El salto abrupto de la reforma a la antirreforma que se confirmaría con las últimas elecciones constituyentes en Chile, ha creado la noción de una comportamiento del péndulo en la sociedad trasandina, con extremos muy marcados en ambas direcciones. Pero el país ha sido consistente en aspectos que explicarían esta consecuencia. Veamos el contexto.
Los chilenos que en 2019 exigieron la mayoría de la redacción de una nueva Constitución, iniciativa que paliaba la enorme crisis provocada por la rebelión popular de ese año, este último domingo entregaron, es cierto, el poder para hacerlo a un fuerza de ultraderechael partido republicano de José Antonio Katz tras el fracaso del intento izquierdista el pasado mes de septiembre.
Lo paradójico es que esta organización se opuso desde un principio a tocar una coma de la Carta legada por la dictadura de Augusto Pinochet. El oficialismo socialista, por su parte, se quedó lejos de los 21 escaños necesarios para tener algún tipo de incidencia en la redacción de este crucial documento.
Pero la Constitución, a pesar de su indudable importancia, es un pretexto. Ha funcionado como el paraguas bajo el cual se desarrolla la verdadera discusión, antes y ahora, sobre el modelo de país que se busca.
La vía constitucional fue el método para encauzar la modernización de una estructura nacional con grandes retrasos en la función estatal de protección de la salud o la educación y con una concentración del ingreso que interrumpió el desarrollo individual.
desigualdades explosivas
El modelo «liberal» de pinochetismo tenía un límite objetivo debido a una desigualdad que no ha dejado de subir.
Ya en 2017 se encontró que el 1% más rico del país se quedó con el 26,5% de la riqueza mientras que el 50% de los hogares de ingresos bajos o medios-bajos retuvosanciones 1,2% de la riqueza nacionalsegún una investigación de la Comisión Económica para América Latina, brazo de la ONU que tiene su sede precisamente en Chile.
La clase media es la que, naturalmente, acabó registrando este desorden y cuestionándolo. Ese amplio sector social lo hizo al liderar las demandas de cambio en las conferencias de 2019. Se volvieron contra el modelo, no contra el sistema.
no se trataba una expresión de extremos, confusión que prevalece hasta hoy y con la que se ha explicado el surgimiento de un gobierno de centroizquierda encabezado por Gabriel Boric.
Confusión que se apoderó de las propias autoridades que arribaron a La Moneda. A pesar de haber ganado en segunda vuelta tras perder en primera contra Katz, precisamente, llegaron convencidos de que habían sido llamados a conducir una transformación épica e incluso moral que estaría en las bases de ese reclamo callejero. Pero las cosas eran más simples.
Había minorías violentas, pero las decenas de miles de personas que marcharon en el centro de Santiago esos días no ocupaban posiciones revolucionarias. Lo que exigían las mayorías era un cambio en la forma de hacer las cosas que amplía los márgenes de oportunidad dentro del sistema.
Es lo que no entendió el sector que, a diferencia de ahora, desde la izquierda y los grupos independentistas, ganó en 2021 el derecho a redactar la nueva constitución. No debió sorprenderle que este proyecto de la Carta Magna, que cercenó la justicia, anuló el Senado y quebrantó el orden republicano del país, recibió una rechazo aplastante.
El eje de la crisis chilena es un modelo que la exitosa Concertación Democrática, la alianza entre los partidos tradicionales, Demócrata Cristiana de centro derecha, y Socialista, de centro izquierda, que gobernó a 20 años del fin de la dictadura, no pudo resolver.
Un aspecto de este encierro se encuentra en la exigua recaudación de impuestos, que deja al estado sin recursos para mejorar esos temas centrales del desarrollo individual, que es de lo que se trata la democracia.
quejas y frustraciones
La educación universitaria en Chile es costosa a tal punto que una familia de medianos recursos debe elige entre tus hijos cuál tendrá la oportunidad de graduarse, porque no es posible hacerlo con todos. Ese estudiante también apostará por elevar las condiciones de indigencia para lograr una beca que no es completa pero que le permitiría terminar sus estudios.
