En el centro de una cadena de enfrentamientos y confusiones en la cumbre europea de esta semana, la jefa del Gobierno italiano, Giorgia Meloni, corre el riesgo de acabar sumergida en una crisis con la dupla franco-alemana, que ha venido liderando con sus más y sus menos la destinos en la Unión Europea desde su fundación en 1957.
Esta perspectiva histórica indica la importancia de lo que está pasando y el peligro de que se profundice el enfrentamiento. Italia es la tercera potencia de la UE y creía que por fin había entrado en el grupo de mando.
Todo comenzó con el viaje planeado del primer ministro ucraniano Volodimir Zelensky a Gran Bretaña y Bruselas, la sede de la Unión Europea, para un debate sobre el estado de la guerra con Rusia. Zelensky viajó alarmado por la temida ofensiva militar que los rusos comienzan a lanzar. Confirmó sus solicitudes urgentes de más envíos de armas pesadas e incluso aviones de combate.
El presidente francés, Emmanuel Macron, invitó a Zelensky a una cena en el Palacio del Elíseo justo después de su paso por Londres y agregó al primer ministro alemán, Olaf Scholz. La dupla de las principales potencias de la UE, que han gobernado los asuntos militares ucranianos “durante los últimos ocho años”, según Macron, volvió a insistir en su papel de liderazgo que hasta la semana pasada nadie cuestionó.
Cuando Zelensky llegó en el avión de Macron de París a Bruselas, lo esperaba el Consejo de 27 presidentes y primeros ministros de la Unión Europea para una sesión histórica con el líder ucraniano, en un momento aparentemente crucial de la guerra.
Un dato flotaba en el aire: Italia, la tercera potencia europea, había sido excluida de la reunión de París. Todos recordaron las fotos del trío protagonista que, además de Macron y Scholz, completaba el italiano Mario Draghi, entonces primer ministro. Era el 16 de junio del año pasado y las imágenes mostraban a los tres con ropa informal en un tren que se dirigía a Kyiv para encontrarse con Zelensky. Italia había logrado convertir al dúo en un trío comando.
El contraste fue tan marcado que Meloni quiso lavar la indignación y criticó abiertamente la decisión de Macron de organizar la cena con Zelensky y Scholz la noche anterior en París como «intempestiva».
Meloni cargó las tintas. Dijo que en el Elíseo había dos jefes de Gobierno que se habían reunido con el primer ministro ucraniano, mientras que los mandatarios convocados en Bruselas sumaban 25 dejados de lado.
Es más, afirmó que de haber sido invitada habría pedido que no se realizara la reunión, respetando a los 25 mandatarios que esperaban en Bruselas.
El presidente francés estaba atónito. Con Meloni no intercambió saludos ni palabras en todo el encuentro. No se pronunció, pero sus colaboradores, sin identificarse, dijeron que Meloni «debe decidir qué relación quiere con Francia». Una periodista italiana que preguntó qué debía hacer para reconstruir la relación recibió una respuesta tajante. Esa relación “no existe”.
«El gobierno italiano debe decidir si quiere ser parte del gran grupo o del pequeño grupo», dijo otra fuente francesa.
Giorgia Meloni decidió no echarse atrás sin recordar el mantra que dice: “litigar con Francia y Alemania nunca da buenos resultados” dentro de la Unión. El precio a pagar es la irrelevancia, la pérdida de importancia. Italia es la tercera potencia en la Unión Europea, la segunda nación manufacturera más grande de Europa detrás de Alemania. Tiene 59 millones de habitantes. Pero entre sus puntos débiles destaca una gigantesca deuda pública. No tiene suficiente fuerza para oponerse a los países más estructurados.
Convertido en defensor de la igualdad ante la prepotencia de poder de la dupla Alemania-Francia, Meloni entró rápidamente en el callejón sin salida. En su exitosa carrera política como líder de la extrema derecha, siempre ha ejercido críticas sustantivas en Bruselas. Llegó a ser presidenta del grupo de los Conservadores Europeos, vinculó una estrecha alianza con los países soberanistas.
Con ellos defendió el camino contrario al seguido por la Unión Europea. No a una integración cada vez más estrecha entre los miembros a cambio de la delegación de poderes a favor de la UE, que defiende la democracia liberal y el liderazgo de los grupos conservadores demócrata cristianos, el Partido Popular Europeo, los socialdemócratas, los liberales y los verdes.
Los soberanistas, unánimemente de derechas, se oponen a la propuesta de la Europa de las patrias, con una Unión Europea menos «invasiva» – Fieles a esta línea y ya embarcados en la polémica con el dúo Alemania-Francia, hasta la exclusión de cenar en Paris Meloni respondió mirando hacia arriba. Se reunió con el presidente de Polonia, Mateuzs Morawiek, y con el presidente de la República Checa, Patr Fiala, al margen de la reunión del Consejo de Jefes de Gobierno.
Otro paso histórico. La derechista Italia selló su alianza operativa con el grupo de Visegrad, cuna de los soberanistas, en el que también participan Polonia y República Checa, Hungría y Eslovaquia, cuyos líderes no estuvieron presentes.
Con desdén fuentes francesas dijeron que «eligió a los pequeños» y «una reacción desproporcionada que le costará muy caro, Italia perderá importancia».
La crisis amenaza con reflexionar sobre los temas más delicados que habrá que examinar este año. El matutino de Roma «La República» los evoca.
A partir del próximo mes, las ayudas a las empresas estarán sobre la mesa de negociación del Consejo Europeo. «La extensión del recurso a las ayudas estatales ya es una derrota para Italia». No será posible igualar los recursos que Berlín y París son capaces de inyectar en el tejido empresarial.
Además, está la gigantesca fiesta por la reforma del Pacto de Estabilidad, que se mide en decenas de miles de millones de euros. “Litigar con Francia y Alemania significa también no recibir ayuda en este frente decisivo para nuestra deuda pública”, dice “La Repubblica”.
El temor es que si la crisis diplomática desatada con Francia se sigue extendiendo, los mercados reaccionarán mal. Se necesitará mucho más dinero para financiar los títulos del Estado. «Si continúa el litigio en Europa, Italia será más agradable para los mercados financieros y con más posibilidades de especulación».