Lucrecia Huayhua es una luchadora. Ella lucha para que otras mujeres no tengan que sufrir lo que ella vivió. A los ocho años fue trasladada de su ciudad natal, y de una familia de 13 hermanos, a La Paz. Allí trabajó como empleada doméstica. «No entendí nada de lo que me pasó en ese momento», dice ella. “Siempre me decían: ‘No vales nada’. Me trataron muy, muy mal. Tuve una vida difícil”. Todavía es muy doloroso para ella hablar de eso.
Lucrecia Huayhua vivió experiencias similares cuando era adulta: se escapó con sus hijos de un esposo abusivo. Por suerte conoció a una empleada del proyecto OMAK, la Organización de Mujeres Aymaras Kollasuyo, que cambió radicalmente su vida. De repente se dio cuenta de que tenía sus propios derechos: «Entendí por primera vez que valgo la pena y que puedo soñar»
Lucrecia Huayhua quiere ser un ejemplo para otras mujeres.
Tres de cada cuatro mujeres en Bolivia confiesan haber sufrido violencia por parte de su pareja. En el país, 120 mujeres son asesinadas cada año. Según el número de habitantes de ese país, es una de las tasas de feminicidio más altas de América Latina.
“Las mujeres necesitan más derechos y hay que cumplirlos”, dijo la ministra alemana de Cooperación y Desarrollo, Svenja Schulze, en una entrevista con las mujeres del proyecto OMAK en El Alto.
Alemania ayuda económicamente en este sentido: «Queremos centrarnos más en la política de desarrollo feminista. Porque creemos firmemente que las sociedades se vuelven más humanas cuando las mujeres tienen los mismos derechos». Por ello, la ministra concede especial importancia a promover, sobre todo, el desarrollo de la mujer.
La violencia se transmite de generación en generación
“El objetivo de nuestro trabajo es que las mujeres rompan con estas relaciones violentas y se conviertan en embajadoras contra la violencia y por la igualdad”, dice Eva Pevec, coordinadora en Bolivia del Servicio Cristiano Internacional para la Paz (EIRENE). «Usan sus experiencias para ayudar a otros».
“En Bolivia todavía hay un gran machismo. La violencia es parte de la vida, se ve como una característica humana normal. Por eso los hombres pueden golpear a sus esposas. Y los padres a sus hijos”, dice Pevec. La violencia se transmite de generación en generación y rara vez se cuestiona.
A menudo, las mujeres del proyecto tienen la oportunidad de hablar por primera vez sobre lo que se les hizo. Y lo que han transmitido a sus hijos. Casi siempre es un proceso muy doloroso, dice Pevec.
Las mujeres no pueden confiar en la Justicia
Bolivia es uno de los países más pobres de América del Sur. Alrededor del 80 por ciento de los bolivianos no tienen un trabajo regular. Durante la pandemia de coronavirus, la economía de Bolivia colapsó.
La violencia también aumentó durante los duros cierres. Según Jan Souverein, director de la Fundación Friedrich Ebert (cercana al Partido Socialdemócrata Alemán) en Bolivia “el sistema judicial, por ejemplo, es corrupto y está en un estado lamentable”.
“Los asesinos y los delincuentes pueden comprar su libertad. Por eso muchas mujeres no denuncian los delitos”, dice Pevec. Desde 2013, Bolivia cuenta con una ley que protege a las mujeres de todas las formas de violencia. Asimismo, el delito de feminicidio fue incluido en el Código Penal y está penado con la pena máxima. “Pero la ley no se aplica para la corrupción”, dice Pevec.
Clima, transición energética, derechos de las mujeres
Ha pasado mucho tiempo desde que un ministro alemán visitó el país sudamericano. «Vine aquí porque Alemania quiere estar más presente en América Latina. Las democracias tienen que fortalecerse entre sí», dijo Svenja Schulze.
El ministro también quiere fortalecer la cooperación en la protección de la selva amazónica y en la transición energética. Alemania financia proyectos de cooperación al desarrollo en Bolivia por valor de casi 300 millones de euros. Y también hay un nuevo tema central: una política de desarrollo feminista que apoye proyectos como el de las mujeres aymaras.
(rmr/pc)