Los préstamos para financiar la educación se liquidan con hipotecas de vivienda, que encierra a las familias en un callejón, muchas de ellas acabando en la quiebra. Semejante situación de calamidades se presenta si un familiar enferma y se deben apelar créditos para su cuidado.
Al mismo tiempo, el retiro privado instaurado desde la dictadura, alquiler con severas limitaciones a los cotizantes y añade condiciones que agravan la situación de los futuros pensionados.
Los primeros rencores contra esta forma de entender la República surgieron al inicio del primer gobierno del magnate derechista Sebastián Piñera, mucho antes de la crisis del ’19, cuando los seguidores del presidente, en su propia trayectoria política, vieron que cada vez era más difícil emular el éxito económico que este empresario había alcanzado desde su juventud.
Es poco probable que esas demandas hayan desaparecido.. La votación de este domingo no debe generar nuevas confusiones. Asumir esa posibilidad puede constituir el mayor error de esta extrema derecha victoriosa, tentada a pasar página maquillando la Constitución vigente para volver a presentarla como nueva en el referéndum previsto para diciembre próximo.
La necesidad de cambio va más allá de la situación.. Por eso los problemas expuestos por la crisis del ’19 reaparecerán porque no han sido resueltos. Tampoco ayudó la administración bórica y su heterogénea coalición donde conviven filo chavistas con acérrimos defensores del equilibrio fiscal.
Por eso, analistas como José María del Pino advierten que no está claro que todos los votos obtenidos por el Partido Republicano pertenezcan realmente a esa fuerza. «Lo que está claro es que este partido fue elegido como el instrumento para entregar el mensaje de repudio al pasado reciente”, tiene en relación con el gobierno actual.
Como en 2019, la gente volvió a reaccionar mayoritariamente en en contra de cómo se están haciendo las cosas. También como antes, el sufragio tenía una fuerte carga de rencor. La extrema derecha venció con un 34% a los sectores más moderados de esa vía e incluso a los tradicionales pinochetistas como la UDI.
El siguiente bloque fue una alianza a la izquierda con un 28%, lo que confirmó la base electoral de ese sector. Nada más. En el portazo sufrieron especialmente los partidos tradicionales de la Concertación, básicamente el Partido Socialista, que apoyó, aunque con diferencias, la Primera redacción fallida de la Constitución. y luego ocupó ministerios clave en el gabinete de Boric sin generar ningún cambio real.
Un voto airado al estilo del que en Brasil en su momento llevó al poder a Jair Bolsonaro, un parecido a Katz en el fenómeno mundial de alt derechocomo reacción en ese caso a la desastrosa gestión de la PT Dilma Rousseff.
Los votos son siempre síntomas. El gobierno de Boric perdió de vista los problemas urgentes inmediatos de la sociedad, además de otras calamidades crónicas. Chile vive problemas sin precedentes de delincuencia urbana, narcotráfico, dificultades por la inmigración descontrolada en el norte y extrema violencia con los pseudo mapuches en el sur del país.
En el radar discursivo y festivamente utópico de los nuevos habitantes de La Moneda (“tenemos otra escala moral”presumió hace apenas un año el ministro de desarrollo social, el exdirigente estudiantil Giorgio Jackson) estos temas básicos de gestión no aparecieron, un viejo y general déficit en la región entre las formaciones que se perciben como de izquierda o progresistas.
En este sentido, el marcaje del antropólogo chileno Pablo Ortuzar en Tercero de santiago Citó a un autocrítico político socialista que, en un libro recientemente publicado, reflexionó que «a veces el acto más revolucionario es que un municipio saque la basura a tiempo y que las farolas urbanas funcionen correctamente». Simple como eso.
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