Pensar el presente | El Heraldo de México

Hace unos años tuve la oportunidad de trabajar con Michell Maffesoli en su Centro sobre lo Actual y lo Cotidiano, en la Sorbona. A este sociólogo francés le debemos una serie de reflexiones imprescindibles para comprender el mundo en que vivimos. Cuando llegué a Francia estaba ocupado con lo que pasaba con la juventud de las afueras de París y sus protestas contra las reformas de Sarkozy.

Dijo que el problema de las ciencias sociales del momento radicaba en la imposibilidad de hacer interpretaciones a largo plazo. Al sociólogo, según Maffesoli, le correspondía, durante un tiempo, describir, analizar, digamos a ras de suelo. Y lo vivido desde aquel lejano 2007 corrobora esa idea. Además, corrobora la tesis central de su metodología: vivimos en la época de las tribus. Cada grupo siente que su identidad es la única, la válida, y se separa y polariza (lo mismo en la política, como en la religión o incluso en el fútbol o en los gustos gastronómicos). No hay posibilidad de diálogo.

Pienso mucho en él ahora que veo este presente que todavía no podemos interpretar, pero cuya descripción también se nos escapa. ¿Cómo pensar el brutal vuelco en Chile tras la marea de Boric? ¿Cómo interpretar o incluso calificar la reelección de Erdogan, la pérdida del PSOE en todas las autonomías y municipios importantes? ¿Cómo entender la derecha casi fascista de Italia o el apoyo a un cruzado como Bukele en El Salvador? Es el tiempo de las tribus, definitivamente.

Maffesoli también dijo que en esta época nuevamente tribal nuestros comportamientos en las redes sociales definirían nuestro futuro. No hace mucho en Madrid, Juan Villoro también dijo que nos estamos lanzando al Apocalipsis escuchando reguetón y viviendo de TikTok. Creo que ambos dieron en el clavo. Valéry lo intuyó en una imagen luminosa: no hay nada, dijo, más profundo que la piel. Elogio de lo epidérmico, lo superficial por primera vez sin adjetivos.

Superficial que no quiere decir banal. Las redes sociales son campos electromagnéticos en los que por fuerzas centrípetas y centrífugas el usuario llena su contenido, lo inventa y lo reinventa, incluso con sus potentes buscadores o sus programas ad hoc que con absoluta amabilidad devuelven a un aparentemente simple portal de relaciones sociales. en un parámetro de nuestra nueva cibergregaridad: el de una verdadera interfaz.

Creemos conocernos, conocernos, relacionarnos. Nos sumergimos durante horas en TikTok o Instagram mientras la vida transcurre afuera sin darnos cuenta. Ahora leo de nuevo a Maffesoli, y su libro, La fuerza de lo imaginario, contra el bien pensar. Eso es lo que hay que hacer hoy, en 2023. Atreverse a pensar contra el bienpensar, contra la corrección política y la autocensura, que nos está asfixiando. Vamos al Apocalipsis, le digo a Villoro, amordazados por nosotros mismos. Pensemos en el México de hoy, de cara a las elecciones.

Repetimos todo lo que afirma el máximo dirigente: los precandidatos de Morena ya son “corcholatas”, y él sabe quién es el suyo, aunque creemos que habrá elección interna democrática. El presidente sigue gozando de una enorme popularidad, pero no le importa que el enemigo de turno sea derrocado tras sus diatribas matutinas. Hoy Ministro Piña y el Tribunal Supremo, ayer el INE. Es lo de menos, ha aportado como nadie a este México tribal en el que no podemos saber qué mínimo común múltiplo nos une, o si hay algo que nos une.

Si el mundo es una mera apariencia organizada que hay que traspasar con una lanza, hay que atreverse. Vivimos en el tiempo que anunció Kafka; el momento de mayor riesgo, el momento en que se pasa de la muerte a la vida: esa es, curiosamente, la experiencia misma de lo literario.

Acabar con lo real banal que no es más que lo real mediatizado en esta sociedad que se ha instalado en su proceso de exaltación espectacular, la anunciada por Guy Debord. Necesitamos debatir, cuestionar, aceptar que interviniendo podemos quedar afuera, cancelados o incluso vivir estigmatizados en las redes por un tiempo, hasta que haya un nuevo enemigo de una de las facciones o tribus. No importa, porque al menos habremos dicho lo que pensamos. No podemos vivir el presente desde el silencio y el ostracismo. Tenemos que hablar.

PEDRO ÁNGEL PALOU

COLABORADOR

@pedropalou

MAÍZ

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