Sin embargo, el cambio tecnológico evolucionó a medida que se desaceleró el crecimiento de la educación postsecundaria y las empresas comenzaron a gastar menos en capacitar a sus trabajadores. “Cuando la tecnología, la educación y la capacitación se mueven juntas, se obtiene una prosperidad compartida”, dijo Lawrence Katz, economista laboral de Harvard. «De lo contrario, no lo haces».
El aumento del comercio internacional tendió a alentar a las empresas a adoptar estrategias de automatización. Por ejemplo, las empresas preocupadas por la competencia de bajo costo de Japón y luego China invirtieron en máquinas para reemplazar a los trabajadores.
Hoy, la próxima ola de tecnología es la inteligencia artificial. Y el Sr. Acemoglu y otros dicen que se puede utilizar principalmente para ayudar a los trabajadores, haciéndolos más productivos o para suplantarlos.
Acemoglu, al igual que otros economistas, ha modificado su visión de la tecnología con el tiempo. En la teoría económica, la tecnología es casi un ingrediente mágico que aumenta el tamaño del pastel económico y enriquece a las naciones. Recordó haber trabajado en un libro de texto hace más de una década que incluía la teoría estándar. Poco después, mientras investigaba más, tuvo dudas.
“Es una forma de pensar demasiado restrictiva”, dijo. “Debería haber sido más abierto de mente”.
El Sr. Acemoglu no es enemigo de la tecnología. Sus innovaciones, señala, son necesarias para abordar los mayores desafíos de la sociedad, como el cambio climático, y generar crecimiento económico y mejorar el nivel de vida. Su esposa, Asuman Ozdaglar, es la jefa del departamento de ingeniería eléctrica e informática del MIT.
Pero a medida que el Sr. Acemoglu profundizó en los datos económicos y demográficos, los efectos de desplazamiento de la tecnología se hicieron cada vez más evidentes. “Eran más grandes de lo que supuse”, dijo. “Me ha hecho menos optimista sobre el futuro”.
La estimación de Acemoglu de que la mitad o más de la creciente brecha salarial en las últimas décadas provino de la tecnología se publicó el año pasado con su frecuente colaborador, Pascual Restrepo, economista de la Universidad de Boston. La conclusión se basó en un análisis de datos demográficos y comerciales que detallan la proporción decreciente de la producción económica que se destina a los trabajadores en forma de salarios y el aumento del gasto en maquinaria y software.