Uno pensaría que un ex boxeador de la talla de lupe pintora, reconocido en el mundo por su espectacular estilo de ir siempre al frente hasta en la refriega con actitud de cazador en busca de su presa, pero no. Sentado en un sillón de su casa en Cuajimalpa, confiesa tres episodios de miedo y sus ojos adquieren un brillo especial que lo convierte en ese niño inocente que se escapó de casa a los siete años.
–¡Qué terrible, qué injusto es tener miedo! Y tener miedo de tu padre es lo peor de la vida. No entiendo por qué tuvo tantos hijos si nunca los iba a amar—dice Painter y mira hacia arriba.
–¿Hubo violencia, golpizas?
–Muchos golpes, había marcas en las piernas, en las nalgas, en la espalda, en las manos, o sea, no se parecía a mi padre, se parecía a mi verdugo.
–¿Y en la calle te encontraste?
–Sabes que el más grande siempre quiere comerse al más pequeño y eso fue lo que me llevó a aprender boxeo porque quería vengarme de esa gente y tuve una mala idea: había un hombre especial que dije: cuando crezca arriba voy voy a matar
–¿En el ring no sentiste miedo?
—Una vez sí, tuve miedo y no subí a pelear, me di la vuelta y me fui, no peleé, pero luego me acordé y sentí que el miedo que le tenía a mi propio padre era más terrible.
Así, Pintor siguió con su carrera deportiva, llamó la atención del mundo en las décadas de los 70 y 80. Noqueó a los más grandes pesos gallo y supergallo, división en la que se convirtió en el rey indiscutible a tal punto que no hace mucho ingresó al Salón de la Fama, donde solo unos pocos notables del planeta logran poner su nombre para la eternidad. .
Painter es el boxeador con las manos más suaves y pequeñas que he conocido, pero devastador: se rompió los 10 dedos y Jonhy Owen cayó muerto frente a sus puños, una muerte con la que ha tenido que lidiar toda su vida y que está narrada por el momento en que conectó a su rival para sacarlo de este mundo.
En su memoria está marcado el momento en que su rival se levantó de la lona en el round 12 y tras la cuenta del réferi se limpió la sangre con su guante, asintió que podía seguir en la pelea, pero solo fue para recibir más castigo y un cruzado de derecha que lo deshizo en la lona. Owen estaba en coma en el hospital y finalmente murió. Pintor tuvo miedo de volver a subir a pelear, pero los compromisos pactados lo obligaron.
El boxeo le dio la oportunidad de vivir con mejores oportunidades, enamorarse y tener hijos que se destacan en lo que hacen en otras áreas.
FOTO: ESPECIAL
MAAZ
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