Un día en el AIFA

Un año después, espoleados por tantos elogios que recibe en Twitter, decidimos darle una oportunidad a AIFA. El camino estaba muy tranquilo. Larga, pero tranquila. Cogimos el coche a las ocho. A las nueve y veinte estábamos en Tecámac, lo más complicado: un bloqueo de gente que reclamaba su derecho a linchar a un presidente municipal corrupto, un tráiler volcado del que la gente de bien sustrajo paquetes de chicharrón, y las obras para agilizar la llegada a la aeropuerto, a unos 500 metros de carretera asfaltada.

Pero estábamos felices y relajados, porque no íbamos a tomar un vuelo, sino a disfrutar de la obra arquitectónica más importante del planeta. Además, Spotify ofrece la selección musical de la mañana, y no hay atasco que no se convierta en fiesta familiar cuando suena Amaury Pérez: “A pesar del otoño creceremos”. ¡Oh hombre! ¡Poeta!

?Trajimos comida. El torrente de empresarios del gremio que quieren invertir en la FA aún no ha abierto un local propio, entonces uno depende de las tlayudas de Doña Lupe. Disculpe: dorado. Pero Lupe no puede estar todo el día en el aeropuerto, así que mejor hagan como nosotros, no sean los malos, y traigan tortas. Recomiendo el pollo asado, un material muy noble que viaja bien, a diferencia del huevo con chorizo, que pierde su encanto porque la grasa cuaja a pesar del calor del tronco. Ese día, fue una precaución innecesaria. Doña Lupe estaba allí, en la puerta. Ella estaba deliciosa.

?Después del desayuno, salimos a caminar al tianguis. Compré dos pantalones Levis a 140 pesos más unas 200 zapatillas Nikey para mi hijo, y le reemplacé el celular perdido de mi hija por un IPhone 5. 400 pesos y me garantizan que no se lo roban. Parece que los asaltos al transporte público son más hacia Ecatepec.

?Lo mejor del aeropuerto es el silencio. Es un excelente lugar para leer: sin turbinas que distraigan, sin discusiones sobre un vuelo con exceso de reservas (todavía no hay vuelos). Una delicia. Mientras leía Hacia una economía moral, mi cachorro dormía profundamente en cuatro asientos en la sala de espera. Hasta que algo lo levantó de un tirón y lo hizo correr al baño. Gracias a Dios, él también estaba vacío, excepto por las miradas de Chespirito y Mil Máscaras. Tip: Como Doña Lupe no tiene sistema de refrigeración, lleva una botella de Pepto y electrolitos.

?La vuelta fue más rápida: no hubo bloqueo, ni queso de puerco, ni obras. Solo nos detuvo mi hijo, quien tuvo que bajarse en dos estaciones de Pemex. Por cierto, insta a Cuitláhuac a que nos ayude a implementar el programa de baños de gasolineras de Veracruz. Mientras tanto, agregue un antiséptico a la canasta de viaje.

?Lo único que lamento es que, con la crisis de mi hijo, me olvidé de los Levis. Volveremos este fin de semana. ¡Gracias, presidente!

POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09

MBL

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