Las heridas de la familia Zabaleta

El asesinato del aficionado de la Real Sociedad Aitor Zabaleta a manos de ultras del Atlético de Madrid, las limitaciones de los dos procesos judiciales posteriores y el escarnio público que tuvo que sufrir su familia provocaron heridas que, 25 años después de aquel crimen, aún se enconan. El triste aniversario que se recuerda estos días, con notable eco en Gipuzkoa, está sirviendo para recuperar la memoria del joven y recordar aquella injusticia, algo que la familia agradece; Sin embargo, al llamar a la puerta de sus familiares surge un ineludible listado de agravios que revelan la respuesta judicial y social que se dio a esta familia, especialmente desde el mundo del fútbol.

Como hace 25 años, el restaurante Aratz de San Sebastián, situado en el barrio de Ibaeta, es la sede de la familia Zabaleta. Está regentado por Iker y Xabier, dos de los cuatro hermanos de Aitor. Charlando con el primero de ellos, el mayor, es imposible no recordar a Javier Zabaleta, el padre del joven asesinado por neonazis del grupo Bastión. Murió hace seis años, después de haber luchado indescriptiblemente para conseguir justicia para su hijo y acabar con la permisividad hacia los ultras. Iker es viva imagen de él y se expresa con la misma firmeza.

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Iker Zabaleta, en un momento de la entrevista con La Vanguardia, en su restaurante Aratz.

Manu Lozano / Colaboradores

“Es evidente que no se ha hecho justicia. Sólo hubo un condenado, cuando sabemos que varios de ellos fueron retenidos y asesinados. Quienes lo asesinaron también funcionaban como un grupo criminal, pero Bastion se salió con la suya. Y eso por no hablar de las burlas que han tenido que vivir los familiares: miles de personas coreando proclamas contra la víctima con total impunidad y ante la pasividad del Atlético de Madrid y de los árbitros, llamadas a nuestro domicilio amenazándonos, un Juicio demencial en el que parecía que los ultras estaban en su casa…”, enumera Iker Zabaleta.

El asesinato fue perpetrado durante la tarde del 8 de diciembre de 1998, hoy hace 25 años, en la previa de un partido entre el Atlético de Madrid y la Real Sociedad. El joven, de 28 años, se fue con su novia a Madrid en un viaje organizado por Izar, un grupo de mujeres sin la más remota conexión con el universo ultra. Después de comer en un centro comercial de Alcobendas, cuando paseaban por el estadio, le pidieron a un policía algún lugar para “conseguir algo”; Es en ese momento cuando ocurrió un hecho clave que ni siquiera fue juzgado. El agente los envió al bar Parador, donde se reunía la facción ultra del Frente Atlético denominada Bastión.

Zabaleta viajaba con su novia y un grupo de mujeres, un policía les recomendó ir a un bar frecuentado por ultras

“Nada más entrar, una mujer que trabajaba en un quiosco avisó a un compañero y nos dijo que saliéramos rápido, que allí se estaban reuniendo los ultras”, cuenta Maider Gorostidi, que había acudido con su madre y otros compañeros del club. Empezaron a salir discretamente, y empezaron los insultos: “¡Habla español, hija de puta!”, me gritaban”. Y luego vinieron los golpes, “por la pasividad de la Policía”. “’Os están dando lo que os merecéis, hijos de puta’, me espetó un policía’”, añade Gorostidi, hoy psicólogo de profesión y que entonces era un estudiante de 20 años.

En medio de aquel ataque colectivo, Aitor Zabaleta se quedó atrás defendiendo a un niño de 6 años y a su madre que estaban siendo acosados ​​por los neonazis. Luego, fue interceptado por un grupo de ultras, lo agarraron y uno de ellos lo apuñaló en el pecho. En el juicio se dictaminó que Ricardo Guerra Cuadrado era el único condenado. Otro de los sospechosos de haber participado en el crimen fue Ignacio Racionero, absuelto en su momento y detenido en 2018 por apuñalar a un aficionado del Atlético de Madrid.

A la izquierda, Ricardo Guerra. sólo condenado; A la derecha, un cartel en memoria de Zabaleta

ARCHIVO

El juicio fue una farsa. «El policía que les instó a ir a ese bar ni siquiera apareció».


Íker Zabaleta

“El juicio fue una farsa. El policía que los instó a ir a ese bar ni siquiera apareció. Se supone que no lo localizaron, cuando todos sabemos que es muy fácil saber quién patrullaba en ese punto y a esa hora. Sólo condenaron a Ricardo Guerra, pero sabemos que participaron varios ultras”, añade Iker Zabaleta. El autor fue condenado a 17 años. En 2012 lo pillaron metiendo drogas en prisión tras un permiso y en 2018 fue detenido junto a otros ultras del Atlético en Brujas.

El Movimiento Contra la Intolerancia, que preside Esteban Ibarra, apoyó la acusación popular en los juicios. Sobre el primero, cuestiona que no se aplicaran agravantes: “Lo asesinaron por ser vasco y real, pero al no estar recogidas en el código penal las agravantes por identidad deportiva y territorial no se le aplicaron. Es algo que todavía pedimos”.

Ricardo Guerra fue el único condenado, ningún otro integrante de Bastión fue a prisión

Respecto al segundo juicio, Ibarra se muestra muy crítico con la sentencia: “Fue el juicio a Bastión, que hizo un atentado en el que participaron 50 o 60 individuos. La Fiscalía se dedicó a desmantelar nuestro pedido de que sean condenados por asociación ilícita, pese a que el jefe de la brigada de tribus urbanas de la Policía dejó claro qué era Bastión. Sólo fue condenado por desorden público. Ninguno fue a prisión. Entonces dije que les salía muy barato matar y hoy lo mantengo”.

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