IBM insiste en que su estrategia de inteligencia artificial revisada, una ambición reducida y menos transformadora, está funcionando. El trabajo de reactivar el crecimiento se le entregó a Arvind Krishna, un científico informático que se convirtió en director ejecutivo el año pasado, después de liderar la reciente revisión de los negocios de nube e inteligencia artificial de IBM.
Pero las grandes visiones del pasado se han ido. Hoy en día, en lugar de ser una abreviatura de la destreza tecnológica, Watson se destaca como un ejemplo aleccionador de las trampas del bombo tecnológico y la arrogancia en torno a la inteligencia artificial.
Resulta que la marcha de la inteligencia artificial a través de la economía convencional será más una evolución paso a paso que una revolución cataclísmica.
Una nueva ola para montar
Una y otra vez durante sus 110 años de historia, IBM ha introducido nueva tecnología y la ha vendido a corporaciones. La empresa dominaba tanto el mercado de las computadoras centrales que fue objeto de un caso federal antimonopolio. Las ventas de PC realmente despegaron después de que IBM ingresó al mercado en 1981, respaldando las máquinas pequeñas como herramientas esenciales en las oficinas corporativas. En la década de 1990, IBM ayudó a sus clientes corporativos tradicionales a adaptarse a Internet.
Los ejecutivos de IBM llegaron a ver la inteligencia artificial como la próxima ola a seguir.
Ferrucci presentó por primera vez la idea de Watson a sus jefes en los laboratorios de investigación de IBM en 2006. Pensó que construir una computadora para abordar un juego de preguntas y respuestas podría impulsar la ciencia en el campo de la inteligencia artificial conocido como procesamiento del lenguaje natural, en el que los científicos programan computadoras reconocer y analizar palabras. Otro objetivo de la investigación fue desarrollar técnicas para la respuesta automática de preguntas.
Después de superar el escepticismo inicial, Ferrucci reunió a un equipo de científicos (eventualmente más de dos docenas) que trabajaban en el laboratorio de la compañía en Yorktown Heights, Nueva York, a unas 20 millas al norte de la sede de IBM en Armonk.
El Watson que construyeron era una supercomputadora del tamaño de una habitación con miles de procesadores que ejecutaban millones de líneas de código. Sus discos de almacenamiento estaban llenos de obras de referencia digitalizadas, entradas de Wikipedia y libros electrónicos. La inteligencia informática es un asunto de fuerza bruta, y la enorme máquina requería 85.000 vatios de potencia. El cerebro humano, por el contrario, funciona con el equivalente a 20 vatios.