empresas, como las empresas de recursos, independientemente de su domicilio, utilizan el dólar como moneda funcional, lo que complica aún más las cosas. Los montos en moneda extranjera a menudo están cubiertos por derivados o préstamos y obtención de insumos en la moneda de ingreso. Las consecuencias financieras reales requieren una comprensión detallada de las operaciones comerciales individuales, que varían dentro de la misma industria o país.
En tercer lugar, a nivel macroeconómico, la devaluación es teóricamente inflacionaria, pero en la práctica el vínculo es más débil. Es posible que los mayores costos de importación no se reflejen en los niveles de precios debido a la combinación de productos producidos localmente y en el extranjero, la disponibilidad de sustitutos y la incapacidad o falta de voluntad para trasladar los mayores gastos a los usuarios finales.
Por último, en términos de flujos de capital, se supone que la debilidad monetaria hace que un país sea un destino de inversión menos atractivo debido a posibles pérdidas. Pero esto depende de la denominación del instrumento y de si el comprador es nacional o extranjero. La capacidad de atraer capital extranjero también está influenciada por las opciones de inversión disponibles (como el sector tecnológico estadounidense), los rendimientos relativos ajustados a la moneda y consideraciones especiales como el estatus del dólar como moneda de reserva.
La capacidad de Japón para financiarse con ahorros internos y su banco central ha limitado los problemas de un yen en depreciación. En cambio, para Estados Unidos, el valor del dólar tiene más consecuencias debido a la necesidad de atraer inversores extranjeros para financiar su cuenta corriente y su déficit presupuestario.
Para los prestatarios de mercados emergentes que financian en monedas no locales sin compensar los ingresos de exportaciones, una devaluación puede reducir la capacidad de cumplir con los compromisos. Sin embargo, la devaluación también puede ser un mecanismo eficaz para disminuir los niveles de deuda real, cuando los préstamos son en moneda nacional y están en manos de inversores extranjeros. En términos prácticos, puede equivaler a un incumplimiento selectivo.
La importancia de la moneda puede reducirse aún más con el tiempo si la desglobalización resulta en un menor comercio y flujos de capital transfronterizos. Un mayor énfasis en la intervención directa, como aranceles, embargos, sanciones, subsidios, restricciones a las inversiones y confiscaciones de activos, también puede disminuir el papel de los tipos de cambio.
Este cambio, en parte, refleja la dificultad práctica de apuntar a valores monetarios específicos, particularmente cuando cada nación quiere un tipo de cambio ventajoso. Tales objetivos pueden chocar con los objetivos monetarios y de inflación y correr el riesgo de sufrir represalias, complicando la gestión económica. Para las autoridades, la menor importancia de los tipos de cambio como herramienta de política puede alterar el equilibrio de poder entre los bancos centrales y los gobiernos.
Las decisiones de inversión deben incorporar estas realidades en lugar de las ideas preconcebidas existentes sobre las influencias monetarias. Como sostuvo John Kenneth Galbraith, el curso de los acontecimientos es enemigo de la sabiduría convencional.
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