China, bajo Xi Jinping, ha mantenido una política de cero COVID para evitar contagios y muertes, más severa que la de otros países antes de la llegada de las vacunas, confinando arbitrariamente a su población.
Hay una falta de inmunización debido a la ineficacia de sus propias vacunas y debido a errores de política. China tiene una baja tasa de vacunación para sus ancianos y se niega a usar vacunas extranjeras.
En China se han desatado protestas en todo el país exigiendo el fin del confinamiento, provocado por la muerte de diez personas en un incendio cuando se les impedía escapar de su edificio porque la salida de emergencia estaba bloqueada.
La población está molesta por el mal manejo de la pandemia, manifestándose en redes sociales, calles y universidades, lo que se ha convertido en un movimiento contra el presidente Xi que se ha jactado de su política de cero COVID impuesta como parte de su estrategia para mantenerse en el poder.
Las cuarentenas forzadas, los cierres de negocios y las pruebas de Covid ad infinitum se vuelven intolerables incluso para una población disciplinada. Es el mayor desafío a la autoridad del partido comunista en décadas.
Para contener las protestas y reactivar la economía se ha anunciado la flexibilización del confinamiento, lo que provocará un importante aumento de contagios y muertes. El confinamiento socava la confianza en China como proveedor del mundo, reforzando la deslocalización de cadenas productivas.
Es muy posible que haya una mayor represión de los grupos que exigen el fin del régimen autoritario, evocando las represiones en Hong Kong o Tiananmen.
Xi representa un movimiento reaccionario y autoritario a favor del marxismo-leninismo de Mao Zedong, contrario a sus predecesores desde Deng Xiaoping.
Sin embargo, niveles más altos de ingresos y educación conducen necesariamente a una mayor demanda de libertades, algo que Xi intentará contener.
POR GERARDO TRASLOSHEROS
ESCUELA DE POSTGRADO UDLAP JENKINS, PECC MÉXICO Y COMEXI
@GTRASLOSHEROS
CAMARADA