El escritor es el autor de ‘The Case for Nature’
Proteger la naturaleza es encantador, pero la tecnología climática es genial. Aprender del éxito de este último podría ser esencial para reforzar el primero: necesitamos sacar a la naturaleza del ámbito de lo bueno y colocarla firmemente en el corazón de la economía moderna.
Si bien la lucha climática está lejos de ganarse, hay motivos para un optimismo cauteloso. En 2022, la UE produjo más energía eólica y solar que de gas. La Ley de Reducción de la Inflación de EE. UU. marcó la acción climática más grande jamás tomada por el mayor emisor histórico de gases de efecto invernadero del mundo. Las promesas climáticas globales, incluidas las de los países en desarrollo, han llegado al punto en que mantendrían al mundo muy por debajo de los 2 °C de calentamiento si se implementaran por completo.
Las inversiones climáticas también han capeado la caída general del mercado. El año pasado se registró un récord de cerca de 500.000 millones de dólares invertidos en energía renovable. Hubo más de 1,000 inversiones de capital de riesgo y crecimiento en nuevas empresas climáticas en 2022; la cantidad de acuerdos creció en cada trimestre, con más de $ 40 mil millones desplegados.
Estos cambios dramáticos en infraestructura, política y finanzas están respaldados por una fuerza sutil pero poderosa: una buena narrativa. La acción climática ya no es solo justa, ahora es el tema de carreras emocionantes. Este ya no es un campo solo para ingenieros y científicos.
Las narrativas pueden crear un círculo virtuoso de acción. Los gobiernos y las empresas pioneras impulsaron mercados para productos y servicios bajos en carbono; la lógica económica para la acción climática alentó a los empresarios e inversores a ingresar a un sector visiblemente próspero, lo que llevó a compromisos e inversiones netos cero más ambiciosos.
La crisis de la biodiversidad es igual de urgente. A medida que se aceleran las extinciones y se pierden los hábitats, no son solo las plantas y los animales los que sufren: los servicios naturales de los que dependen los humanos para sobrevivir, desde el agua dulce hasta la salud del suelo y la polinización, también están en riesgo. Pero esta otra crisis no recibe ni de cerca el nivel de atención que recibe el clima; cuando lo hace, todavía está atascado en el viejo paradigma de las donaciones caritativas para proteger paisajes pintorescos y especies carismáticas. El movimiento conservacionista inspiró a generaciones sucesivas, pero ha llegado el momento de complementar el caso intrínseco de la naturaleza con uno económico.
El trabajo ya ha comenzado: en todo el mundo, los pioneros están construyendo mercados para los servicios ecosistémicos como el carbono y la biodiversidad, demostrando que los modelos de producción de alimentos y ecoturismo que son positivos para la naturaleza pueden aumentar los ingresos de la comunidad, incluso que las ciudades pueden ahorrar dinero y vidas confiando en infraestructura natural como los humedales de manglares. En algunos lugares, los subsidios agrícolas se están reformando para fomentar la recuperación de la naturaleza. Las empresas están descubriendo que los riesgos relacionados con la naturaleza para las cadenas de suministro son demasiado reales y que mitigarlos tiene un valor económico mensurable.
Este trabajo es ayudado por la tecnología. Ahora podemos medir y monitorear la naturaleza, desde el monitoreo del hábitat basado en satélites hasta la bioacústica que puede analizar los sonidos con una precisión que hubiera sido inimaginable hace una o dos décadas. Una mejor medición permite que las empresas o los gobiernos paguen por resultados tangibles, en lugar de gastar dinero en proyectos agradables que carecen de transparencia.
El punto aquí es la lógica económica. Y si bien los argumentos comerciales de la naturaleza no están tan desarrollados como los de la energía, destacar los primeros ejemplos de éxito y respaldarlos con dinero y políticas sólidas podría generar el impulso necesario para el cambio.
Será vital establecer salvaguardas para que las comunidades sigan siendo las principales beneficiarias de los nuevos modelos comerciales. Pero el cambio exitoso en la narrativa climática ha demostrado que estos riesgos pueden superarse en gran medida. Si bien la historia del clima aún se está escribiendo, la naturaleza parece madura para un reinicio.
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