Al trote, un grupo de trabajadores mayores de 50 años se esconde detrás de una hilera de sacos llenos de escombros. Algunos llevan rifles AKM reales, otros algunas réplicas de calamina. A lo lejos, se escuchan disparos de volea y la voz retumbante del jefe se escucha de fondo.
«Ataque aéreo, ataque aéreo», grita ahora. Una hora para el mediodía del sábado 20 de noviembre. El juego militar consiste en repeler una supuesta agresión ‘enemiga’. El entrenamiento continúa con la intervención de un cuerpo de bomberos que apagó un incendio simulado.
El jefe militar mira la hora en su reloj y pronuncia: «Camaradas, el Ejercicio Moncada ha sido un éxito». Luego de una breve arenga, alabando «la alta preparación militar para enfrentar las agresiones del enemigo» (nunca se especifica quién es el enemigo), los trabajadores convertidos en soldados se van a casa.
Un grupo de vecinos observa los ejercicios militares detrás de la valla de un destartalado complejo deportivo. Las burlas y los reproches son abundantes. “Por Dios, que vergüenza. Con tantos problemas que tenemos en Cuba, se gastan dinero en esa mierda. ¿Quién nos va a atacar? Si el ejército yanqui ve a esa tropa, les da lástima ”, comenta un hombre. Una mujer sacude la cabeza de un lado a otro y dice: «Pregúntales a esas personas qué tienen que comer hoy».
Enemigo invisible
Cuba es un país surrealista y atípico. La autocracia militar gobernante es experta en diseñar ‘fake news’, asesinar la reputación de quienes se les oponen y diseñar escenarios delirantes. Después de la crisis de los misiles en el otoño de 1962, cuando fue real una conflagración nuclear y la intervención de la marina estadounidense, la narrativa oficial mantiene la extraña teoría de una inminente «invasión del imperialismo yanqui».
A la espera de esta agresión, se han desperdiciado recursos en la construcción de miles de refugios subterráneos y en la realización de ejercicios militares. Hasta finales de la década de 1980, un segmento significativo de la población se tragó el anzuelo del gobierno y creía que los estadounidenses estaban amenazando al país. Esa mentalidad de estado de sitio justificó los gigantescos gastos militares, las intervenciones del ejército cubano en las guerras civiles en África y la subversión de Fidel Castro en varios países de América Latina.
Mientras un ciudadano compraba un año de pantalones de mala calidad, el que le asignaba la libreta de racionamiento, las Fuerzas Armadas cubanas tenían un millón de hombres en armas, dos mil tanques de guerra y una flota aérea con más de 250 cazas MIG.
Tras la desaparición del comunismo en la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), Fidel Castro aterrizó ante una dura realidad. En la década de 1990, la mayoría de la población comía una vez al día, el país se desmoronaba y los apagones programados duraban doce horas.
Armas de fabricación soviética envejecidas en túneles subterráneos. Y muchos de los jefes militares cambiaron sus uniformes por inmaculadas guayaberas blancas. Muchos se graduaron en el ejército, tomaron cursos exprés en administración de empresas y comenzaron a administrar hoteles de lujo y reinvertir las remesas familiares de los ‘gusanos de Miami’ en jugosos acuerdos de acciones conjuntas.
Casi nadie en Cuba cree en la historia de una invasión de Estados Unidos. Roger, conductor de autobús, afirma que “los yumas no tienen necesidad de invadir el país. Si dan visas a tres o cuatro millones de cubanos, esta gente (el régimen) se queda sola, con sus residencias, fincas y negocios ”.
Entonces, ¿quién es el enemigo? Por supuesto, la oposición pacífica, los activistas y los periodistas independientes. Un ex oficial de las Fuerzas Armadas asegura que, como parte de los juegos militares, “desde hace años se vienen ensayando ejercicios para aislar a los disidentes en caso de estallidos sociales. Existe un plan para arrestos masivos de periodistas independientes y opositores si ocurren manifestaciones masivas o el gobierno considera que su estabilidad está en peligro. «
‘La guerra’, contra quien los oponentes
Una decena de personas consultadas por DIARIO LAS AMÉRICAS consideran que el Día de la Defensa Nacional, activado por el régimen el 20 de noviembre de 2021, fue simplemente un pretexto para cancelar la plataforma Archipiélago, que había anunciado marchas en varias ciudades de la isla para reclamar demandas ciudadanas.
“Si ese Yunior no hubiera sido tan cobarde, estoy seguro de que habría metido en problemas al gobierno. Pero el hombre estalló. El despliegue militar se debió a la convocatoria a marchar. Todo lo demás es una historia ”, dice un taxista de La Habana.
El hambre tiene prioridad
Aunque los medios estatales desataron su habitual campaña de propaganda, para los cubanos de a pie la prioridad número uno sigue siendo alimentar a la familia. La subsistencia diaria parece una misión casi imposible.
Ana, maestra de primaria, se queja de que “para camuflar la crisis económica y la represión a los disidentes, el gobierno sacó algo de comida en diferentes puntos de La Habana. Pero sucedió el 15 de noviembre y volvimos a lo mismo. Las tiendas en pesos cubanos están desiertas y los precios están subiendo ”, señala, y da algunos ejemplos:
“El domingo 11 de julio, día en que estallaron las protestas en varias ciudades de la isla, el cerdo costaba 80 pesos la libra. Ahora cuesta 195 y no tiene huesos, 365 la libra. El pescado cuesta 160 pesos la libra y ahora fluctúa entre 280 y 400 pesos. Una libra de tomate, 160 pesos. Es un escándalo. A eso hay que añadir el hecho de que el transporte público va de mal en peor. Y el peso cubano se devalúa cada vez más, porque no hay nada que comprar. El régimen se infló el pecho por haber impedido las marchas del 15 de noviembre, pero la pregunta que se hacen todos en la calle es ¿cuál es el plan del gobierno para salir de esta miseria? Por el momento, no tienen ninguno