Para aprender, las niñas, niños, adolescentes y jóvenes (CAY) necesitan estar bien, esta es una de las premisas que defendemos en nuestro último estudio en Mexicanos Primero: Aprender a estar bien. Ser bueno para aprender. Pero se preguntarán ¿qué es estar bien? Sostenemos que tiene que ver con el autoconocimiento, la autorregulación, el reconocimiento y vivencia de todas las emociones, así como la empatía hacia lo que sienten los demás; básicamente, se resume en el aprendizaje, desarrollo y puesta en práctica de las diversas habilidades socioemocionales que posee el ser humano.
Otra de las premisas que sostenemos en este estudio es que las habilidades socioemocionales también constituyen un aprendizaje en sí mismas, es decir, forman parte de los aprendizajes fundamentales que todo CAYA debe adquirir en la escuela y, cuando esto no sucede, no es posible. siendo garantía de su derecho a aprender. Diversos estudios han señalado que entre las consecuencias de no abordar estos temas desde edades tempranas se encuentran un mayor riesgo de suicidio, una mayor probabilidad de problemas de abuso de sustancias o trastornos alimentarios, conductas delictivas, menor aceptación de intervenciones de salud sexual y salud reproductiva, menor adherencia a los antirretrovirales en pacientes y adolescentes con VIH, menor rendimiento académico y mayor probabilidad de deserción escolar.
No es un secreto que el confinamiento por la pandemia del COVID-19 hizo visible que las emociones de los CAY deben ser atendidas con urgencia, ya que muchos de ellos no sabían cómo expresarlas; algunos pasaron de la alegría (por no ir a la escuela por unos días) al miedo, la incertidumbre, la frustración, la desesperación, la tristeza, entre muchos otros. Contenerse por más de un año, sin saber cómo expresar lo que sentían, hizo que todas esas emociones afloraran durante el regreso a clases presencial. En algunos casos fue por ansiedad o ataques de pánico, bajo rendimiento académico, intentos de suicidio o aumento de la violencia escolar.
Este último aspecto, el de la violencia escolar, es el que ha ganado mayor visibilidad. Hace unos días, un joven de secundaria ingresó a su escuela, en el Estado de México, con un arma, al parecer con el objetivo de dispararle a su profesor de matemáticas; En marzo, una estudiante de secundaria mató a golpes a su compañera de clase, mientras los demás estudiantes grababan con su celular, sin ayudarla. No son casos aislados porque hay una cadena de situaciones, unas más graves que otras, a lo largo del país.
Hay que reconocer que no se ha dado el acompañamiento necesario, no los hemos escuchado, no hemos exigido la creación de políticas, programas o acciones que realmente aborden el problema de raíz. Ya se ha demostrado que programas como Mochila Segura no funcionan; pero no hemos levantado la voz para exigir la implementación de programas que sí tienen resultados positivos, como la presencia de un psicólogo educativo en cada escuela.
Estamos fallando a niñas, niños y jóvenes al no poner en el centro de la política educativa las estrategias de atención preventiva e integral, que incluye su bienestar emocional, dejando los casos en el olvido en los juzgados. Con esto estaremos vulnerando doblemente sus derechos ya que no existen mecanismos de atención postraumática a las víctimas ni atención adecuada en los Centros para adolescentes en conflicto con la ley, ya que en esos espacios no se garantiza su aprendizaje ya sea porque no hay materiales educativos o docentes formados con competencias para enseñar a esta población y en este contexto particular, a pesar de los esfuerzos que ha realizado la sociedad civil para revertirlo. Es hora de actuar, es hora de exigir, ya no podemos seguir fallando a nuestros niños y nuestra juventud, hoy nos necesitan más que nunca.
POR KATIA CARRANZA
INVESTIGADOR EN MEXICANOS PRIMERO
@BACKSB14
LSN
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