un niño travieso halla la paz

A media tarde, cuando el sol entra por el lateral de la pista de Suzanne Lenglen y, como un cuchillo bien afilado, traza una diagonal sobre la arcilla, Sara Sorribes (26), mueca, aparece en el vientre de Philippe Chatrier.

Arriba, Holger Rune (20) y Francisco Cerúndolo (24) pelean y abajo, Sorribes pelea con sus pensamientos.

Sorribes, raqueta 132 del mundo, última superviviente española del cuadro femenino, nunca había llegado tan lejos en un Grand Slam.

Sara Sorribes, este lunes en Roland Garros

Sara Sorribes, este lunes en Roland Garros

Clive Masson/GETTY

Cuando habla con los medios -lo hace con cara de sorpresa, decenas de ellos no suelen esperarla-, viene de jugar los octavos de final de Roland Garros, algo que nunca ha vivido, pero acaba de comprometerse contra Beatriz. Haddad Maia 6-7 (3), 6-3 y 7-5, tras 3h51m, el tercer partido femenino más largo de la historia del torneo, y por ello dice:

–Ahora mismo creo que no debo reprocharme nada. Pero esta noche, cuando me vaya a la cama, creo que recordaré este juego. Y en el futuro, más…

El dolor de Sara Sorribes

“Ahora no pienso en reprocharme nada; Veremos qué pienso esta noche», dice Sara Sorribes tras su derrota

(…)

En Suzanne Lenglen, entre soles y sombras, Rune y Cerúndolo, dos de las novedades tenísticas de los últimos tiempos, fruncen el ceño y aguzan la mirada, porque no ven de dónde viene la pelota, en eso consiste el juego de luces y sombras. Lenglen, y el juego se ha vuelto enrevesado, optando caprichosamente por un lado o por el otro.

Esta vez, Aneke Rune no se mueve del palco de su hijo, no como el año pasado, en cuartos de final, cuando Rune, que se enfrentaba a Casper Ruud, en un arranque de ira le había ordenado a su madre que saliera de pista.

-¡Sal de ahí!

(Y la madre le había obedecido, todos haríamos cualquier cosa por un hijo).

Holger Rune pide el apoyo del público, este lunes en París

Jean-François Badias/AP

Rune era entonces un tenista cabreado, un chico con aspecto de chico, con la gorra echada hacia atrás como las de los traviesos del colegio y la cara redonda y sin barba, y aquel partido había terminado mal: el danés había perdido el partido y al final también. la batalla por el crédito popular, ya que le iban a llover las críticas, incluidas las voces de los curas.

–Rune tiene talento, pero es demasiado emotivo –diría Mats Wilander.

“Debes canalizar mejor tu carácter e intensidad, no puedes dejar que tus emociones te dominen, sino utilizarlas para mejorar tu desempeño”, diría John McEnroe.

«Es grosero y no sabe cómo comportarse en una pista», decía Ruud.

Tanto Rune como Ruud se han reconciliado.

Y lo pudimos comprobar en el Masters 1.000 de Roma, hace tres semanas: tras su duelo de semifinales, Rune dedicó un abanico de buenas palabras a Ruud.

«Lo respeto mucho», dijo.

Sin embargo, Rune ya llega tarde.

Ya cargado con la etiqueta.

chico malo.

«Juego con pasión y energía», protesta. No veo por qué deberían ponerme esa etiqueta. A chico malo es alguien que rompe raquetas y hace cosas así. Y por lo que puedo recordar, todavía no he roto una raqueta.

Y algo de razón tiene, al menos si revivimos el partido de este lunes, su caprichoso duelo ante Cerúndolo.

En realidad, Cerúndolo, un gamer argentino, el más talentoso de los argentinos en los últimos años (sobre todo tras el retiro de Juan Martín del Potro), es quien grita y despotrica.

Y, tras un error, le grita a Kevin Konfederak, su entrenador:

–¡No me digas que está bien, no me digas que está bien! ¡Porque no está bien!

Y mientras Cerúndolo va y viene, Rune se sumerge en un diálogo interno, se guarda el alboroto y no maldice ni se evade, ni siquiera en el tie-break decisivo, cuando se encuentra a tres puntos de la derrota tras enviar otro balón a la red. red.

No podría haberlo pasado mejor. Y no sé cómo agradecer al público todo su apoyo –confiesa al final con su voz de niño, que habla con suavidad, cuando se apunta al partido de octavos de final, una maratón de 3h59m, para reencontrarse con Ruud, otra vez en cuartos de final, como en el 2022.

Con calma se juega mejor, o eso parece haber aprendido el danés.

(Kyrgios, Djokovic y Zverev se mueven en otros parámetros).


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Luis Buxeres


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